Un tipo pasa un fin de semana en la montaña con la Santísima Trinidad. Sí, ese el argumento de la película, uno de esos planteamientos que se toman o se dejan, pero que Son lo que Son (parafraseando al Creador).
El protagonista (un Sam Worthington que debería plantearse cambiar de agente) es un hombre destrozado por la tragedia. Su hija pequeña fue asesinada por un psicópata y se siente culpable por ello. La relación con su esposa y sus hijos (vivos) se ha deteriorado y, para colmo, arrastra un trauma infantil.
Pero el buen hombre recibe en el buzón de su casa una invitación del mismísimo Dios (el cristiano, aclaramos) para ir a verle a la cabaña en la que fue asesinada su hija, con quizá poca falta de tacto por parte del Todopoderoso.
A partir de ahí, la película enfrenta a un hombre azotado por la desgracia con Dios, al que lanza todas esas preguntas-acusaciones en las que hemos caído todos los humanos alguna vez: ¿Por qué Dios permite que pasen cosas malas a la gente inocente? ¿Por qué no castiga a los malvados? Etc.
Dios aparece en las tres facetas de la Trinidad: Dios Padre (Octavia Spencer) en forma de entrañable señora afroamericana, Cristo (Avraham Aviv Alush) como treintañero enrollado y el Espíritu Santo (Sumire Matsubara) como angelical joven asiática. El protagonista establece charlas con cada una de esas facetas, al modo de debate-psicoterapia-seminario en un paraje natural paradisíaco.
Si Zaratustra bajó de la montaña para decir que Dios estaba muerto, el protagonista de La cabaña imita a Moisés y sube a la sierra para darse cuenta de que está bien vivo y, habiendo dejado atrás el mal temperamento que exhibía en el Antiguo Testamento, ahora es un ser cariñoso que ama a todas sus criaturas por igual y no le desea ni causa el mal a nadie.
La película se puede interpretar de varias maneras. La principal (y buscada por los responsables) es que el mensaje divino es la mejor ayuda cuando uno está hecho polvo. Dios nunca te abandona y te ama incondicionalmente. No hay que juzgar a los demás, sino perdonar cualquier trastada que te hagan el prójimo o la mala suerte. Básicamente, el mensaje de Cristo.
Si uno es ateo, puede interpretar la moraleja a un nivel psicológico: vivir en el pasado, el rencor o el odio es malo para el estómago e impide avanzar en la vida.
Luego estaría la visión del que le busca tres pies al gato.
Verán, Dios se muestra como una entidad adorable durante toda la película, pero uno (que ha visto quizá demasiados thrillers psicológicos) no puede impedir verle como un ser manipulador, irresponsable (se lava las manos respecto a los males del mundo) y excesivamente hambriento de afecto y reconocimiento. Quizá todo se trate de un experimento cruel, al estilo de Job o Abraham, pero adaptado a los tiempos de la psicología y las conductas pasivo-agresivas.
En una insospechada temporada cinematográfica en la que el Señor aparece otras películas como Madre! o La llamada, La cabaña intenta reconciliar la religión más tradicional, la de misa y fe ciega, con visiones más modernas y amables, enfocadas al pacifismo y la serenidad de espíritu.
Sinopsis
Después de sufrir una tragedia familiar, Mack Phillips (Sam Worthington) cae en una profunda depresión que le lleva a cuestionar todas sus creencias. Sumido en una crisis de fe, recibe una enigmática carta donde un misterioso personaje le cita en una cabaña abandonada en lo más profundo de los bosques de Oregón. A pesar de sus dudas, Mack viaja a la cabaña, donde se encontrará con alguien inesperado. Este encuentro conducirá a Mack a enfrentarse a importantes verdades, que no solo transformarán su comprensión de la tragedia, sino que harán que su vida cambie para siempre.
Basada en la exitosa novela The shack (2007), de William Paul Young, con más de 15 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, La cabaña está protagonizada por Octavia Spencer, ganadora de un Oscar, y por Sam Worthington, Jake de Avatar.
La cinta está dirigida a todo tipo de público: niños y adultos, creyentes y personas alejadas de la vida religiosa. Como la novela, la película aborda, desde una perspectiva personal y familiar, temas tan controvertidos como la presencia del dolor y del mal en el mundo, y actúa también como una eficaz terapia para afrontar con optimismo y esperanza los problemas más frecuentes con los que se encuentra el ser humano.
La novela de William P. Young debutó en el primer puesto de la lista de superventas del New York Times y permaneció en ella durante más de 70 semanas. El apoyo de un entusiasta boca a boca no tardó en poner el libro en manos del gran público, lo que impulsó las ventas del mismo hasta superar los 22 millones de ejemplares y ha hecho que haya acabado publicándose en más de 40 idiomas.
Se trata de una historia profundamente inspiradora sobre la capacidad de recuperación del espíritu humano ante una pérdida inimaginable, en la que un padre afligido deberá afrontar la decisión más dura de su vida y perdonar lo imperdonable.
Para el productor Gil Netter, la infinidad de historias personales sobre el impacto del libro se convirtió en algo cotidiano durante el rodaje. «Había muchísima gente que quería formar parte de este proyecto y todos tenían sus propias razones personales», afirma Netter. «Ya fuera un miembro del equipo técnico, un extra o un vecino del barrio en el que estábamos filmando, siempre había alguien que compartía su historia sobre cómo La cabaña les había afectado a ellos o a alguien cercano a ellos. Fue increíble». Netter sabía que se trataba de una película que era necesario hacer y debe parte del crédito a su mujer y coproductora, Lani Armstrong Netter. «Hace ocho años, leí el libro y no me cansaba nunca de él», recuerda. «Compré cajas del libro y empecé a dárselas a todos mis amigos, a cualquiera que me encontrara. Como a tantos otros, ‘La cabaña’ cambió mi vida, con su mensaje de fe, amor y perdón. Quería compartir este historia con un público más amplio. Le di el libro a mi marido, Gil, y le dije: ‘¡Tienes que hacer una película de esto!’. Afortunadamente, tras leerlo sintió la misma pasión y ha trabajado incansablemente para conseguir que se hiciera esta película».
El primer paso para convertirlo en una auténtica película de Hollywood era encontrar al reparto perfecto, que entendiera y apreciara el material, y estuviera dispuesto a abrirse a explorar los profundos y conmovedores mensajes. Eso cobró forma en un extraordinario elenco que incluye a Sam Worthington, la ganadora del Óscar Octavia Spencer (mejor actriz de reparto por Criadas y señoras en 2011), Radha Mitchell, Alice Braga y el ganador del Grammy Tim McGraw, junto a los recién llegados a la gran pantalla Sumire y Avraham Aviv Alush.
Octavia Spencer, que interpreta a Papa/Dios, ya era una devota fan del libro y llevaba su propio y preciado ejemplar con ella a todas partes durante el rodaje. «No podía imaginarme no realizar este viaje. Un amigo me dio el libro y me dijo que tenía elementos de thriller forense, con una gran sorpresa. Creía que iba a leer algo muy distinto a la lección de vida que acabaría recibiendo de La cabaña. Me sentí profundamente conmovida porque me pareció muy natural. Las preguntas formuladas a Dios me parecieron de algún modo algo por lo que pasamos todos, incluida yo misma. He sufrido pérdidas en mi vida, pero tu fe es de las cosas que hacen que te recuperes, así que en muchos aspectos entendí el viaje de Mack».
Es ese examen de algunas de las cuestiones más importantes y enigmáticas de la vida lo que hizo que Sam Worthington se interesara desde el primer instante por interpretar el papel de Mack. «Tuve una reacción visceral al guion, que me impulsó a leer el libro», recuerda Worthington. «Conecté emocionalmente con la historia, ya que tengo una familia joven y me identifiqué con lo que pasaría si, en mi familia, me arrebataran a mi hijo. Quería utilizar a Mack para explorar esos temas sobre la vida y la muerte y quién tiene la culpa por romperte el corazón, quién tiene la culpa por arrebatarte tu fe. Son cuestiones muy importantes, que creo que todo el mundo se plantea en algún momento de su vida».
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