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Los ‘flirts’ del joven Chopin

«Por primera vez, Chopin afrontaba la aventura de vivir en soledad, sin el abrigo de sus hermanas ni los camaradas del pensionado, en un pequeño pisito del boulevard Poissonnière»

Titubeando sobre cuál sería su destino tras la insurrección polaca aplastada por los rusos, Chopin habría de elegir entre París, Londres, Nueva York o, incluso, Milán, que ofrecía entonces el apogeo de Giuditta Pasta en la première de dos obras de Bellini, La sonnambula y Norma (ambas de 1831). Con apenas veintiún años decidió detenerse momentáneamente en un París en plena ebullición después de la oleada revolucionaria del año anterior, que había depuesto al monarca absoluto Carlos X en favor de su primo, Luis Felipe de Orleans, el “rey burgués”.

Entre un gran desconcierto, el joven encontraría entretenimientos propios de la gran ciudad, impensables en la Varsovia de provincias en que se había criado durante la era de la Restauración: «¡Curioso pueblo! [el parisino]. Cuando llega el atardecer, por todas partes se oye gritar el título de novelas pequeñas hojas volantes y, por un céntimo, se pueden comprar tres o cuatro páginas de tonterías impresas tales como El arte de hacer amantes y conservarlos, Amores de curas, El arzobispo de París y Mme la duquesa de Berry y otras tantas obscenidades», escribía a Tytus Woyciechowski el 25 de diciembre de 1831, con el candor, cuando no el sonrojo, de quien sólo ha conocido los amores platónicos:

«Aquí se encuentra todo al mismo tiempo, el mayor lujo y la mayor suciedad, la mayor virtud y el mayor vicio. A cada paso, carteles que se refieren a las enfermedades venéreas; ruido, estrépito, alboroto y fango, más de lo que resulta posible imaginar. Uno desaparece en este paraíso y eso es muy cómodo: nadie se interroga acerca del tipo de vida que uno lleva; se puede salir en pleno invierno vestido de harapos y frecuentar la más alta sociedad (…) ¡qué de señoritas misericordiosas…!, persiguen a los transeúntes» (Chopin a Kumelski, París 18-19 [noviembre], 1831).

Por primera vez, Chopin afrontaba la aventura de vivir en soledad, sin el abrigo de sus hermanas ni los camaradas del pensionado, en un pequeño pisito del boulevard Poissonnière, desde cuyos balcones se divisaba todo París, desde Montmartre al Panteón, en un quinto piso sin chimenea:

Dagnan, ‘Le boulevard Poissonnière en 1843’.

«En mi casa, en el piso debajo del mío, hay una mujer joven cuyo marido está ausente desde por la mañana hasta una hora tardía de la noche. Mi vecina es bonita y me ha invitado más de una vez a consolarla de su soledad. En su casa crepita una gran lumbre en torno a la cual sería bueno sentarse, y ella me lo ruega, creyendo que, cualquier día, me dejaré tentar. Pero no tengo ganas de correr estas aventuras. Bien podría ser que ésta me llevase a la Gaîté a conocer el bastón del marido» (Chopin a Tytus Woyciechowski, París, 12 de diciembre de 1831).

De hecho, poco después, el extraño encuentro con Johann Peter Pixis, un avejentado compositor que había estudiado en la Viena napoleónica, habría podido convertirse en el argumento de una obra de Rossini o Donizetti, incluso, en una opereta de enredo para el mencionado Théatre de la Gaîté:

«No me puedo resistir a contarte la pequeña aventura que me ha acontecido en casa de Pixis. Figúrate que tiene bajo su techo a una joven señorita de quince años con la que proyecta casarse (eso dice). Yo los había conocido en Stuttgart. Apenas llegué aquí, Pixis me invitó sin decirme (pues puede ser y sería demasiado tarde) que su señorita (yo no pensaba, además, en ella) lo había acompañado a París. Me encuentro con la joven pupila en la escalera. Ella manifiesta gran alegría, me invita a entrar en su casa, diciendo que no había nada de malo en esto. ‘M. Pixis no está aquí’, añadía ella, ‘no se preocupe, no tardará, etc.’ (una especie de temblor nos sacudió a los dos). Me excuso sabiendo lo celoso del viejo, le digo que iré otro día y etc. Y, mientras nos hablamos con toda inocencia pero con dulzura en la escalera, Pixis aparece. Escruta (como Soliva) con su mirada a través de sus gruesos cristales para ver quién, allí arriba, habla con su hermosa. Se apresura, el pobre. Rápidamente se para delante de mí, diciendo bruscamente: ‘Buenos días’, después se gira hacia ella: ‘¿Qué hace usted aquí?’, añade antes de abrumarla con un interminable sermón mezclado con juramentos alemanes por atreverse a recibir jóvenes en su ausencia. Y yo mismo, con una sonrisa (y como si nada) le remarco, como aprobando a Pixis, que había salido del piso demasiado ligera de ropa (con una simple falda de muselina). El viejo se calma, cambia de opinión, me coge del brazo y, no sabiendo cómo instalarme mejor, me introduce en su salón. Sin duda, pensaría él que, enfadado, me permito jugarle una mala pasada en su ausencia o, en cambio, jugársela a su pupila. Enseguida, me reconduce hasta la escalera, pero como se ha dado cuenta de que yo estaba contento (en efecto, no podía disimular mi diversión: era la primera vez que me encontraba gente que me suponía capaz de alguna cosa de pareja), como él ve que estoy contento, Pixis entra en casa del conserje y lo oigo preguntar si hacía mucho tiempo que había subido yo y etc.  (…) ¿Qué te parece?, yo, ¡un seductor!» (Chopin a Tytus Woyciechowski, 12 de diciembre de 1831).

Poco después, la capital francesa caería presa del encanto de la música de un Chopin que terminaría fijando su residencia en París hasta la hora de su muerte: «Chopin está bien, es vigoroso; hace torcer la cabeza a todas las mujeres y pone celosos a los maridos. Él está de moda. Sin duda, pronto llevaremos guantes à la Chopin. Pero el recuerdo de su país lo consume…», escribía Orlowski, otro exiliado polaco, a su familia, en torno a 1834.

Imagen superior: Hershey Felder en el montaje teatral ‘Monsieur Chopin’, dirigido por Joel Zwick en 59E59 Theaters, 2023 © Hershey Felder Presents. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Marta Vela. Reservados todos los derechos.

Marta Vela

Marta Vela es pianista, escritora y docente en la Universidad Internacional de La Rioja. Junto a una actividad muy intensa en diversos ámbitos artísticos –interpretación, dirección musical, gestión cultural, elaboración de contenidos audiovisuales–, sus líneas de investigación versan sobre música y literatura, interpretación y análisis, música vocal post-tridentina y música instrumental de los siglos XVIII, XIX y XX. Sus artículos han sido publicados en diversas revistas especializadas de España, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, México, Costa Rica y Reino Unido, entre las que destaca la "Revista de Occidente". Sus actividades artísticas han aparecido en medios de alcance nacional, Es.Radio, Cadena Cope, TVE 1, Radio Nacional de España, "El País", "El Mundo", "La Razón". En Radio Clásica ha presentado y dirigido espacios como "Temas de música" y "Música con estilo". Dos de sus libros, "Correspondencias entre música y palabra" (Academia del Hispanismo, 2019) y "Las nueve sinfonías de Beethoven" (Fórcola, 2020) le han valido sendas candidaturas, en 2020 y 2021, al Premio Princesa de Girona, en la modalidad de Artes y Letras. Asimismo, es autora de "La jota, aragonesa y cosmopolita" (Pregunta Ediciones, 2022).