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«La Bella y la Bestia», de Madame Leprince de Beaumont

La portada que aquí ven, señores, es la de un relato excepcional. No sé por qué, pero siempre me ha parecido que La bella y la bestia es uno de los mejores cuentos que se le pueden contar a un niño. Es tan sutil y emocionante, que incluso los adultos podemos llevarnos nuestra ración de magia gracias a él.

Reducir la historia de La bella y la bestia a romance y encantamiento sería injusto. No obstante, sin esta narración, es casi seguro que Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711 –1780) no hubiera pasado a la posteridad. Y eso que la buena señora tuvo una relación con el espía e historiador Thomas Pichon, fue profesora de canto de los hijos del Duque de Lorraine, e incluso dio a la imprenta una novela moralista, Le Triomphe de la vérité (1748).

En realidad, el cuento de La bella y la bestia no es original de Leprince de Beaumont. Su origen, como dice el tópico, se pierde en la noche de los tiempos. Sabemos que ella lo conoció a través de otra narradora, Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, quien lo incluyó en el volumen La jeune américaine, et les contes marins (1740).

Madame Leprince resumió la historia en 1756, incluyéndola en el Magasin des enfants, ou dialogues entre une sage gouvernante et plusieurs de ses élèves. De ahí en adelante, no ha dejado de fascinar a las sucesivas generaciones.

Cabe preguntarse cuántos de nosotros aprendimos a valorarlo, una vez abandonada la niñez, gracias a la formidable adaptación cinematográfica de Jean Cocteau, una película en la que se dan la mano el cuento de hadas, la poesía y el surrealismo.

Ahí va una confidencia: tirando del hilo de Cocteau, descubrí el relato original en Horrorscope. Mitos básicos del cine de terror, aquella fabulosa antología que J.A. Molina Foix publicó en 1974, y que he leído tantas veces que ya perdí la cuenta.

Sin embargo, nada hay comparable a su lectura en la edición que lanzó Reino de Cordelia, traducida y prologada ejemplarmente por Luis Alberto de Cuenca. Además del cuidado puesto en el texto, destacan sobremanera las bellísimas imágenes de Walter Crane (1845–1915), uno de los mejores ilustradores ingleses de todos los tiempos.

Los aficionados al diseño y al dibujo, distinguirán de inmediato en las planchas de Crane el sello distintivo del movimiento Arts and Crafts, que tanta gloria alcanzó en las Islas Británicas bajo la enseña de Willliam Morris.

Próximo, en el espíritu y la forma, a prerrafaelitas como Dante Gabriel Rossetti y John Everett Millais, el bueno de Crane inmortalizó con su arte títulos como Household Stories from Grimm (1882), Ali Baba and the Forty Thieves (1873), The Happy Prince and Other Stories (1888), de Ocar WildeQueen Summer (1891), Renascence (1891) y The Sirens Three (1886). En concreto, esta edición de La bella y la bestia incluye algunas de sus más hermosas ilustraciones.

«Para traducir La Belle et la Bête, el insuperable cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711- 1780) ‒escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo‒, compré en Amazon un carísimo y gordísimo volumen (¡nada menos que 1.636 páginas!) publicado en París por Honoré Champion en 2008. Constituye la entrega decimoquinta de una serie rotulada Bibliothèque des Génies et des Fées, inserta en una colección temáticamente más amplia, titulada Sources classiques y dirigida por Philippe Sellier. Debo decir que no soy neutral en lo que atañe a La Belle et la Bête, porque es un cuento que me ha fascinado desde que leí, hace milenios, una edición del mismo ilustrada por Walter Crane (1845- 1915), maestro de maestros de la ilustración británica de la era victoriana y uno de los fundadores del Modern Style inglés. Aquel libro ilustrado que me introdujo en el palacio encantado de la Bestia me condujo a la película La Belle et la Bête (1946), de Jean Cocteau, que es una verdadera maravilla, y, mucho después, al espléndido musical de dibujos animados que urdió la factoría Disney en 1991 bajo la dirección de Gary Trousdale y Kirk Wise, y que, junto a The Wizard of Oz (1939), de Victor Fleming, es uno de las películas favoritas de mi hija Inés. Aquel libro ilustrado sirvió para que, animado por mi buen amigo Jesús Egido, tradujera yo el cuento de Madame Leprince de Beaumont al español y escribiera estas mínimas líneas preliminares, y, sobre todo, para que volviesen a ver a luz las prodigiosas ilustraciones a todo color del inimitable Crane. Ten por seguro, querido lector, que este libro que tienes ahora en las manos va a hacer que olvides, durante el rato que emplees en leerlo y en pasear tus ojos asombrados por las imágenes que lo enriquecen, el aburrido mundo de ahí fuera, donde todo es latosa actualidad».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Reino de Cordelia. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.