Los datos que configuran la vocación de un periodista son abstracciones de un imaginario personal. Impresiones aisladas. El banco de pruebas del futuro redactor.
¿Qué fue lo que primero motivó a ese plumilla que ahora busca su sitio en el periódico? Vaya usted a saber… Un artículo que lo levantó del suelo. El testimonio de un corresponsal en una plaza sitiada. Una línea de diálogo de Humphrey Bogart en El cuarto poder o de Edward Asner en Lou Grant…
Hay quien se jacta de haber descubierto el oficio con Gay Talese o con Tom Wolfe, fijando el foco en las esquinas del Nuevo Periodismo. Otros prefieren agradecer lo suyo a la estampa de Ryszard Kapuściński en un hotelucho africano.
Sencillo de entender, ¿no? Podría citar otros modelos, pero aún falta el mío.
A estas alturas, es raro que encuentre un libro periodístico que me sorprenda, y tengo, pese a ello, aquí, sobre mi mesa, uno realmente espléndido, firmado por el autor a quien más desvergonzadamente imité cuando empecé a darle a la tecla. El siempre admirado Julio Camba. Ahí es nada.
De sobra sé que en nuestra profesión es poco frecuente mirar por el retrovisor, pero ahora que andamos redefiniendo este viejo invento –la crisis y el todo vale, ya saben– no vendría mal un redoble de conciencia. O lo que viene a ser lo mismo: leer o releer a Pla, a Chaves Nogales, a González Ruano, a Corpus Barga, a Azorín…
Leer a Camba, por supuesto. Y luego reflexionar sobre lo que hemos ido perdiendo por el camino hasta llegar a esta situación en la que el trabajo periodístico –ay– se confunde con un corta y pega practicado por becarios… o por robots como ése que, gracias a los científicos de la Northwestern University, tuitea y hace notas de prensa.
A la vista de lo que se nos viene encima, estas Caricaturas y retratos de don Julio pueden ser toda una revelación para buena parte del gremio. Y usted, amigo lector, como tantos otros que reconocerán el talento de estas páginas, también puede dejarse sorprender. Porque Camba, por vías inesperadas y con una perenne sonrisa, es capaz de convertir una breve semblanza en una obra maestra tan seductora como llena de originalidad.
Qué impecable facilidad la suya. Y sin jactancia de ningún tipo. Parece como si Camba siempre escribiera de buen humor, esperando el postre y el café.
Camba, el mejor columnista español. Ortega reconoció en él «la más pura y elegante inteligencia de España». ¡Y tanto!
¿De verdad les hacen falta más argumentos para hacerse con este libro? Añadiré uno, por si lo dicho no fuera bastante. El responsable de este volumen es Francisco Fuster. Y digo responsable en el sentido más profundo de la palabra, porque esta antología es una labor imponente.
Con paciencia de entomólogo, Fuster ha rebuscado en los periódicos de la época y ha trascrito cada uno de los textos, para luego ordenarlos con un criterio razonado. Gracias a él, disponemos de un fabuloso puñado de siluetas literarias que nos reconcilia con el mejor articulismo español. Corran a la librería y no lo dejen pasar.
Sinopsis
Julio Camba fue un genial y prolífico periodista. A lo largo de su dilatada trayectoria profesional, llegó a publicar más de cuatro mil artículos que, en palabras de Josep Pla, «no tienen precedentes en la literatura castellana».
Caricaturas y retratos es una antología de textos de Camba creada ex novo, seleccionada y prologada por el investigador Francisco Fuster, que reúne treinta semblanzas de escritores (Gorki, Rubén Darío, Baroja, D’Annunzio, Balzac, Dickens, Goethe, Kipling…) y pensadores (Nietzsche, Bergson, Marx…).
Los retratos que integran esta curiosa galería son una especie de siluetas, de escorzos que nos revelan esa faceta oculta y desconocida de treinta personalidades célebres sobre las que creíamos conocerlo todo.
Los artículos reunidos en este volumen, que cubre varias décadas de la producción cambiana, aparecieron por primera vez en varios periódicos –de distinto tono e ideología– en los que Camba colaboró: el republicano El País, el monárquico El Mundo, el conservador La Tribuna, el liberal El Sol y el que más veces reprodujo su firma, el ABC.
La mayoría de estas semblanzas son prácticamente desconocidas y han permanecido inéditas en forma de libro hasta ahora.
Quizá lo más interesante de ellas no sea la calidad o cantidad de información objetiva que sobre cada personaje nos brindan; al contrario, lo que de verdad atraerá al lector actual es la impresión subjetiva que ofrecen, la opinión arbitraria que de cada uno de los retratados nos trasladan. Por eso, su valor real está justamente en el conjunto: en que las treinta semblanzas nos presentan a unos personajes, pero nos hablan también de su autor. En que nos muestran, en definitiva, treinta maneras de ser Julio Camba.
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