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Cinco siglos de barroco

Diversos centenarios concurren a los almanaques de este año. Propongo uno más. Sus protagonistas son Martín Lutero y Hernán Cortés, nacidos el mismo año de 1485. No se conocieron, poco y nada sabrían el uno del otro pero tienen que ver con el nacimiento del barroco que pretendo situar en 1519, el año en que León X Papa excomulga al alemán y en que el español inicia la conquista de México.

Lutero excomulgado es la consolidación de la Reforma protestante que se convierte en cisma. La cristiandad como iglesia se parte, se torna bicéfala y se descentra. Cortés, por las suyas, llega a un imperio, el azteca, que tiene una capital, un sistema fiscal, un gobierno monárquico. Rápido y maquiavélico, el extremeño organiza un ejército de aborígenes contrarios a los aztecas y acaba ocupando el trono del Huey Tlatoani, es decir del emperador. Pero por esos años manda en España otro emperador, Carlos de Borgoña, titular del antiguo imperio carolingio. Es decir que en el ámbito español hay dos emperadores que seguramente hablaron del asunto y en presencia de un periodista de lujo, Bernal Díaz del Castillo. Más aún: Cortés funda el imperio español en América – el único de nuestra historia, en rigor– y señala su autonomía, que se irá repitiendo a través de personajes tan variopintos como los hermanos Pizarro, Lope de Aguirre, los comuneros del Paraguay  y suma que sigue, preparando la onda larga de la futura independencia de los países hispanoamericanos. Desde luego, al borgoñón esto no le gustaba nada y así Cortés fue marginado cuanto se lo pudo marginar aunque sin que el descentramiento se remediase.

El barroco es un movimiento de arte y pensamiento, costumbres cotidianas y mitologías, cuya estructura es descentrada. En tanto el clasicismo es circular, centrado, simétrico e inmóvil , el barroco es ovoide, descentrado, asimétrico y dinámico. Lo bello deja de ser estático y se vuelve agitad. La falta de centro y la movilidad dejan entrever el infinito vacío luminoso o tenebroso y se crea la ansiedad barroca por llenarlo todo y paliar el horror a lo vano, lo hueco, la nada.

Dejo al lector en poder de esta sugestión que nos permite celebrar cinco siglos de barroquismos, ya que el ejemplo cundió y llega a nuestros días. No casualmente, el año fundacional registra una tercera fundación, la ciudad de La Habana. En cierto modo, es una capital barroca donde la memoria aborigen se mezcla con la invasión europea a cargo de España y dos inmigraciones que el barroco recoge típicamente: la negra y la china. Quinientos años cumple la ciudad de José Lezama Lima, el neobarroco más notorio en la literatura de nuestra lengua durante el siglo XX.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")