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Byung-Chul Han, un filósofo de moda

Filósofos de moda, haberlos húbolos pero no son la regla. Más bien la contraria lo es: la filosofía se ocupa de los problemas universales de la universalidad humana pero sólo la entiende un puñadito de especialistas. Y una minoría, por selecta que sea, no constituye una moda.

No obstante, se sabe que Nietzsche, o algunas de las grageas de su farmacia intelectual, se pusieron de moda en París a fines del siglo XIX. Sin duda, su modo lírico y estremecido de decir las cosas contribuyó al tardío buen suceso. Bergson fue más orgánicamente fashionable. A sus lecciones acudía la crema más batida del mismo París nietzscheano, a tal punto que las señoras de la orilla derecha mandaban a sus mucamas para reservarles asiento, lo cual contribuyó a elevar el nivel humanístico del servicio doméstico.

El coreano Byung-Chul Han merece la consideración de filósofo de moda actual. Me arriesgo a decirlo pues entre la escritura de estas líneas y su temblorosa aparición on line pasarán dos días y cualquiera sabe lo que pueda ocurrir durante ellos. Digo filósofo de moda para bien y para mal. Para bien porque consigue un gran público lector escribiendo sobre filosofía en volúmenes de discreta extensión. Para mal porque la moda –lo dijo Jean Cocteau– muere joven, dura poco y lo fuera-de-moda desprestigia. ¿Cuánto hace que no se habla, por ejemplo, de Althusser o Marcuse, citas obligadas de los años sesenta?

Han me suena a marcusiano cuando razona sobre la tolerancia represiva. El poder actual no aterroriza sino que domina por medio de la seducción. Reconoce una cantidad de libertades que han sido censuradas –y lo siguen siendo– por regímenes autoritarios pero que no pasan de ser antiguallas. El mundo se encamina hacia el dominio del pensamiento único, que es liberal, es decir que reconoce la libertad original del individuo y lo excepcional de las conductas punibles.

Han no le gustan estas astucias. A mí, sí. Por más que se trate de “concesiones” del poder a los individuos, hacen a la cultura de la libertad y marcan estilo. Quienes hemos padecido dictaduras militares sudamericanas, por ejemplo, sabemos del tema, al menos los que hemos sobrevivido a ellas. Pero el asunto es filosóficamente más hondo y tal vez tenga que ver con la noción de Han respecto de la libertad. Él la opone al poder, cree a la manera de Rousseau que el hombre es naturalmente libre, que lo es en la naturaleza. Es ahí donde me permito disentir. La libertad humana no es algo que la naturaleza nos da, que nos es naturalmente entregado. Al revés: en el mundo natural no hay libertad sino necesidad. Dura ley pero ley al fin y, sobre todo, al principio. La libertad no se tiene, se adquiere, ejercitándola. No es la Libertad, única y abstracta, sino las concretas libertades que somos capaces de tomarnos. En esto –seré prudente– no sé si los hombres hemos progresado pero sí sé lo que hemos adquirido. Un código de libertades, una cultura de la convivencia en libertad. Y esto no es pasajero como la moda. Se vuelve clásico: las libertades de toda la vida.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")