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«La saga Flora Poste», de Stella Gibbons

Debo confesar que las dos novelas de Stella Gibbons reunidas por Impedimenta en este precioso estuche son una auténtica revelación. Es más: creo que se convertirán de inmediato en obras de cabecera para todo lector que aprecie la ironía, la inteligencia, el encanto y los placeres secretos de ese extraño planeta llamado Inglaterra.

Gibbons nos dejó en diciembre de 1989. Fue enterrada en el cementerio Highgate de Londres, junto a su marido, el cantante y actor Allan Webb. Las necrológicas destacaron sus muchas virtudes como poetisa y novelista: su rigor, profundidad y sutileza a la hora de poner por escrito la idiosincrasia de los ingleses y de su entorno.

Como pista, añadiré que su sentido del humor se sobrepone a una experiencia vital dramática que podemos resumir con otro funeral: el de su madre, muerta en 1926 a los 48 años. Durante el servicio religioso, el padre de Stella, un médico violento y atormentado, liberó esa sinceridad que inspira el alcohol: «¡Oh, era una zorra! –le oyeron decir– ¡Nunca cocinó como es debido! ¡Lo que tuve que aguantar!» Poco después, ese mismo año, Stella también se quedaba sin padre.

Flora Poste, la protagonista de La hija de Robert Poste (Cold Comfort Farm, 1932), es huérfana como ella, y los parientes que la acogen, los Starkadder, no son muy diferentes de la auténtica familia Gibbons, exceptuando, claro está, los detalles menos felices. «La educación que Flora Poste recibió de sus padres –leemos– había sido cara, deportiva y larga; y cuando murieron (…) la joven se reveló como poseedora de todas las artes y talentos necesarios para ganarse la vida». Sin embargo, Flora es tan sofisticada que no quiere trabajar. En realidad, sueña con convertirse en una especie de Jane Austen moderna.

Los Stakkader viven en Cold Comfort Farm, una granja de Howling, en los Downs, esa zona de Sussex donde Kenneth Grahame ambientó su cuento El dragón perezoso. Decir que estos familiares de Flora –la prima Judith, su marido Amos, sus hijos, sus cinco medio primos y dos medio hermanos– son excéntricos es quedarse corto. Por otro lado, cuando esta chica de ciudad quiere organizar su vida y reorganizar la de los demás en Cold Comfort, debe enfrentarse con la influencia funesta de la matriarca, su tía Ada Doom, la hermana mayor de su madre.

Aunque los Stakkader experimentan emociones y prejuicios propios de la Inglaterra victoriana, Flora se empeña en aplicar el sentido común para traerlos al siglo XX. Mientras, hace lo posible por aguantar el carácter de tipos como el señor Meyerburg –o Mybug, como prefiere llamarle–, un escritor con fijación por el sexo, acaso un avatar literario de D.H. Lawrence.

En la novela, plagada de ingenio y dobles sentidos, Gibbons sigue el método infalible de retratar la Inglaterra profunda parodiando los novelones románticos de Mary Webb (1881-1927), entre ellos The House in Dormer Forest y su precedesor, Gone to Earth (1917), llevado al cine en ese melodrama excesivo y tirando a angustioso que es Corazón salvaje (1950), de Michael Powell y Emeric Pressburger.

Más allá de las influencias de las que se sirve la autora para su sátira –en particular, las novelas rurales de entreguerras, firmadas por Sheila Kaye-Smith y Mary E. Mann–, lo cierto es que resulta imposible resistirse a la gracia, el buen gusto y la inteligencia de La hija de Robert Poste.

La secuela, Flora Poste y los artistas (Conference at Cold Comfort Farm, 1949), es el segundo libro que contiene este estuche editado por Impedimenta. Han pasado dieciséis años desde los acontecimientos narrados en la novela anterior. Flora se ha casado con su primo Charles Faitford y ahora es madre de cinco hijos. Como Amos se ha ido a América para fundar la Iglesia de la Hermandad de los Benditos Estremecimientos, otro primo de Flora, Reuben es el heredero de Cold Comfort, que cambió mucho desde que buena parte de los Starkkader se fueron a vivir a Sudáfrica.

En la granja, remodelada como un museo de estilo rústico, va a celebrarse la Conferencia del Grupo Internacional de Intelectuales, entre cuyos estrafalarios eventos figura una Exposición Monográfica de Arte Perecedero.

Aunque se trate de una novela identificable con la personalidad de Flora, nadie puede negar que las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial tienen mucho peso en esta nueva sátira, bastante menos luminosa que su predecesora.

Con mayor o menor dificultad, podemos detectar afinidades entre el espíritu de los asistentes a la Conferencia y las vacas sagradas de la cultura inglesa de aquellos años. Me imagino que esa condición paródica fue aún más ruidosa en las fechas en las que el libro salió de imprenta.

Flora Poste y los artistas no es un ajuste de cuentas, por supuesto. Pero debo precisar que lo más atractivo de la obra es la forma en que Gibbons exprime a los intelectuales como un limón, retratando a algunos de ellos como sabios excéntricos, frívolos o imprudentes, de esos que se fijan en mucho pero no entienden casi nada.

Termino con esta curiosidad: en 1995 BBC Films produjo una estupenda adaptación de La hija de Robert Poste, con Kate Beckinsale en el papel de Flora, Rufus Sewell como Seth, el hijo de los Stakkader, Stephen Fry como el señor Mybug, e Ian McKellen dando vida a Amos. Créanme: no es mala idea revisar esta película después de leer las dos magníficas novelas de Stella Gibbons.

Sinopsis

Por fin reunidas las dos obras que dieron fama a la autora de La hija de Robert Poste, en una deliciosa presentación que es ya un verdadero tesoro para coleccionistas.

Delirantemente entretenidas, ferozmente british, las historias protagonizadas por la díscola y encantadora Flora Poste, obra de Stella Gibbons, acumulan legiones de lectores y se han convertido por mérito propio en auténticos clásicos modernos.

En La hija de Robert Poste conoceremos a Flora, una especie de moderna heroína de Jane Austen.

Ganadora del Prix Femina-Vie Hereuse en 1933, y mítico long-seller, La hija de Robert Poste está considerada la novela cómica más perfecta de la literatura inglesa del XX.

Dotada de un ingenio irreverente, narra la historia de Flora Poste, una joven que, tras haber recibido una educación «cara, deportiva y larga», se queda huérfana y acaba siendo acogida por sus parientes, los rústicos y asilvestrados Starkadder, en la bucólica granja de Cold Comfort Farm, en plena Inglaterra profunda.

Una vez allí, Flora tendrá ocasión de intimar con toda una galería de extraños y taciturnos personajes: Amos, llamado por Dios; Seth, dominado por el despertar de su prominente sexualidad; Meriam, la chica que se queda preñada cada año «cuando florece la parravirgen»; o la tía Ada Doom, la solitaria matriarca, ya entrada en años, que en una ocasión «vio algo sucio en la leñera».

Flora, entonces, decide poner orden en la vida de Cold Comfort Farm, y allí empezará su desgracia.

Esta sátira de las sagas rurales inglesas, que fue considerada por la crítica «la novela más divertida jamás escrita», tendrá su deliciosa continuación en Flora Poste y los artistas.

Tras el formidable éxito de La hija de Robert Poste, Stella Gibbons nos deleita con una sátira sobre el estirado establishment artístico inglés. Humor inteligente con un delicioso aroma rústico, que nada tiene que envidiarle a su antecesora en cuanto a descaro y afán de sátira.

Dieciséis años después de haber puesto el pie por última vez en el pintoresco pueblo de Howling, Flora Poste, la díscola y encantadora protagonista de La hija de Robert Poste, vuelve a la carga para socorrer a los atribulados Starkadder, propietarios de la granja de Cold Comfort.

La finca ha sido rehabilitada como un museo decorado en falso estilo rústico inglés, y se convierte en el lugar de celebración de una conferencia del Grupo de Expertos Internacionales, entre los que se cuentan inefables pintores, escultores insufribles, excéntricos sabios orientales, y toda una plétora de intelectuales fastidiosos cuya máxima obsesión es dejar pasmados a los lugareños.

Stella Gibbons (Londres, 1902-1989) nació en Londres en 1902. Fue la mayor de tres hermanos. Sus padres, ejemplo de la clase media inglesa suburbana, le dieron una educación típicamente femenina. Su padre, un individuo bastante singular, ejercía como médico en los barrios periféricos más pobres de Londres, aunque tenía tendencias suicidas, le encantaba el alcohol y el láudano, y era dado a los ataques de odio hacia el género femenino en general. Esta turbulenta infancia marcó a Stella Gibbons, que utilizó parte de ese material para crear a los grotescos Starkadder, protagonistas de su obra maestra, La hija de Robert Poste.

En 1921, Stella se matriculó en periodismo, y luego empezó a trabajar en la British United Press. En 1926, Maudie, la madre de Stella, murió, y su padre la siguió pocos meses después. En 1930, mientras trabajaba en el Evening Standard, publicó un libro de poemas, The Mountain Beast, que recibió elogios de la mismísima Virginia Woolf.

La hija de Robert Poste fue publicada en 1932 y su éxito fue instantáneo (aunque fuera prohibida en la recién nacida República de Irlanda por su velada defensa de la contracepción). En 1934 la novela fue galardonada con el Prix Femina-Vie Heureuse. De hecho, Gibbons es conocida casi exclusivamente por esta obra, que conoció varias secuelas y adaptaciones cinematográficas, y que está considerada la novela cómica más perfecta de la narrativa inglesa del XX. Stella Gibbons es autora de veinticinco novelas, entre las que destacan Basset (1933), Enbury Heath (1935), Nightingale Wood (1938) o Here Be Dragons (1956), amén de tres volúmenes de relatos y cuatro libros de poesía, la mayoría de ellos muy vendidos y celebrados en el mundo anglosajón. Estuvo casada durante más de veinticinco años con el actor y cantante Allan Webb, que murió en 1959. Dejó de publicar en 1972, aunque escribió dos novelas que fueron publicadas a su muerte, hecho que aconteció en 1989 en Londres. Está enterrada en el cementerio de Highgate.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.