El 25 de mayo de 1937 abrió sus puertas en París la Exposición Internacional. Se concedieron sendas medallas de oro a los pabellones de la Alemania nazi y de la Unión Soviética. El soviético había sido diseñado por Boris Iofán, quien, derrotando al constructivista Konstantin Melnikov, ganó el concurso de su país con un diseño academicista.
Su oponente, en todos los sentidos, fue el pabellón alemán que, curiosamente, tenía una factura similar. Fue diseñado por Albert Speer.
Albert Speer (1905-1981) fue el arquitecto del nazismo. El niño mimado de Hitler, el cual, a su vez, se consideraba un artista frustrado. Speer ayudó decisivamente a construir el imaginario del imperio nazi. Lo hizo a través de sus diseños. Sobre todo, de los que realizó para los congresos anuales en Nuremberg: los Reichsparteitag que se celebraron entre 1933 y 1938.
El arquitecto Luis Jesus Arizmendi. que elaboró un cuidadoso estudio sobre Speer (Albert Speer, arquitecto de Hitler. Una arquitectura destruida, EUNSA, 1978), señaló que en dichos diseños aparece el rectángulo como receptáculo de masas.
Para el Congreso de 1935, Speer diseño una estructura luminiscente. En un recinto donde se agolpaban ciento setenta mil participantes, en la oscuridad, partidos en zonas de sombra y luz, hizo colocar en el perímetro ciento treinta gigantescos reflectores del ejército. De este modo, creó una Catedral de Luz (Lichtdom).
«Estar dentro de ella (pertenecer al grupo) ‒escribe Arizmendi‒ marcaba la seguridad, la tranquilidad que ya no era posible al traspasar la frontera luminosa y sumirse en las sombras, en la indefensión.»
Hannah Arendt se encargó de analizar las motivaciones profundas de ese fenómeno: de acuerdo con los movimientos pangermanistas que antecedieron al nazismo, el hombre, perteneciendo inevitablemente a algún pueblo, recibía su origen divino sólo indirectamente a través de su pertenencia a ese pueblo. Este mecanismo transformaba al pueblo en una masa «elegida» y uniforme de arrogantes robots.
La puesta en escena pertenece a la modernidad, que también tiene su lado oscuro. Los totalitarismos, el nazi y el soviético, crearon parte de los fetiches del mundo moderno que, transformados o no, se siguen utilizando.
Imagen superior: Catedral de Luz sobre el Campo Zeppelín (Nuremberg, 1936). El diseño de Albert Speer llegó a incluir 152 focos de defensa antiaérea, ordenados en intervalos de doce metros, apuntando hacia el cielo. Con fines propagandísticos, la Catedral de Luz fue filmada para incluir ese metraje en la película «Festliches Nürnberg» (1937).
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