¿Hay un reconstituyente más poderoso para el espíritu que las clásicas historias de superación? Hace unos años, en las páginas de The Observer, Jane Wilde Hawking expresaba la opinión que le merecía el biopic Hawking (2004), rodado por la BBC. A propósito de este retrato de su vida junto al científico Stephen Hawking, ella comentó lo siguiente: «Esto es lo que debería ser lo más importante del film. La idea de que, pese a las circunstancias, todo iba a ser posible. Que Stephen desarrollaría su labor como físico y que íbamos a formar juntos una familia maravillosa, tener una bonita casa y vivir felices para siempre».
Una década después, James Marsh reproduce de forma admirable este mismo sentimiento en La teoría del todo, cuyo guión, firmado por Anthony McCarten, se basa en las memorias de Jane: Travelling to Infinity: My Life with Stephen.
Sin perder de vista el duro contexto real de la historia, Marsh nos ofrece un drama inspirador, vigoroso y optimista. A lo largo de su metraje, uno vuelve a plantearse la pregunta: ¿qué es el amor? ¿Es esa la única fuerza que impulsa a este matrimonio? Y la respuesta nos conduce a una evidencia: sin la compañía de Jane –una mujer fuerte y abnegada–, Hawking quizá no hubiera podido cambiar nuestra visión del universo.
A renglón seguido, también debemos cuestionarnos lo diferente que habría sido la vida de Jane si no hubiera tenido que abandonar sus ambiciones académicas y profesionales, siempre dos pasos por detrás de su famoso marido.
Un romanticismo sabio, maduro, vivificante, se alterna en la película con el dolor que provoca una enfermedad tan devastadora como la que padece el científico. Sin subrayados, Marsh nos transmite la compleja personalidad de los protagonistas: dos adultos que desafían los prejuicios y no se dejan devorar por las fauces de un destino adverso. En este sentido, los momentos dramáticos o conmovedores mantienen un grato equilibrio con aquellos que transmiten sosiego, compasión e incluso felicidad.
En gran medida, el éxito de La teoría del todo se debe a sus protagonistas. El joven Eddie Redmayne hace una portentosa recreación de Hawking, respaldado en todo momento por la sutil presencia de Felicity Jones como su esposa Jane. Entre los actores de reparto, sobresalen Charlie Cox, en el papel de Jonathan Jones –algo más que un amigo para los Hawking–, Emily Watson como la madre de Jane y David Thewlis dando vida a Dennis Sciama, el profesor más destacado de Stephen.
Para los amantes de la ciencia, la ambientación de la película es sumamente evocadora, sobre todo a lo largo del primer acto, rodado en escenarios reales como el St. John’s College de Cambridge o el mítico laboratorio Cavendish.
Pese a que La teoría del todo esboza el compromiso científico de Hawking, obviamente se concentra en su intimidad y en sus relaciones, siempre condicionadas por el avance de su enfermedad degenerativa. Ante esa decisión, no creo que sea adecuado reprocharle a Marsh que anteponga los afectos a la física del cosmos. Por otro lado, es muy acertado que también evite el sensacionalismo, sobre todo a la hora de explorar, entre otros vaivenes sentimentales, la relación del sabio con su enfermera (Maxine Peake).
En este y otros aspectos, lo que se intuye es siempre más de lo que se ve en pantalla. ¿Hubiera sido preferible que la película fuera una radiografía del cerebro de Hawking en lugar de concentrarse en sus sentimientos? No lo creo.
En cuanto al estilo narrativo, me parece idóneo que Marsh, un director de documentales, nos cuente esta historia desde el más puro clasicismo, prescindiendo de artificios y alardes visuales.
Con todo, a la hora de ordenar los méritos de la cinta, uno debe empezar siempre por la labor de Redmayne, que aquí da un paso de gigante con relación a sus anteriores trabajos: perfecto a la hora de transmitir la decadencia física de su personaje y capaz de telegrafiar sentimientos muy profundos con un leve gesto o una mirada. Sin duda, expresar de ese modo el intelecto, la ironía e incluso la vanidad de Hawking es uno de esos alardes que dan la medida de un gran intérprete.
A modo de complemento, el disfrute de esta historia real puede prolongarse con una lectura: Stephen Hawking. Su vida y su obra (Crítica, 2012), el libro escrito por su colaboradora Kitty Ferguson, magníficamente traducido al español por Julia Alquézar Solsona y Ana Guelbenzu.
Sinopsis
La teoría del todo es una historia tan extraordinaria como inspiradora en torno a una de las mentes contemporáneas más brillantes, el famoso astrofísico Stephen Hawking, y a dos personas capaces de superar las peores adversidades gracias al amor que sentían el uno por el otro. La película, basada en el libro de memorias de Jane Hawking Travelling to Infinity: My Life with Stephen, está dirigida por el oscarizado James Marsh (Man on a Wire).
En 1963, Stephen (interpretado por Eddie Redmayne, Los miserables) estudiaba Cosmología en la famosa Universidad de Cambridge y estaba decidido a encontrar «una explicación sencilla y elocuente» del origen del universo. Su mundo se abrió de golpe cuando se enamoró perdidamente de Jane Wilde (Felicity Jones, La mujer invisible), una alumna de la Facultad de Arte de Cambridge. Sin embargo, poco después de cumplir 21 años, recibe un terrible mazazo: le diagnostican un trastorno de la neurona motora que atacará sus piernas y brazos, también sus sentidos se verán afectados, limitando así su capacidad de hablar y moverse. Y peor aún, le dan dos años de vida.
Gracias al amor que siente el uno por el otro y a la autodeterminación y el apoyo de Jane, la pareja sale adelante y termina casándose. Con su esposa dispuesta a luchar a su lado, Stephen se niega a aceptar el diagnóstico. Jane le alienta a terminar el doctorado, que contiene su teoría inicial de la creación del universo. Tras tener a su primer hijo y ya con el doctorado, Stephen se lanza a estudiar el tiempo, algo con lo que él no puede contar. A medida que crecen sus limitaciones físicas, su mente se expande y sigue explorando los extremos más lejanos de la física teórica.
Juntos, Jane y Stephen se enfrentan a lo imposible, abriendo nuevos caminos en la medicina y en la ciencia, llegando a límites insospechados.
Hacía mucho que el profesor Hawking fascinaba al guionista y productor Anthony McCarten, sobre todo por el tiempo y el esfuerzo empleados en escribir su famoso libro dadas sus condiciones físicas. «Ha iluminado la física en el mundo entero, y su obra es palpablemente profunda», dice Anthony McCarten. «Pero lo anterior se ve reforzado por su situación física, que solo le permite componer palabras con la atroz lentitud de un vocablo por minuto. Es una yuxtaposición sin precedentes, una proeza mental extraordinaria atada a una incapacidad física extraordinaria».
«Su mente ha seguido abriendo frontera tras frontera en una exploración constante», sigue diciendo. «Puede decirse que se contrae y expande a la vez, lo que es muy apto para alguien que dedica su vida al estudio del universo».
El guionista y productor se conmovió al leer el libro de memorias Travelling to Infinity: My Life with Stephen, de Jane Hawking. Descubrió «una maravillosa historia de amor entre dos personas, tremendamente intensa y difícil. Difícil en primer lugar por el declive físico de uno de los miembros de la pareja y, posteriormente, por la llegada de la fama. Cuando se dieron cuenta de que el diagnóstico de su muerte inminente era muy exagerado, y que dos años se convirtieron primero en diez y luego en veinte, su amor debió tomar formas atrevidas y poco ortodoxas para sobrevivir. Es una historia de amor sin precedentes».
La idea de plasmar la historia de la pareja en la gran pantalla se iba consolidando y Anthony McCarten empezó a adaptar el libro sin la menor garantía de que llegaría a algo concreto. Visitó a Jane en su casa para hablarle del proyecto. «Siempre le estaré profundamente agradecido por contestar al timbre y dejarme entrar. No nos prometimos nada en este primer encuentro, pero el diálogo se prolongó en el tiempo», explica.
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