Con una distribución internacional que ha desestimado en más de un país el estreno en salas, El increíble Burt Wonderstone se presenta como una sátira de los espectáculos de magia de Las Vegas. Lo mejor de la cinta, como ahora veremos, es su reparto, encabezado por Steve Carell, Steve Buscemi, Jim Carrey, Alan Arkin, Olivia Wilde y James Gandolfini.
Los protagonistas del film, Burt (Carell) y Anton (Buscemi), se conocen desde la infancia. Gracias a un juego de ilusionismo presentado por el prestidigitador Rance Holloway (Arkin), ambos se aficionan a la magia escénica. Una cosa lleva a la otra, y acaban presentando un espectáculo en el Bally’s Casino de Las Vegas. Por desgracia, su estilo anticuado y kitsch contrasta con los números agresivos –e incluso sangrientos– de un mago callejero, Steve Gray (Carrey), decidido a despojar a los dos amigos de su trono.
Pero lo peor está aún por llegar. Burt y Anton se pelean, y su pareja artística se disuelve. Ni siquiera su asistente, Jane (Wilde), parece capaz de impedir la vertiginosa decadencia de Burt.
En principio, El increíble Burt Wonderstone quiere postularse como un equivalente de Zoolander en el terreno del ilusionismo. El problema de la cinta es que su realizador, el veterano de la televisión Don Scardino (Rockefeller Plaza), tiene que vérselas con un guión en el que confluyen muchas fórmulas distintas sin aparente coherencia: la farsa, el slapstick, la comedia sentimental, el humor negro e incluso la comedia dramática.
Demasiadas etiquetas para que un film no sufra altibajos. Puestos a buscar una explicación, podemos fijarnos en la lista de guionistas que han ido repintando la fachada del film: John Francis Daley, Jonathan Goldstein, Chad Kultgen y Tyler Mitchell.
Los actores mantienen el tipo en todo momento, en particular Alan Arkin, que se propone –y lo logra– robar todas y cada una de las escenas en las que aparece. Lo mismo cabe decir sobre Carrey, que funciona por su cuenta y riesgo, con un personaje absolutamente feroz y demencial.
El primer acto funciona razonablemente, para decaer en el segundo –a pesar de escenas como la que incluye el cameo del mago David Copperfield, asesor técnico del film–. Mejor equilibrado, el tramo final conduce a un desenlace satisfactorio y risueño.
Sin embargo, el conjunto es tan predecible y falto de convicción como una TV movie. Parece que a El increíble Burt Wonderstone le sobran clichés y le falta audacia. El film se oscurece demasiado a ratos, y en ocasiones cae en un fácil sentimentalismo. No obstante, el acierto de determinados gags y el compromiso del reparto impiden que esa cuesta abajo sea demasiado pronunciada.
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