Magníficamente escrita, con un acierto que preside todo su desarrollo, Jane Eyre es un romance gótico que tiene asegurada la inmortalidad por muchas razones.
Es obligado reconocer que los lectores hemos sido bastante justos con la obra de Brontë, reeditada de forma regular y generosa, precisamente porque siempre habrá nuevos admiradores dispuestos a sumergirse en esta ficción turbia, elegante y sombría.
Ha pasado mucho tiempo desde que la obra salió por vez primera de imprenta, allá por 1647.
Empiezan a acumularse los tópicos. Y los tópicos, ya se sabe, afectan sobre todo a los libros más populares, cuya naturaleza se da por sobreentendida. Así, al mencionar Jane Eyre, uno se imagina mansiones góticas, hospicianas de dedos delgados y huesudos, amores al borde de la locura y secretos que se ocultan en cuartos húmedos y oscuros.
Creo yo que el lector que hoy quiera atravesar nuevamente sus páginas, o el que –suerte la suya– lo haga por vez primera, debe ir más allá de esos clichés. Digo esto porque Brontë pertenece a esa familia de espíritus literarios para quienes la emoción más íntima está destinada a espesar la intriga, sin dejar que ésta o el escenario se conviertan en lo principal.
¿Qué es Jane Eyre? En este libro hay lugar para el escalofrío y para el romanticismo, pero también para personajes de interioridad trágica. La autora refleja con idéntica tensión el delirio y la pureza, el desamparo afectivo y una pasión femenina que nunca es edulcorada.
Los elementos estructurales del libro consolidan un sólido edificio narrativo: una arquitectura que asegura el interés del lector desde el primer hasta el último capítulo. Hay una rara providencia que gobierna el relato en primera persona de Jane Eyre. Lo advertimos cuando aún es una niña huérfana, al cuidado de su nada compasiva tía política, la señora Reed.
Los desvelos infantiles de la protagonista se prolongan en la escuela de Lowood: otro escenario dickensiano que nos obliga a sentir el maltrato infantil desde un peldaño más alto. Con todo, el meollo de la historia es el que presenta a Jane como institutriz privada en Thornfield. En ese imponente lugar, la figura romántica de Mr. Rochester ocupa un lugar destacado en las subtramas que, de ahí en adelante, van entrecruzándose con formidable precisión.
Obra lírica y conmovedora, Jane Eyre es un maravilloso retrato de época, un cuento moral y una historia realista cuyos valores van mucho más allá del consabido goticismo.
Nota editorial
Marcada por su temprana orfandad materna, la escritora británica Charlotte Brontë, que a lo largo de su corta vida acumuló muchos lutos, revela en su obra el apasionado deseo de encontrar un lugar en el mundo.
Jane Eyre, la obra que consagró su éxito fulminante, tiene los ingredientes de una novela gótica, pero rebasa con mucho las convenciones del género. Cándido Pérez Gállego explica en la Introducción cómo Jane, la protagonista, es portavoz de un nuevo modo de descubrir la realidad, y su reflexión nos lleva a un viaje hacia la autenticidad. Al valor histórico –Charlotte Brontë logra un cuadro enormemente plástico de la sociedad británica de su época– se unen aquí el valor moral y el literario. Porque, en efecto, superando las técnicas tradicionales de los diálogos, una especie de «comentario mental» abre en Jane Eyre el camino que conducirá a Virginia Woolf.
«Amable lector: ¡ojalá no sientas nunca lo que yo sentí entonces! ¡Ojalá no llores nunca las ardientes y tumultuosas lágrimas que yo lloré en aquella ocasión! ¡Ojalá no eleves nunca al cielo una plegaria tan desesperada y angustiosa como la que entonces brotó de mis labios! ¡Ojalá no te veas nunca en el caso de ser instrumento del dolor de aquel a quien amas, como me sucedía a mí!»
Charlotte Brontë (Yorkshire, 1816-1855) pertenece a una familia cuyas obras transcendieron la época victoriana para convertirse en clásicas. Se casó en 1852 y, en 1855, estando embarazada, enfermó y murió de tuberculosis como sus hermanas.
Desde su fallecimiento, las circunstancias de sus vidas, sus muertes prematuras y sus sorprendentes logros han fascinado a las nuevas generaciones de lectores.
La popularidad de Jane Eyre nunca ha declinado y constituye una expresión apasionada de las inquietudes y los problemas femeninos.
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