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‘Interior verano’, de Javier Vicedo Alós. Desconocer el dolor

Por un segundo somos capaces de llegar a dicha conclusión. Se nos posibilita una clarividencia no siempre deseada por las circunstancias. Llegamos a sobrepasar la capacidad de entender el porqué de nuestro sufrimiento, cual sea. Ocurre con los medios informativos ―lleva ocurriendo años― y sus bombardeos de pesares ajenos, con los programas amarillistas. Con las películas, con la prensa, con los libros. Son incontables los ejemplos que podrían darse de esta última franja, de los buenos por hacernos comprender cuando nos arriba el turno, y de los innecesarios por hacer gala exhibicionista de heridas privadas que a nadie interesarían más allá de la sutura, por mucho aire y jabón que requiriesen, confundidos estos con lectores y bombos publicitarios.

Como decía, el dolor llega a anestesiarnos cuando rebasa lo que buenamente pudiéramos sentir. No nos produce efecto, no lo sabemos aceptar. Nos aplasta sin que importemos. El silencio le hace comparsa y se nos adhiere. Empieza el tiempo de las preguntas: ‘¿cómo se escribe el contorno de una ausencia?/ ¿queda algo que no sea el universo instrumental/ cuando alguien se marcha?/ pruebo a deciros de otra forma/ una casa es un montón de cosas más algo que/ no se deja definir y le da sentido’, dice en un fragmento de /verano/2009/2017/carol/.

Es el libro de poemas Interior verano, de Javier Vicedo Alós, un recuento de aceptaciones —especialmente el último poema— que comenzaron igual que cualquier otra de más relevancia, con una grieta que pondría en entredicho el ‘sistema perfecto’ que pensamos que es la vida, bajando la guardia.

Centrándose en experiencias traumáticas y decisivas ―‘me pregunto cuándo una madre empieza a serlo/ […] mi hermano mayor es el final de esa parálisis/ el quinto será el primero/ el quinto será’―, Interior verano va tallando esa incapacidad, a todas luces normal y comprensible, que nos sorprende ante tales eventos. La entereza y la distancia vienen a posteriori, o la literatura, sólo cuando hemos conseguido el lenguaje con el que pueda contarse, uno ‘hecho de sus hablantes a sus muertos’, uno sin ‘gramática dañada’, casi sin límites, pero el autor no puede evitar preguntarse: ‘¿tiene algún sentido tratar de defendernos/ marcando esa frontera?’, en /julio/1972/2020/1994/2013/2016/mamá/, porque aun esclareciéndose el pensamiento, no lo olvidemos, el dolor que persiste incita a desconfiar hasta de las sombras.

El estilo que Vicedo Alós muestra de inicio a final del libro podemos pensar que requeriría de una lectura a la carrera y después comenzar de nuevo de forma pausada o a saltos. Es una posibilidad, pero el método clásico funciona igualmente. El formato de apunte digital en los títulos, tan escueto, contrapuesto al de riada en el cuerpo de versos, dota de una mesura imprescindible por lo mencionado al principio. Se obtiene de sus catarsis una atención medida, un ‘lenguaje oculto’ que ‘en la noche/ este se volvía/ más claro que nunca’, pudiendo dar esos primeros pasos que nos hagan entender eso que sufre y en uno.

‘Yo no sé el daño’, dice en uno de los mejores tramos de /agosto/1973/un pequeño planeta dentro de un frasco/, con ecos del Tabaquería de Pessoa.

No tendrá la descortesía de indicarnos cuál sí puede serlo, cuál más real o válido. Interior verano es tan luminoso y resignado como la estación de la que muestra su negativo, sus mejores recuerdos, los que se desearía no haber vivido, o no tan lentamente. Es un libro que hace justicia al verso de Seferis. ‘Allí donde toques, la memoria duele.’

Copyright del artículo © Luis Bravo. Reservados todos los derechos.

Luis Bravo

'Luis Bravo (Madrid,1994) es autor de los libros de poemas 'Triestino' (Cántico, 2021), 'Las horas grises' (Comares, col. La Veleta, 2022), del libro de relatos 'La noche de San Silvestre' (Balduque, 2024) y editor del volumen 'Flores y ruina. Antología de relatos sobre el desamor' (Dos Bigotes, 2024).'
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