La imagen verde amarillenta de algo desenfocado se transforma en el ojo de un lagarto bajo el ruido amenazante de un acorde distorsionado. Podría ser el inicio de una nueva opereta de David Lynch, pero es Zöe Kravitz, la hija de Lenny, quien dibuja los arpegios de esta Gibson con exceso de potencia en el ampli y un mal disimulado desafine.
Slater King (el omnipresente actor Channing Tatum), es un famoso y millonario filántropo retirado del mundanal jaleo en una isla de su propiedad, arrepentido -al parecer-, de no sabemos bien qué tropelía cometida en el pasado. Dedicarse a sus gallinas y sus cultivos, es ahora la máscara con la que en realidad encubre una vida paradisíaca de lujo, entregado a un brunch infinito, entre piscineo, champagne con frutas del bosque, chicas, drogas, y un hedonismo hortera de corte ibicenco-tropical.
La inocente Frida (Naomi Ackie), camarera en un cocktail que King ofrece en la ciudad, se las ingenia para acabar siendo invitada a la isla VIP de este simpático Peter Pan, y gozar de lo que sin duda va a ser una experience inolvidable… si es que logra no olvidar lo que orgía tras orgía irá viviendo en la isla de Nunca Jamás, entre niñas perdidas y desaprensivos piratas hasta las cejas de chuches para adultos.
Y es que lo que empiezan siendo unas idílicas vacaciones de privilegio, se irá transformando poco a poco en algo sórdido que el ruido de una música hostil e irritante ya nos va adelantando, ese soniquete incómodo que nos dice que algo chirría en el paraíso, y que bien puede traducirse como “¿qué diablos estoy haciendo aquí?”.
Parpadea dos veces es una aventura incómoda, una pesadilla en un Jardín del Edén caribeño, entre irisadas arquitecturas coloniales, y paisajes naturales y coloristas como cuadros de Gauguin en Tahití, con todo ese despliegue de cálida frondosidad verde alimonada, exóticas flores de un tono anaranjado fluorescente, y demoníacas serpientes amarillas reptando entre los pastos de ese envenenado valhalla.
“Conejo rojo, conejo rojo”, anuncia una anciana sirviente a Frida cada vez que se cruza con ella, frase macguffin que aliña el desconcierto y alimenta el misterio de algo subyacente y horrible que aún no podemos sospechar, pero que nuestros nervios ya anticipan. “¿Alguien tiene un mechero?”, se inquiere con insistencia, otra pista a seguir como al conejo (esta vez blanco) de Alicia, en este país del olvido.
Y es que la aparente armonía inicial entre el grupo de descerebrados bon vivants y su misterioso anfitrión, se irá descosiendo día a día de un modo imperceptible, como esa plúmbea resaca lisérgica en la isla de los lotófagos que impide ordenar ideas y aclarar la consciencia. La pesadez mental y el aturdimiento se instalan en el ánimo de nuestra protagonista, sensación que subraya atinadamente una estridencia visual y sonora que acrecienta la tensión latente.
Adria Arjona, Alia Shawkat, Christian Slater, Kyle MacLachlan (actor fetiche del antes citado Lynch), Haley Joel Osment (el niño de El sexto sentido), y una veterana y eternamente atractiva Geena Davis, completan -entre otros-, el plantel coral de este reallity en la isla de los famosos, un elenco de juguetes rotos restaurados y fenómenos de circo cinematográfico, que más causal que casualmente parecen destinados a protagonizar esta extravagante historia.
El film se ve con el desagrado para el que está concebido, dejando quizá una cierta decepción en el desenlace una vez descubierto lo poco sofisticado del mecanismo del artilugio, pero de una factura eficaz y una aceptable intención artística en los detalles y en el intento de crear un misterio al límite de lo real y lo soñado.
Entretenido pasatiempo de verano sin más recorrido. Si no has logrado darte un chapuzón, tomar champagne con fresas, consumir sustancias alternativas, ni te ha mordido algún bicho en la pisci, aquí tienes una oportunidad de resarcirte virtualmente, una película digna del slogan con el que el gurú protagonista nos instruye: “olvidar es un regalo”.
Sinopsis
Cuando el multimillonario tecnológico Slater King (Tatum) conoce a la camarera Frida (Ackie) en su gala de recaudación de fondos, saltan chispas. Él la invita a unirse a él y a sus amigos en unas vacaciones de ensueño en su isla privada. Es el paraíso. Las noches salvajes se mezclan con los días soleados y todo el mundo se lo pasa en grande. Nadie quiere que este viaje termine, pero cuando empiezan a ocurrir cosas extrañas, Frida empieza a cuestionarse su realidad. Algo va mal en este lugar. Tendrá que descubrir la verdad si quiere salir viva de esta fiesta.
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