Con un consistente y equilibrado estilo, M.J. Bassett nos ofrece esta película de fantasía en la que no se descuidan las interpretaciones –algunas de ellas memorables– ni la ambientación. Estamos ante una cinta que es, a la vez, una exhibición de energía y un nostálgico homenaje a los aventureros clásicos.
El género fantástico tiene en Bassett a una defensora entusiasta y más que competente. Su fórmula narrativa es directa pero nunca trivial: hay un afán de recuperar modelos de otro tiempo que convierte Solomon Kane en una propuesta atractiva, muy sólida y realmente imaginativa en sus intenciones.
Para empezar, nos hallamos ante un héroe casi intratable, capaz de ejecutar las acciones más arriesgadas bajo la amenaza de una maldición.
Al comienzo de Solomon Kane, el paladín tiene pocos rasgos admirables. Es un soldado de fortuna, un mercenario que carece de criterios morales. Tras verse las caras con un duque del Infierno, cambia de opinión y decide redimir sus muchos pecados. Aquí sale a relucir su originalidad, porque después de recluirse en un monasterio, la única fórmula que se le ocurre para salvar su alma es convertirse en un auténtico cazador de diablos.
La filmación de esta inteligente película comenzó en enero de 2008. Se escogieron como escenarios naturales diversos enclaves de la República Checa –el emporio cinematográfico de Praga es ya un símbolo de prosperidad y eficacia–. Ni que decir tiene que la dirección artística es soberbia, sobre todo por su fidelidad al periodo histórico del personaje y por sus puntos de contacto con la pintura del XVII y con la obra gráfica de Gary Gianni y otros ilustradores de los relatos de Kane.
Para dar vida al héroe, fue elegido un excelente actor británico, James Purefoy, que aquí da una lección de entrega y de carisma.
Del resto del elenco podemos destacar a Max von Sydow, en la piel del padre de Solomon, Josiah Kane, a Rachel Hurd-Wood (Meredith Crowthorn) y al formidable Pete Postlethwaite (William Crowthorn).
Bassett, la directora y guionista de Solomon Kane, conoce el significado de la expresión alto riesgo. Para ella no es una frase sino justamente eso: un compromiso que sitúa a su película –y a las dos secuelas que deben prolongarla– en el punto de mira de los miles de admiradores del personaje literario en el que se inspira.
Creado por Robert E. Howard, Solomon Kane es una de las figuras más carismáticas del pulp sobrenatural y de aventuras. Luego volveremos sobre él, pero antes debo ceder la palabra a la propia Bassett, autora de una carta abierta que sirvió para anunciar este estreno.
“Ante todo –decía en esa nota–, los productores admiran sinceramente a Robert E. Howard, y se han obsesionado con la idea de encontrar la historia idónea para aproximarlo al espectador medio. En segundo lugar, esos productores han encontrado en mí a un escritor y director que adora el género fantástico, y que quiere permanecer fiel a la esencia de Solomon Kane”.
Les hablaba de riesgo, porque esta es una de esas adaptaciones que no se encuentran todos los días. “A mi modo de ver –añade Bassett–, Solomon Kane es acaso el más interesante y singular de los personajes ideados por Howard. Y por muchos motivos, es posiblemente el más difícil de adaptar a la pantalla”.
Tiene razón la cineasta al situar a Solomon Kane entre las figuras literarias ante las cuales un adaptador debe moverse con cautela. Hablamos de un puritano del siglo XVII, sombrío como un lobo, que vaga por el mundo para enfrentarse con criaturas malignas de todo pelaje.
Kane fascinó a los lectores de Weird Tales en los años de la Gran Depresión. El primer relato que Howard le dedicó fue Sombras rojas (Red Shadows, agosto de 1928), y sus aventuras se extendieron hasta la edición de Alas en la noche (Wings in the Night, julio de 1932), el último cuento del aventurero, publicado, al igual que los anteriores, en las páginas de Weird Tales.
Gracias a Glenn Lord, albacea literario de Howard, el público de fines de los sesenta y los setenta conoció las historias originales de Kane y algunos cuentos inéditos. Por simpatía, la fama del puritano corrió en paralelo a la de otra famosa criatura del escritor texano, Conan el bárbaro, que muy pronto, gracias al cómic y a las portadas de Frank Frazetta, se convirtió en un icono de la cultura de masas.
Con el fin de familiarizar algo más a nuestros lectores con el personaje, citaré en este apartado la nota editorial del libro Las extrañas aventuras de Solomon Kane (Valdemar, 2003), en el que León Arsenal lleva a término una formidable traducción de los relatos de Kane, con el feliz añadido del único cuento en el que Howard describe a Red Sonja (Sonia la Roja): La sombra del buitre (The Shadow of the Vulture, enero de 1934).
“La serie de Solomon Kane –leemos en dicha nota– puede considerarse una confluencia de géneros como el histórico, la aventura, la narrativa de piratas, el folletín y el terror, en ocasiones de corte bastante gótico. Solomon Kane es un sombrío puritano de los tiempos de Isabel I de Inglaterra –justiciero misterioso, solitario y de métodos expeditivos–, y a lo largo de un puñado de cuentos vive sus tenebrosas aventuras por Europa y África (un continente inexplorado, lleno de ciudades perdidas, caníbales y horrores sin cuento). Lo sobrenatural –desde espectros a razas vampíricas– no sólo está presente en estos relatos, sino que a menudo forma parte fundamental de sus tramas”.
El proyecto de rodar una película acerca de Solomon Kane no es nuevo. Javier Martín Lalanda, responsable de una cuidada edición española de los relatos de Howard (Las aventuras de Solomon Kane, Anaya, 1994) cuenta que Glenn Lord, en una carta escrita el 8 de julio de 1991, le habló de un futuro largometraje sobre el héroe howardiano.
El encargado de sacar adelante aquel proyecto no era otro que Edward Pressman, quien había sido productor ejecutivo durante el rodaje de Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 1982), de John Milius. Mientras era discutido en los despachos de New Line Cinema, el plan de filmar Solomon Kane parecía destinado a convertirse en una serie B, con Christopher Lambert en el papel principal.
Cuando el productor Don Murphy abandonó el proyecto, éste también salió de New Line y pasó a depender de un acuerdo multinacional entre Davis-Films, International Production Company, Czech Anglo Productions y Wandering Star Pictures.
Un detalle a tener en cuenta a la hora de financiar este nuevo largometraje es el copyright. En la actualidad, la legislación de diversos países acepta que las obras de Robert E. Howard ya han pasado al dominio público.
No obstante, el nombre Solomon Kane es propiedad legal de una compañía con sede en Estocolmo, Paradox Entertainment. De cualquier modo, esa situación del legado literario de Howard permite elaborar adaptaciones de forma mucho menos costosa que hace una década.
El anuncio del rodaje de Solomon Kane se dio a conocer en 2006, durante la convención San Diego Comic Con. En aquel momento, los únicos nombres conocidos del equipo eran los del realizador, Michael J. Bassett, y los productores, Sammuel Hadida y Paul Berrow.
Motivada por la ambición que inspira esta franquicia, Bassett parece resuelta a rodar una trilogía. La realizadora ha optado por utilizar los relatos de Howard como fuente de inspiración, pero sin centrar el arco argumental de la película en ninguno de ellos.
A partir del 14 de enero de 2008, el equipo de rodaje permaneció en Praga y sus alrededores, a lo largo de doce semanas. Al concluir ese plazo, la unidad principal viajó a la costa de Devon, donde se utilizaron como escenario las posesiones de Sir Richard Grenville.
De la dureza física de dicha filmación hay un testimonio inapelable: el protagonista James Purefoy salió herido de más de un combate con otros espadachines.
El 16 de abril se completó el trabajo con las cámaras, y comenzó un laborioso proceso de postproducción, en el que participaron compañías de efectos especiales como Lip Sync Post. No es casual que otras firmas fueran invitadas a colaborar, porque los trucos pirotécnicos, digitales y animatrónicos constituyen una de las principales y más seguras bazas de esta superproducción.
Sinopsis
El capitán Solomon Kane es una máquina de matar brutalmente eficiente del siglo XVI. Armado con sus característicos alfanje, estoque y pistolas, da rienda suelta junto a sus hombres a su ansia de sangre mientras libra guerra tras guerra en nombre de Inglaterra por todos los continentes.
Al comienzo de la historia, Kane y sus sanguinarios hombres se están abriendo paso salvajemente entre multitud de defensores de una exótica ciudad del norte de África. Pero, cuando Kane decide asaltar un misterioso castillo cercano para saquear las riquezas que se rumorea que contiene, su misión da un fatídico giro.
Uno a uno, los hombres de Kane van muriendo a manos de demoníacas criaturas, hasta que no queda más que él para hacer frente a la muerte encarnada, un demonio llamado Guadaña, enviado por el mismísimo Diablo desde las profundidades del Infierno para reclamar su alma irremediablemente corrupta. A pesar de que Kane logra en última instancia escapar, sabe que ahora deberá redimirse, renunciar a la violencia y dedicarse por completo a una vida de paz y pureza.
Su recién descubierta espiritualidad, no obstante, tendrá que superar pronto la prueba definitiva cuando inicie sus viajes por una Inglaterra asolada por diabólicos saqueadores humanos controlados por un aterrador jinete enmascarado. Después de que Kane no logre impedir la brutal matanza de los Crowthorns, una familia de puritanos que había trabado amistad con él, jura encontrar y liberar a su hija Meredith, a la que han hecho esclava, aunque ello suponga hacer peligrar su propia alma al volver a abrazar su talento para matar, si bien esta vez por una buena causa. Su decidida búsqueda acaba por llevarlo a afrontar algunos de los mortales secretos de su propia familia, mientras intenta salvar a Meredith y a toda Inglaterra de las fuerzas del mal.
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