Igual que Ash Williams, el héroe de Posesión infernal, y Peter Parker en Spider-Man, Christine es una persona normal que de pronto se encuentra en un mundo paralelo al nuestro.
Tras unos años metido en la vorágine del Hollywood más lujoso, Raimi se toma un respiro y vuelve a hacer una película barata de las que le hicieron famoso entre los fans del género, que por entonces ni siquiera nos llamábamos friquis ni teníamos Internet para comunicarnos entre nosotros (lo cual era bueno para la sociedad. No es bueno que el freak se relacione).
Oigo y leo críticas hacia la película, más o menos razonadas, incluso respetables, pero mi reacción ante ellas es la de exhibir esa condescendencia que suelo recibir por parte de los creyentes cuando se enteran de mi ateísmo, ya sabéis “Siento lástima por ti, rezaré para que veas la luz”.
Y es que, ciertamente, la premisa de la película podría haber dado más de sí y centrarse en debates éticos y tragedias cósmicas en vez de limitarse a una sucesión de gags visualmente apabullantes, en los que conviven la risa y repelús. Pero yo la prefiero así, menos obvia y más grisácea respecto a sus intenciones, si es que las tiene.
(Entro en el terreno de las revelaciones argumentales)
Arrástrame al Infierno, con ese delicioso título efectista y pasado de moda tan acorde al espíritu de la película, es básicamente una mezcla de Thinner (Maleficio), de Stephen King, y La Maldición de las Runas, de M.R. James.
Ambas historias ya han sido adaptadas oficialmente, la primera en los 90 con escasa fortuna y la segunda por Jacques Tourneur en una de mis películas de terror predilectas, La Noche del Demonio (1958). La Maldición de las Runas ha sido base también para innumerables plagios y variaciones, incluyendo la ya clásica The Ring.
Arrástrame al Infierno cuenta la historia de una chavala llena de complejos que trabaja en un banco y decide hacerse la dura por primera vez en su vida con la persona menos adecuada: una repulsiva y mezquina anciana gitana, a la que no concede una prórroga para que el banco no la expropie la casa.
Como suele pasar, la gitana le echa un mal de ojo por el cual la protagonista se ve acosada por un demonio (llamado Lamia, aunque poco tiene que ver con la criatura mitológica) que la hace daño a base de bien con la intención de llevársela finalmente al Infierno.
En la película, Raimi vuelve a desmelenarse como en los viejos tiempos, y nos muestra tartas con ojos, cabras parlantes, posesos que levitan y bailan, golpes con yunque estilo Tex Avery, sombras acechantes y cientos de cosas asquerosas que le entran por la boca a la muchacha protagonista. Hay gente que dice que la actriz no tiene la suficiente fuerza ni presencia como para caer bien o mal, y que por eso la película no termina de definirse, pero yo creo que su personaje está bien construido y que se comporta y luce exactamente como lo haría una persona con su trayectoria vital.
En el reparto se echan de menos los habituales cameos de Ted Raimi o Bruce Campbell (que hubiera estado ideal como padre del novio de la protagonista). En contrapartida, aparece Justin Long como pareja sufrida y de buen corazón. Este joven es un actor que me gusta bastante, y que por cierto protagoniza el único momento realmente bueno de la última película de Kevin Smith… pero esa es otra historia que no será contada en ningún otro momento.
Lo realmente valioso de Arrástrame al Infierno es que Sam Raimi, al contrario que la mayoría de sus innumerables imitadores, demuestra que se puede hacer terror divertido sin tener que ser cutre, y que la grosería y la elegancia pueden convivir si uno sabe cómo hacer cine.
Sinopsis
Christine Brown (Alison Lohman) es una ambiciosa apoderada de un banco de Los Ángeles que sale con un hombre encantador, el profesor Clay Dalton (Justin Long). Todo les va muy bien hasta que la misteriosa Sra. Ganush (Lorna Raver) va a verla al banco para pedir que retrase las mensualidades de su hipoteca. Ahora bien, ¿debe Christine hacer caso de su instinto y ayudar a la anciana? ¿O quizá sería mejor negarse y quedar bien con su jefe y conseguir un ascenso? Christine se inclina por la segunda opción, por lo que la Sra. Ganush pierde su casa.
La anciana decide vengarse y le manda una maldición, convirtiendo su vida en un infierno. Perseguida por un espíritu malvado y ante la incomprensión de su escéptico novio, Christine busca la ayuda de un vidente (Dileep Rao) para salvar su alma de una condenación eterna. En un intento de ayudarla a recobrar una vida normal, el vidente la guía por una frenética carrera para invertir el hechizo. Pero las fuerzas del mal se acercan y Christine debe enfrentarse a algo impensable: ¿hasta dónde está dispuesta a llegar para librarse de la maldición?
Hace más de diez años, los hermanos Sam e Ivan Raimi coescribieron la primera versión de un guión que acabaría por convertirse en Arrástrame al Infierno. En aquella época se titulaba «La maldición».
“Siempre nos han gustado las maldiciones”, dice Ivan Raimi. “Nos gustó imaginar qué ocurriría si se le echara una maldición a una persona cualquiera y de pronto se encontrara en unas circunstancias realmente extraordinarias”. En este caso, unas fuerzas incontrolables atormentan a la joven apoderada de un banco, Christine Brown, después de cometer lo que a primera vista parece una pequeña equivocación al no ayudar a una anciana, la Sra. Ganush. Según Sam Raimi “la película es un cuento moral” donde la protagonista “realmente es una buena chica. Tiene buenas intenciones e intenta abrirse camino en Los Ángeles.
Christine tiene un novio al que quiere mucho, y para retenerle, comete una equivocación. Decide pecar, lo que pone la rueda en marcha. La película trata de lo que deberá pagar por eso”. “Hemos querido que Christine sea un personaje moralmente complejo”, añade Ivan Raimi. “Se esfuerza en su trabajo para subir por el escalafón, como cualquiera. Es una persona normal, pero su moral no está del todo definida, hay zonas grises, no todo es blanco y negro. Esa parte es la que más me interesa. Debe enfrentarse a un castigo que no corresponde al error que ha cometido, y me gusta ver cómo se enfrenta a la situación”.
Desde Darkman y El ejército de las tinieblas hasta Spider-Man 2 y 3, los dos colaboradores sienten predilección por los luchadores accidentales y reacios a serlo. Igual que Ash Williams, el héroe de Posesión infernal, y Peter Parker en Spider-Man, Christine es una persona normal que de pronto se encuentra en un mundo paralelo al nuestro. Sin preaviso, su vida es catapultada a un mundo donde no impera la lógica. Todo empieza por una inesperada agresión en su coche, seguida por una hemorragia nasal descomunal, visiones diurnas y pesadillas nocturnas. Participa en una surrealista sesión de espiritismo y acaba teniendo que luchar para escapar de lo que parece un destino inevitable.
Mientras escribían el guión, los hermanos Raimi imaginaron al ser sobrenatural que atormentaría a Christine. Decidieron escoger a la mítica y demoníaca Lamia como antagonista. La Lamia tiene diferentes rostros según las culturas, desde la diosa griega convertida en asesina después de que Hera le robara a sus hijos, hasta un ogro caníbal, un súcubo o una criatura mitad hombre mitad macho cabrío, pero todas las encarnaciones comparten un rasgo. “Cada leyenda especifica que la Lamia enfurecida es un demonio que arrastra a sus víctimas al infierno aullando”, explica Ivan Raimi. “Es el terrible rasgo que todas tienen en común”.
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes, sinopsis y Cómo se hizo © 2009 Universal Pictures y Ghost House Pictures. Cortesía de Universal Pictures International Spain. Reservados todos los derechos.