Cuando pensamos en cine de terror, vienen a nuestra mente los fantasmas, los vampiros o los psicópatas como temas estrella del género, pero casi nunca la brujería.
Las brujas han sido tantas veces personajes simpáticos, o simplemente infantiles, que ya no las asociamos con el hecho de pasar miedo en el cine, aunque las artes oscuras y quienes las practican hayan sido material para un buen puñado de obras imprescindibles. Entre ellas, Häxan: La brujería a través de los tiempos (Benjamin Christensen, 1922), La noche del demonio (Jacques Tourneur, 1857), La novia del diablo (Terence Fisher, 1968), La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), La máscara del demonio (Mario Bava, 1969) o Suspiria (Dario Argento, 1977), por citar sólo algunos ejemplos y dejando de lado el vudú.
Como se puede apreciar, el Demonio suele estar presente en los títulos y argumentos de estas películas, y tampoco se priva de aparecer, bajo apariencias animales y atmosféricas, en La bruja, de Robert Eggers, un interesante film que trata sobre las distintas facetas de la superstición y la hechicería entre los primeros colonos de Nueva Inglaterra.
Con una magnífica fotografía y un montaje parsimonioso, el debutante Eggers se esmera en crear una atmósfera primitiva, natural y amenazadora, cambiando el susto fácil por la inquietud y la opresión, algo muy de agradecer en el panorama del terror actual.
La bruja, como ya hemos dicho, aborda la figura de la hechicera “modelo Salem” desde diversos ángulos.
En primer lugar, nos sitúa en un lugar y un tiempo en el que es fácil tener miedo, con esos colonos europeos que sólo tienen su férrea voluntad y su fanatismo religioso como asideros a la hora de enfrentarse a una naturaleza hostil y a unos indígenas a veces poco amistosos.
Las acertadas y frías localizaciones, con bosques sombríos, y la afectada interpretación de los actores protagonistas, aportan esa sensación de calmada desesperación de quien intenta hacer su hogar en un lugar en el que no debería estar.
La religión de estos colonos está siempre presente en sus palabras y sus acciones, transformándoles en seres obsesivos, e incluso delirantes en ocasiones. De hecho, los momentos más terroríficos de la película están más relacionados con aquel cristianismo puritano y extremista que con el culto al Satán.
Por otro lado, en La bruja también se nos habla de la hechicera como mujer con poder y voluntad para enfrentarse al yugo de la sociedad, que viene a ser como decir el yugo de los hombres. Las brujas siempre han sido la pesadilla del misógino, y de hecho “bruja” todavía se usa como insulto para las mujeres de carácter fuerte.
La situación de la joven protagonista no puede ser más claustrofóbica, en su pequeña y ruinosa granja en mitad de la nada, y sólo rodeada de su atosigante familia. La atracción de los poderes oscuros que habitan en el bosque es tentadora como liberación, por siniestra que parezca.
Cabras, conejos, sensuales apariciones femeninas, pájaros de mal agüero y otras manifestaciones siniestras atraen y atormentan por igual a la sufrida familia protagonista de La bruja, en lo que a veces parece ser una versión colonial de los films de la interminable saga Amityville, pero con más enjundia y, sobre todo, con mayor poderío visual.
A ratos, da la sensación de que Roger Eggers quiere abarcar demasiados temas (religión, psicología, folklore, familias disfuncionales, feminismo…) y el guión pierde la intensidad que podría haber tenido de haberse centrado más, pero la habilidad visual del cineasta hace que la atmósfera y las sensaciones inquietantes se impongan a la propia historia, algo que siempre sucede en el buen cine de terror.
Sinopsis
En esta increíble y aterradora película, los eternos conceptos de brujería, magia negra y posesión se unen de una forma innovadora para contar la fascinante historia de la desintegración de una familia asentada en el campo de Nueva Inglaterra en el siglo XVII.
Nueva Inglaterra, 1630. Ante la amenaza de ser repudiado por su iglesia, un granjero inglés decide abandonar el pueblo y establecerse en plena naturaleza con su esposa y cinco hijos, en medio de un inhóspito bosque donde habita algo maléfico y desconocido. Enseguida empiezan a pasar cosas extrañas: los animales se vuelven agresivos, la cosecha no prospera, uno de los niños desaparece mientras que otro parece estar poseído por un espíritu maléfico…
Las sospechas y la paranoia aumentan, y la familia acusa de brujería a Thomasin, la hija adolescente, algo que ella niega rotundamente. Las circunstancias empeoran, y la fe, lealtad y afecto de los miembros de la familia son puestos a prueba de manera inimaginable.
El primer largometraje del guionista y director Robert Eggers, muy aplaudido en su estreno en el Festival de Sundance 2015, donde ganó el Premio al Mejor Realizador en la Sección de Narrativa Estadounidense, recrea con gran detallismo la época previa a los juicios de las brujas de Salem en 1692, en la que reinaba el temor de Dios en Nueva Inglaterra llevando las convicciones religiosas a la histeria colectiva. La bruja, contada desde el punto de vista de la adolescente Thomasin, interpretada por la recién llegada Anya Taylor-Joy, con una fascinante fotografía y una poderosa banda sonora, ofrece una visión escalofriante e imaginativa del género de terror.
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