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Crítica: ‘Smile 2’ (2024). El lado espeluznante de la fama

La excelente secuela de ‘Smile’ lleva el terror psicológico a nuevos niveles, mezclando lo sobrenatural con la industria de la música

Gracias al cine, hemos coleccionado monstruos y demonios. Algunos proceden de películas olvidables y otros se instalan en nuestra fantasía con la suficiente consistencia como para sobrevivir durante décadas. En Smile descubrimos una entidad muy prometedora: un demonio cambiaformas que se manifiesta en sus víctimas como una enfermedad mental de fatales consecuencias.

Ese espíritu maligno tiene tres cualidades: se contagia cuando el próximo poseído asiste al suicidio de su predecesor, genera terribles alucinaciones y déjà vu (los protagonistas viajan mentalmente donde pasa todo antes de que pase) y tiene como principal síntoma una sonrisa maligna y enfermiza. Esa mueca, digna de Jack Nicholson en El resplandor, anuncia que el contagio o la suplantación ya no tiene vuelta atrás.

En esta nueva entrega, escrita y dirigida por Parker Finn, este demonio continúa su labor, pero esta vez en un contexto diferente: el frenético mundo de una superestrella pop que paga con creces el precio de la fama.

La protagonista, Skye Riley, fabulosamente interpretada por Naomi Scott (en busca de proyectos a la altura de su talento, tras su lanzamiento en Aladdin), es una cantante pop que, de cara al público, podría ser Dua Lipa, pero que carga con un sufrimiento personal que sobrepasa al de Amy Winehouse.

A la pobre Riley la vida se le pone cuesta arriba con todo tipo de problemas: estrés postraumático, adicciones y dependencia de una madre tóxica y oportunista (Rosemarie DeWitt) que controla su escalada al éxito.

Una perturbadora secuela

El juego dramático que plantea el director es eficacísimo. Por un lado, Skye Riley es un personaje que despierta compasión, a pesar de sus errores, y por otro, el terror demoniaco se suma en este caso al cúmulo de horrores cotidianos que arrastra el personaje, condenada a mostrar siempre una felicidad superficial mientras su alma se rompe en pedazos.

La idea de que el diablo de la sonrisa posea a una cantante venerada por millones de fans da mucho juego. Buen conocedor de los recursos clásicos del género, Finn aprovecha ese filón para ponerle su sello: una dirección potente, trucos heredados tanto del slasher clásico como del giallo italiano y el terror japonés, y por supuesto, el empleo de personajes con el latido de lo real.

Terror en la industria del entretenimiento

Si eliminásemos de Smile 2 la entidad maligna, seguiría siendo una película de terror. Sin avanzar detalles de la trama, al espectador le bastará con saber que la estrella protagonista aún no se ha recuperado de una tragedia que casi destruyó su carrera. En otras palabras: Riley tiene el talento para atender a las demandas de su nueva gira, pero su salud mental apenas puede soportar la maquinaria de la fama.

De ahí que momentos tan rutinarios como un ensayo con los bailarines o una sesión de firmas para los fans puedan convertirse en pruebas atroces, tan malévolas como una huida bajo la luz de la luna con un psicópata a poca distancia.

Antes de terminar, un aviso: el ingenio de varias escenas de la película hace recomendable que el público huya de los spoilers y acuda a la sala del cine con la menor información posible.

Quien disfrutó con Smile, tiene aquí la ocasión de adentrarse en una historia a la que Finn añade una nueva capa de tensión emocional, pero por supuesto, sin perder la esencia de la película que dio inicio a la saga.

Sinopsis

La estrella del pop mundial Skye Riley (Naomi Scott) está a punto de embarcarse en una nueva gira mundial cuando empieza a experimentar una serie de sucesos cada vez más aterradores e inexplicables. Angustiada por la espiral de horrores y la abrumadora presión de la fama, Skye tendrá que enfrentarse a su oscuro pasado para recuperar el control de su vida antes de que sea demasiado tarde.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Paramount Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.