Por su densidad cultural y sus connotaciones históricas, la Biblia es un reto para cualquier investigador que se proponga explorar su origen y desarrollo. En el caso de quienes crecen convencidos de que se trata de un libro sagrado, el camino adquiere, sin duda, nuevos significados y enseñanzas. Tan pronto como entendemos todo esto, entendemos algo más.
Cuando lo normal consiste en adoptar dos posturas antitéticas ‒tomar la Biblia como una referencia absoluta o bien ignorarla, como si solo fuera una recopilación de mitos‒, hay una tercera vía: interpretarla como una puerta de acceso a las culturas que fueron la base de Occidente.
No en vano, al abrir sus páginas, accedemos a una esencia destilada de tradiciones, relatos y creencias que nos adentran en la noche de los siglos, para luego desembocar en el canon de las Escrituras que hoy conocemos.
Sea uno creyente, agnóstico o ateo, el libro de John Barton es una lectura formidable, a la altura del tema que aborda. Nos hallamos ante un ensayo monumental, respetuoso y científico, armado de una documentación exhaustiva y con una erudición que, sin embargo, desprende amenidad y ligereza
El propio Barton ha dejado claro qué asuntos quiso que abarcara su obra: cómo fue escrita la Biblia, cómo se recopilaron los libros que la componen y se volvieron canónicos, cómo ha sido interpretada y traducida, y algo no menos importante, cómo se relaciona con las dos religiones -el judaísmo y el cristianismo- que la aceptan como Escritura.
Suena ambicioso, pero lo cierto es que ese objetivo ha quedado plenamente cumplido. Decir que esta es una obra apabullante solo es una forma de resumir todas sus virtudes.
La fe y la Biblia: una negociación constante
Hay otro factor que sale a relucir a lo largo de este ensayo y que en él encuentra una respuesta adecuada: el ocasional conflicto entre lo que la Biblia recoge y lo que su interpretación religiosa plantea a lo largo del tiempo. Basta con fijarse en cómo los judíos, los católicos o los evangélicos han ido diferenciando su doctrina a partir de lo que dicen o creen que dicen las Escrituras.
«Abrir un espacio entre la Biblia y la religión -aclara Barton– permitiría la lectura de la Biblia en sus propios términos y el desarrollo de la fe sin constreñirla completamente a ella. La relación entre Biblia y fe implica una negociación constante».
Al indagar en cada pista y reordenar las piezas, el autor llega a esta conclusión: «En realidad, no existe ninguna variedad del cristianismo o del judaísmo que se corresponda punto por punto con el contenido de la Biblia, pues con frecuencia el resultado no coincide con lo que puede leerse».
De hecho, en el último capítulo del libro, Barton nos propone una metáfora que sintetiza esta curiosa relación entre las Escrituras y la práctica religiosa: «Podemos concebir la fe cristiana y la Biblia como dos círculos que se intersecan. Hay partes de la Biblia que apenas guardan relación con la fe cristiana, y que serían una fuente de problemas si los cristianos hicieran lo que se expone en ellas».
¿Quieren un par de ejemplos? Aquí los tienen: las maldiciones recogidas en los Salmos y muchas leyes del Levítico.
«Del mismo modo -leemos-, hay aspectos de la fe cristiana que apenas están representados en la Biblia, o que no lo están en absoluto: la doctrina de la Trinidad, la forma en que se debe organizar la Iglesia…».
En opinión de Barton, hay una gran área en la que ambos círculos se solapan y donde los contenidos de la Biblia y de la fe cristiana son congruentes. «Sin embargo, los problemas surgen cuando las personas insisten en que la Biblia y la fe coinciden: que solo hay un círculo».
Imagen superior: Wenzel Peter, ‘Adán y Eva en el Jardín del Edén’.
Un tesoro literario por explorar
En términos literarios, John Barton nos invita a conocer la enorme riqueza y sabiduría que encierran tanto el antiguo como el nuevo testamento. No solo por la variedad de sus orígenes, sino por el proceso histórico que abarcan.
Y no hablemos ya de los variadísimos géneros que involucra cada uno de los textos que uno puede encontrar aquí: poemas, cartas, aforismos, narraciones….
Imagen superior: ‘Daniel en el foso de los leones’, de Briton Rivière.
Leyendas y narración histórica
Descender a las profundidades de un libro tan trascendente y rastrear en el fondo de las tradiciones y acontecimientos que lo originaron exige una formación específica. Y John Barton la tiene.
Después de enseñar en Oxford durante varias décadas y de haber dedicado otros libros al mismo asunto, este académico posee la solvencia como para entender cómo una serie de libros dispares de la Antigüedad fueron integrándose gradualmente, como si fueran estratos en un yacimiento, para luego unirse a las epístolas de San Pablo y, por supuesto, a los evangelios.
«Como cualquier otra colección de libros del mundo antiguo -escribe-, el contenido de la Biblia proviene de muchas épocas y circunstancias diferentes. No siempre es fidedigna cuando recurre a la narración histórica, en parte porque admite leyendas y en parte porque su versión de la historia viene determinada por un compromiso con diversos intereses».
Esto último, aunque en menor grado, también afecta al Nuevo Testamento. «He escrito como si las características distintivas de cada evangelio reflejaran los intereses personales de su autor y, en efecto, esta me parece la forma natural de interpretar la información que tenemos. Esto no quiere decir que los Evangelios sean ficción, pero sí implica que cada evangelista tuvo bastante libertad para cambiar y matizar las tradiciones que había heredado».
En otras palabras, Barton entiende que la Biblia se nos presenta como un documento crucial, «pero no infalible» de la fe de los cristianos. Y esa intuición favorece un acercamiento convincente y razonable, basado en sólidas investigaciones. Además, insisto en ello, resultará de gratísima lectura tanto para los creyentes como para los escépticos, lo cual, créanme, no es una tarea fácil.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
Copyright de la portada © Ático de los Libros. Reservados todos los derechos.