Criado en Pasadena, el verdadero George Reeves había nacido el 5 de enero de 1914 en Iowa. Practicó el boxeo amateur y también subió a los escenarios teatrales. Por medio de ambos talentos −su corpulencia de gimnasta y sus virtudes interpretativas−, logró llamar la atención de los cazatalentos. De hecho, se le pudo ver como uno de los gemelos Tarleton en Lo que el viento se llevó. En todo caso, sus experiencias como soldado en la Segunda Guerra Mundial y su fallido matrimonio con Ellanora Needles no contribuyeron a fomentar su optimismo.
De mala gana, y cuando no le quedaban otras opciones, aceptó interpretar a Superman en una nueva serie televisiva. Esa decisión, por cierto, le convirtió en mito. Y probablemente, por vía indirecta, también le costó la vida el 16 de junio de 1959.
Sólo tenía 45 años, y es posible que estuviera minado por la depresión, pero muchos −demasiados, a juzgar por los tabloides− dudaron de aquel suicidio.
Volveremos sobre el enigmático final de Reeves, pero no antes de echar un vistazo al personaje que le dio fama. A fin de cuentas, sus trayectorias tuvieron un cauce de afinidad. No en vano, cuando el actor iniciaba su andadura cinematográfica, el invencible superhéroe ya había nacido.
Desde que en 1938 fueron publicadas en la revista Action Comics las peripecias de Superman, sus admiradores no habían dejado de aumentar en número y en apasionamiento. Los creadores del personaje, Jerry Siegel y Joe Shuster, fueron los primeros sorprendidos por la creciente cantidad de seguidores y por el negocio subsiguiente. Apenas dos años después de la aparición del personaje, los directivos de la emisora Mutual Network llegaron a un acuerdo para radiar desde Nueva York un serial protagonizado por Superman. Se trataba de programas de quince minutos, emitidos los lunes, miércoles y viernes, entre las cinco y las seis de la tarde. La dirección fue encomendada a un equipo formado por Allen DuCovny, Mitchell Grayson, George Lowther, Robert y Jessica Maxwell. Estos tres últimos fueron, asimismo, los productores y guionistas.
El bueno de Lowther llegó incluso a escribir una entretenida novela sobre los orígenes del personaje, aprovechando su experiencia como autor de dichos guiones.
En el equipo artístico figuraban Jackson Beck, que fue el narrador hasta su sustitución por Mandel Kramer; Michael Fitzmaurice, el primer Superman, luego reemplazado por Clayton «Bud» Collyer; Jean Alexander en el papel de Lois Lane y Jackie Kelk como Jimmy Olsen. Batman, otro superhéroe que aparecía con cierta frecuencia en el serial, tuvo diversas voces; entre ellas, las de Stacy Harris, Gary Merrill y Matt Crowley.
El primer episodio se emitió el 12 de febrero de 1940, y tan masiva fue la acogida por parte de los oyentes, que las emisiones se prolongaron hasta 1952. Como seguramente conocen los lectores, las frases que componían la entradilla del programa pasaron a formar parte de la mitología del personaje: “¡Más rápido que una bala! ¡Más poderoso que una locomotora! ¡Capaz de saltar por encima de un rascacielos!… ¡Mira! ¡Allí, en el cielo! ¡Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡Es… Superman!”.
¿Qué pensó George Reeves de esta radionovela? Para ser sinceros, y si tenemos en cuenta sus gustos, es probable que no le prestara demasiada atención. Claro que, por aquel entonces, aún no le habían propuesto el contrato más importante de toda su carrera.
Cuando George Reeves se alistó para combatir en la Segunda Guerra Mundial, Superman adquirió los rasgos de un cartoon. Los responsables de la criatura, Max y Dave Fleischer, fueron comisionados por la Paramount para realizar una serie de cortometrajes de dibujos animados. El primero de ellos se estrenó el 26 de septiembre de 1941. Costó 50.000 dólares y todos los detalles fueron extraordinariamente cuidados, lo que aseguraba la buena acogida de los restantes dieciséis episodios. Con el objetivo de contribuir al esfuerzo bélico, estas películas breves contenían numerosas referencias a la Segunda Guerra Mundial, e incluso ofrecían más de una consigna propagandística.
De forma oportuna, los actores encargados del doblaje fueron Clayton «Bud» Collyer y Joan Alexander, bien conocidos por la audiencia gracias a la emisión radiofónica. Con una periodicidad mensual, llegaron a las salas de exhibición los distintos títulos de la serie: Superman, The mechanical monsters, Billion dollar limited, The arctic giant, The bulleteers, The magnetic telescope, Electronic earthquake, Volcano, Terror on the Midway, Japoteaurs, Showdown, Eleventh hour, Destruction Inc., The mummy strikes, Jungle drums, The underground world y Secret agent. Como es de imaginar, el estreno del último capítulo, el 30 de julio de 1943, no completó el ciclo de explotación comercial de la serie. En adelante, ésta fue repuesta por numerosas cadenas televisivas.
En 1948 Columbia Pictures produjo el primer serial con actores reales, dirigido por Spencer Benet y Thomas Carr. Fueron quince entregas en las que el actor Kirk Alyn, un expresivo bailarín, hizo todo lo posible por convencer a los espectadores de su invulnerabilidad y capacidad de vuelo, aun a pesar de la pobreza de los efectos especiales. Noel Neill dio vida a Lois Lane, Tommy Bons fue Jimmy Olsen y Carol Forman interpretó al personaje maléfico que pone en peligro a Superman y sus amigos, Spider Lady.
Sam Katzman, productor de este serial, fue también el responsable de la secuela, Atom Man vs. Superman (1950), también dividida en quince películas consecutivas. Pese a los discutibles resultados artísticos, ambas producciones abrieron el camino hacia la gran pantalla a las aventuras del conocido superhéroe.
Fue un avispado productor, Barney A. Sarckey, quien propició la realización de un largometraje, Superman and the Mole Men (1951). Lo dirigió Lee Sholem y escribió el guión Richard Fielding. Para el papel principal se rechazó a Kirk Alyn −otras fuentes dicen que él mismo rehusó la oferta− y le correspondió al actor George Reeves la tarea de dar vida al hombre de acero.
El currículo de Reeves, según comenté más arriba, no era de primer nivel. Sarckey lo había visto en Sangre y arena (1941) y Sansón y Dalila (1949), pero, a decir verdad, era casi totalmente desconocido por el público. Con el fin de acomodarlo a su nuevo papel, le diseñaron un vestuario que incluía músculos de caucho. El vuelo se simulaba con trampolines ocultos y los efectos especiales eran tan escasos como lamentables. Con todo, la arrolladora simpatía de Reeves superó todos estos inconvenientes, y quién sabe por que juego del destino, conquistó el corazón de los espectadores.
Por las mismas fechas, la televisión se había perfilado como un problema para el negocio cinematográfico. Robert Maxwell y Bernard Luber, dos ejecutivos de la ABC TV, encontraron en Superman and the Mole Men la clave para el nuevo programa que querían emitir de costa a costa. Se trataba de una teleserie, la primera sobre el personaje creado por Siegel y Shuster. El protagonista de esta emisión semanal tenía que ser, obviamente, George Reeves.
En febrero de 1953 comenzó la primera temporada de The adventures of Superman. Desde el primer momento, se convirtió en un genuino fenómeno sociológico. A las pocas semanas, la mercadotecnia llegó a los puntos de venta: comenzó la edición de cromos, cartas, chapas y cuadernos. También se vendieron figuras a escala y juguetes. El negocio era perfecto para la ABC TV, pues la inversión había sido mínima. Los episodios, de trama dudosamente policiaca, rebosaban un humor ingenuo y reiterativo.
A pesar de los vaivenes que agitaban su vida privada, George Reeves mostró todo su aplomo bajo el uniforme del hombre de acero. Durante seis temporadas, personificó el bien en estado puro. Ni que decir tiene que ese encasillamiento acabó con su paciencia.
Aunque a lo largo de 104 episodios de veinticinco minutos la imagen transmitida fue la de un Reeves jovial y positivo, la realidad era bien distinta. En ocasiones, los rodajes se complicaban por la afición a la bebida del protagonista, mantenida en secreto por el Estudio para no dañar su imagen pública. Además, el equipo técnico dio, en muchos casos, muestras de impericia. Por ejemplo, los maquillajes, bastante mediocres, eran obra de Harry Thomas, colaborador habitual en las películas de Ed Wood Jr., el que fuera considerado peor director de la historia del cine.
Por decirlo con suavidad, la realización tampoco era brillante. De hecho, fue el propio George quien dirigió los tres últimos episodios. Aunque en la última temporada el actor había engordado y tenía el pelo encanecido, los espectadores no se quejaban. Asistía disfrazado a numerosos actos benéficos e incluso participaba en combates amañados de lucha libre. A medida que crecía la leyenda popular, progresaron también sus frustraciones.
La última entrega del serial llegó a los televisores norteamericanos el 27 de noviembre de 1957. Los últimos 52 episodios se rodaron en color, lo que favoreció su posterior reposición cuando las emisoras y cadenas normalizaron este procedimiento. Nadie dudaba de que los productores volverían a rodar aventuras del personaje pasado un tiempo.
Reeves no tenía problemas económicos, pero nadie le daba trabajo, y eso lo desesperó profundamente. Su carácter se volvió aún más agrio tras separarse de su amante, Toni Mannix, en 1958. Todos sus planes profesionales fracasaron porque los ejecutivos del cine y la televisión le consideraban totalmente identificado con Superman. El juicio fue unánime: los niños de América no podrían ver a su héroe favorito despojándose del uniforme. Cuando una bala le perforó la sien, los periódicos titularon la noticia Superman ha muerto.
La conmoción nacional fue enorme, así que Whitney Ellsworth, uno de los productores de la anterior serie, intentó aprovechar la coyuntura favorable con dos nuevas teleseries inspiradas en el superhéroe. La primera de ellas, Superpup, estuvo protagonizada por la mascota del personaje, un supercachorro interpretado por un actor con una máscara. El proyecto fracasó estrepitosamente y no llegó a encontrar patrocinador. Poco después, en 1960, encargó la redacción de trece guiones sobre la juventud de Superman. La serie se registró como The adventures of Superboy, pero sólo llegó a rodarse el episodio piloto, protagonizado por Johnny Rockwell.
Pese a su terco empeño en revivir la franquicia, Ellsworth no encontró empresas interesadas en anunciarse bajo la capa Superman. Pasado de moda, el héroe que tantas ganancias había proporcionado a la ABC parecía un mal negocio televisivo. De hecho, tuvieron que pasar varias décadas para que el público −una audiencia joven, a quien ya no le sonaba el nombre de George Reeves−, respondiera al planteamiento de teleseries como Lois y Clark: Las nuevas aventuras de Superman y Smallville.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Este artículo incluye citas de textos escritos por mí para la Enciclopedia Universal Multimedia, de Micronet, y para el libro La cultura de la imagen. Reservados todos los derechos.