Con la ambición que le caracteriza, Damien Chazelle rastrea en Babylon el Hollywood de los años veinte y comienzos de los treinta. Por un lado, nos muestra el hechizo de la industria del cine cuando ésta aún no se ponía límites, y por otro, nos sumerge en un purgatorio pasado de vueltas, donde cada noche ‒y cada fiesta‒ ofrece una oportunidad para explorar nuevas tentaciones. Es precisamente esa combinación de factores lo que convierte a la película en un imponente, sofisticado e irregular homenaje a la edad dorada del celuloide.
En su faceta más luminosa, Babylon toma el pulso de lo que fueron los orígenes de la industria: creatividad a flor de piel, escenarios deslumbrantes, grandilocuencia y profesionales dispuestos a entregar la vida ‒literalmente‒ por su objetivo. Pero esa fábrica de sueños tiene una cara oculta: vidas destrozadas por la droga, almas en venta, orgías delirantes, diversiones muy sórdidas ‒no es un film apto para menores‒ y un paisaje humano que más bien parece un zoo con las jaulas abiertas.
Desde el punto de vista narrativo, Chazelle juega con todos los recursos que pueden impresionar al espectador: planos largos, meticulosamente coreografiados, tomas aéreas y movimientos de cámara resueltos con una precisión matemática. Cuenta además con actores de primera: Margot Robbie y Brad Pitt construyen personajes muy poderosos, y canalizando el punto de vista del espectador, Diego Calva transmite sinceridad y deslumbramiento.
Acertadamente, el director ha definido Babylon como «una carta de odio a Hollywood y una carta de amor a las películas». En este sentido, es obvia su deuda con el clásico de Kenneth Anger Hollywood Babilonia (1959). De hecho, los capítulos del libro de Anger dedicados a los actores John Gilbert, Clara Bow y Roscoe Arbuckle tienen su eco en el guion, y no es difícil identificar al personaje de Pitt con Gilbert, al de Robbie con Bow y al de Li Jun Li con Anna May Wong. No obstante, sería un error considerar que Babylon es cine histórico. Hoy sabemos que Anger originó en su libro leyendas urbanas sin base alguna, y aunque Chazelle pisa terreno un poco más firme ‒el Hollywood de los años veinte fue un delirio peligroso‒, su película no deja de ser una fantasía bastante idealizada.
Hay no obstante, detalles reveladores, con base real. Es cierto que la llegada del cine sonoro destrozó la vida profesional de numerosos intérpretes y que, por usar una expresión de Anger, aquello parecía «un fin de semana en Sodoma». También tienen fundamento histórico ciertos problemas de discriminación: Jovan Adepo encarna a Sidney Palmer, un trompetista de jazz afroamericano que no tarda en descubrir el racismo de la industria, y el asistente de producción encarnado por Diego Calva, el mexicano «Manny» Torres, finge ser de España justo en la época en la que Hollywood rodaba dobles versiones de sus películas en nuestro idioma.
Babylon es una cinta que piensa a lo grande y que incluye secuencias inolvidables. No llega a ser una obra maestra porque solo un genio podría mantener el pulso a lo largo de tres horas. Sin embargo, hay que dar la bienvenida a esa ambición, por más que ello implique, a veces, ver en pantalla escenas que quizá hubieran debido quedarse en la mesa de montaje.
Sinopsis
Del oscarizado director, Damien Chazelle, Babylon es una historia épica original ambientada en Los Ángeles durante la década de 1920, protagonizada por Brad Pitt, Margot Robbie y Diego Calva, junto a un reparto coral donde destacan Jovan Adepo, Li Jun Li y Jean Smart. Una historia de ambición y excesos desmesurados que recorre la ascensión y caída de múltiples personajes durante una época de desenfrenada decadencia y depravación en los albores de Hollywood.
En una época en la que un diseñador puede crear digitalmente secuencias enteras de acción en su ordenador, las instrucciones para Babylon eran que la acción que apareciese en pantalla. Siempre que fuera posible, tenía que suceder realmente delante de la cámara, como habría sido el caso en la época muda. Eso significaba replicar las acrobacias y los efectos prácticos de la vieja escuela que los primeros actores y equipos rodaban a diario en aquella época. Sólo la secuencia del campo de batalla requirió más de 30 especialistas de acción, 10 jinetes a caballo, una orquesta completa de 30 músicos, una extensa coreografía de lucha y numerosas explosiones diseñadas y ejecutadas por el coordinador de efectos especiales Elia Popov.
“El reto era que había que manejar a 700 personas en un ambiente muy caluroso en pleno verano en Simi Valley, con especialistas que tenían que representar a gente de la calle en los años 20, así que tuvimos que rebajar su flamante nivel técnico de lucha al de unos presuntos aficionados que nunca habían hecho esto antes”, dice Doug Coleman, que ejerció de coordinador de especialistas en Babylon junto con su hija Whitney Coleman.
Igual que hicieron muchos otros jefes de equipo de Babylon, Doug y Whitney Coleman investigaron las películas de la era muda para ver cómo lograron pioneros como Harold Lloyd y Buster Keaton realizar algunas de las primeras acrobacias prácticas captadas en una película.
“Fueron horas y horas de ver películas mudas,” dice Doug Coleman. “Todo el material de Fatty Arbuckle y las películas de Clara Bow. Investigamos todo lo que pudimos, e incluso hablamos con supervivientes de aquella época, para descubrir ejemplos reales de lo que se hacía. Tratábamos de absorber todas las investigaciones que nos encontrábamos; imagínate”.
“En la secuencia del campo de batalla, hicimos la filmación desde un coche cámara moderno, mientras al fondo de la escena se veía un coche cámara de caballos, de los años veinte, lanzado a toda velocidad, así que fue bastante surrealista”, dice Whitney Coleman. “Quedo claramente de manifiesto la diferencia entre nuestra situación hoy en día y la forma en que tenían que trabajar hace cien años”.
Las acrobacias no se limitaron sólo al campo de batalla. En muchas de las secuencias clave de la película, Chazelle quería transmitir sensación de multitudes a punto de descontrolarse, de caer presas de la histeria. Por ejemplo, los especialistas de acción desempeñaron un papel tan importante como el cuerpo de baile en la fiesta inicial de Wallach, y debían sincronizarse con precisión con la música y la posición de la cámara durante los elaborados planos individuales.
Chazelle se inspiró especialmente en la puesta en escena en profundidad que encontramos en películas como La regla del juego de Renoir, La Dolce Vita de Fellini y Apocalypse Now de Coppola. Esto significaba que Doug y Whitney Coleman, Chazelle y el primer ayudante de dirección Bob Wagner tenían que dedicar tanta atención a lo que ocurría en los fondos de las tomas como en los primeros planos.
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