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Arthur y Paul

Arthur Rimbaud es uno de los casos más curiosos de la historia literaria contemporánea. Poeta precoz, vivió brevemente y dejó un solo poema largo, Una estación en el infierno, pues Las iluminaciones es una colección de piezas que reunió y ordenó su amigo Paul Verlaine. Durante muchos años, Rimbaud fue apenas conocido, en parte porque su libro primerizo no se distribuyó al quedar impaga la factura de la imprenta. No obstante, la obra rimbodiana cumplió su deriva secreta. Paul Claudel pasó del ateísmo al fervor católico leyendo a este poeta maldito. Los surrealistas descubrieron en él a un maestro oculto de la poesía en el siglo XX.

En cuanto a Verlaine, de quien fue pareja durante un tiempo al punto de que Paul disparó a Arthur con un matagatos y estuvo preso por ello, Verlaine ofrece un retrato opuesto. Vivió tanto más y fue mimado por parnasianos y decadentes de varias lenguas –entre ellos, nuestro Rubén Darío– gracias a los encantos de sus fiestas galantes y sus líricos raptos de misticismo y melancolía. Los compositores lo favorecieron al convertir en canciones sus piezas y también a la inversa, viéndose favorecidos por lo cantable de sus acariciantes versos.

Ahora en Francia se comenta el proyecto de instalar los restos de ambos en el Panteón de París, un templo secularizado durante la revolución que aloja un osario de celebridades nacionales. El hecho de que una pareja gay y de vida tormentosa vaya a tan virtuoso recinto es resistido desde ángulos diversos. Los más reticentes son los que consideran que estos dos brillantes letrados son casos de inmoralidad y delito, malos ejemplos de conducta patria francesa. Los menos reticentes llegan a la misma conclusión pero desde un extremo opuesto. Estos dos gamberros fueron y siguen siendo marginales de la sociedad burguesa y filistea, próceres de la mala conducta bohemia y no merecen ser ofendidos por la moralina nacionalista.

La tensión es gratificante para quienes amamos en Francia al país que ha dejado durante siglos una de las mejores literaturas del mundo. Que haya una guerra en puntillas por Arthur y Paul restaura el auténtico Panteón francés, que es la lista de sus grandes escritores. En todo caso, siempre nuestros vecinos han sabido rescatar y valorar a sus heridos por las letras así como el piadoso Claudel rescató y valoró al impío Rimbaud infernal. Quizá se trate de un paradigma de tolerancia, de cristiano amor al distinto. O algo más: la aceptación del Otro como parte esencial del Uno Mismo. Con Paul Valéry –otro francés, ya que estamos entre ellos‒ podemos seguir preguntándonos de qué sirve ser siempre Uno y el Mismo.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")