Hay que sacar tiempo para los clásicos. Rara vez, si alguna, decepcionan. De ahí lo de clásicos, claro. Hará poco más de una semana que terminé de leer Cinq-Mars (1826), del poeta y escritor romántico francés Alfred de Vigny (1797-1863), y todavía me rondan por la cabeza sus espectaculares imágenes, su prosa arrebatada y arrebatadora y su trágico final.
Basada en la historia real de la conspiración contra Richelieu tramada por el joven Marqués de Cinq-Mars, con la complicidad del Duque de Orleans y su renuente amigo François Auguste de Thou, está considerada como una de las primeras novelas históricas propiamente dichas de la literatura francesa, inspirada en el modelo de Walter Scott, habiendo sido alabada por el propio Victor Hugo.
Llena de peripecias, intrigas cortesanas, sitios y escaramuzas, De Vigny, poeta favorito de Proust, alcanza cotas magníficas de puro delirio poético Romántico con «R» mayúscula.
No faltan contrabandistas españoles (Cinq-Mars esperaba pactar con el Conde Duque de Olivares para derrocar al favorito de Louis XIII), romance condenado de antemano, una evocación intensa y sorprendentemente lúcida del caso de las poseídas de Loudoun (que mucho antes del estupendo libro de Aldous Huxley o la película de Ken Russell, achaca De Vigny a intrigas políticas para deshacerse del excesivamente poderoso Urbano Grandier), y el retrato sensible y sensual de una viril amistad masculina entre Cinq-Mars y su amigo Thou con aroma homoerótico y trágico sin par.
Sin duda, una influencia en el Dumas de Los tres mosqueteros (por más que Dumas se mostrara displicente en sus críticas al libro, razón de más para sospechar). Mientras devoraba del tirón sus páginas finales no podía dejar de pensar que se trata de una obra bien merecedora de una gran ópera romántica… Y claro, la tiene: la compuso Charles Gounod en 1877.
También inspiró varios cuadros, como el espectacular La barcaza oficial del cardenal Richelieu en el Ródano, de Paul de Laroche (1829), que representa a los prisioneros llevados a su encierro y martirio, exhibidos por el ministro francés para su propia satisfacción.
Lo dicho: ¡Volvamos a los clásicos! Por lo menos de vez en cuando.Copyright del artículo © Jesús Palacios. Reservados todos los derechos.