A la hora de distinguir el mito del kraken y la realidad del calamar gigante, Ángel Guerra Sierra, uno de los máximos expertos en esta criatura, señala los primeros avistamientos: «La leyenda comenzó con los romanos y duró hasta que, en 1857, se descubrió que eran calamares gigantes. Empezaron a aparecer varados en las playas, incluso en el siglo XVI llevaron uno al rey de Dinamarca oliendo a muerte. El mito del kraken lo crearon los escandinavos en la Edad Media. Fue el biólogo Japetus Steenstrup el que, a partir de unos trozos en el Museo de Historia Natural de Copenhague, convirtió a este kraken en el príncipe de los calamares y lo describió como un cefalópodo. De ser una leyenda pasó a considerarse un animal real. Un barco francés capturó uno en las proximidades de Tenerife».
Se habían descrito 21 especies nominales de calamar gigante (Architeuthis), pero en 2013, una investigación en profundidad sobre su genética reveló que todas pertenecen a la misma especie: Architeuthis dux.
Profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Galicia, Ángel Guerra es el único científico español que participó en ese estudio internacional cuyos resultados revelaron que hay una única especie de calamar gigante.
“Se trata de un estudio pionero y de notable relevancia pues hasta la fecha no se había trabajado con biología molecular en estos organismos porque ello conllevaba notables dificultades técnicas. La información obtenida despeja una incógnita clásica y persistente en torno al calamar gigante, según la cual había en el mundo varias especies diferentes de Architeuthis”, destacó Guerra.
Según el experto, los resultados del estudio son «sorprendentes», pues A. dux muestra 20 veces menos variabilidad genética que poblaciones locales de otros calamares, y, además, «se ha demostrado que un calamar gigante de Asturias podría aparearse con otro de Nueva Zelanda, por ejemplo, y tener descendencia fértil. Esto, viendo las diferentes formas geográficas que muestra esta especie, parecía impensable, pero es así: se trata de una especie cosmopolita. Un gran paso adelante”.
Características de estos gigantes marinos
El calamar gigante es un invertebrado marino emblemático y los avances en las investigaciones sobre la especie son lentos. Hasta 2004 no se le pudo observar en su hábitat natural y hasta este año no se habían grabado las primeras imágenes de un calamar gigante vivo en el océano, hecho conseguido por el zoólogo japonés Tsunemi Kubodera, que también ha participado en este estudio.
“En torno a la especie surgen numerosas preguntas y, para muchas de ellas, todavía no hay respuesta. No solo es necesario indagar en su genética, sino también en su edad, tasa de crecimiento, reproducción y comportamiento, pues ahí encontraremos la clave y podremos romper leyendas. Se ha dicho, por ejemplo, que puede llegar a medir hasta 50 metros y pesar 500 kilos, cuando estudios recientes confirman que el tamaño máximo ronda los 18 metros y ‘únicamente’ 220 Kg de peso. También se pensaba que se trataba de una especie con una actividad lenta, y hace un tiempo se ha observado que desarrolla una actividad depredadora notable”, asegura Guerra.
El estudio rompió, precisamente, con otro de los mitos acerca del calamar gigante: no hay 21 especies nominales y ni tan siquiera 5 o 3 especies reales distintas en el mundo, sino una única especie con una amplísima distribución geográfica, donde la costa asturiana y gallega ocupan un lugar destacado por la presencia de cañones y fosas submarinas y procesos oceanográficos (los afloramientos) que las hacen muy productivas.
Ejemplar de calamar gigante hembra capturado en las costas de Asturias. / Eloy Alonso.
Estudio pormenorizado de la genética del calamar
A grandes rasgos, el estudio consistió en la extracción y análisis del ADN mitocondrial de 43 muestras de tejidos blandos de calamares gigantes. Las muestras se obtuvieron de restos aparecidos en estómagos de cachalotes o de ejemplares que llegaron recién muertos a las costas de Asturias, Galicia, Valencia (España), Florida (USA), Japón, Canadá, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda.
Los científicos obtuvieron 37 secuencias metagenómicas completas y seis parciales, cuyo análisis reveló que eran muy similares y, comparadas con las de otras especies como el pez espada o la orca, con variaciones genéticas notablemente bajas, aunque parecidas a la que muestra el tiburón peregrino (Cetorhinus maximus) o el cacahole (Physeter macrocephalus), que es el mayor depredador de calamares gigantes.
“Los análisis genéticos sugieren que todos los calamares gigantes de esta especie forman parte de una enorme población, y que, desde una perspectiva geográfica, no hay ninguna barrera que impida su apareamiento. Este resultado es destacable en una especie cuya forma corporal varía de unas regiones del globo a otras y habita en todos los océanos excepto en los polos”, concluye Guerra.
Los investigadores continuarán sus estudios para confirmar estos resultados analizando el ADN del núcleo de las células del calamar gigante, con objeto de estar seguros de que las semejanzas encontradas usando el ADN de las mitocondrias no son resultado de la evolución.
“Si con el ADN nuclear se producen los mismos resultados, se estaría ante un expansión geográfica relativamente reciente de la población de A. dux, la cual podría haber sido originada bien por un descenso importante de sus depredadores o por un aumento del número de presas, y, además, debido a que la capacidad de dispersión de los recién nacidos y juveniles de esta especie es muy elevada, habiéndoles permitido desplazarse aleatoriamente y a largas distancias. Por tanto, quedan todavía una gran cantidad de incógnitas por contestar”, añade Guerra.
Entrevistado por Eva Rodríguez Nieto, Ángel Guerra señaló: «Existen más calamares con otros nombres. Por ejemplo, el calamar colosal de la Antártida (Mesonychoteuthis hamiltoni) puede llegar a pesar 450 kg y medir 10 metros. Es más corto y pesado que el gigante. También hay calamares a los que la gente llama gigantes pero no lo son, como el de Humboldt o el calamar gato, que no superan los 100 kg de peso y los 3 metros de longitud. Los tratamos todos en el libro Gigantes de las profundidades. En conjunto, no son más que cefalópodos, animales que tienen las patas en la cabeza».
«El calamar gigante», añade, «no vive en la Antártida. Se diferencia del colosal en su distribución, ya que no habita aguas frías, sino templadas. Además, el gigante no es comestible, porque tiene mucho amoníaco; y dicen que el colosal está exquisito –algunos compañeros míos lo han probado–. Por otro lado, como el colosal no tiene los tentáculos tan largos, parece que se tira sobre las presas. El gigante, por el contrario, tiene tentáculos enormes, de 6 metros, y agarra las presas a distancia. Lo que no sabemos de ninguno de los dos es cómo copulan ni cómo es la puesta de sus huevos. Ninguno de estos dos parece ser agresivo. Sin embargo, el calamar de Humboldt, que es más pequeño y llega a pesar 90 kg –los americanos lo llaman gigante– sí es agresivo y ataca. Se localiza en las costas de California, México y Chile; y también es muy comestible. Se capturan 600.000 toneladas al año y se importan a España. Seguramente lo habrás comido en rodajas. Hay bastante calamar gigante en las islas Canarias. Se los comen los cachalotes y lo calderones. Sin embargo, el colosal lo conocemos a partir de los pescadores españoles, coreanos y japoneses que están pescando en la Antártida».
Y añade: «El calamar gigante vive en profundidades de entre 250 y 1500 metros, y el de la Antártida entre 800 y 1500 metros. Se han hecho intentos de filmarlos desde 1996 en Azores, luego en Australia, Nueva Zelanda, en Asturias (2001 y 2002), pero solo se ha conseguido en Japón, en 2012, gracias a un mini submarino tripulado que los grabó a 630 metros de profundidad».
Imagen superior: «Sea Monsters: Search for the Giant Squid» (1998), de Kevin McCarey y John Rubin.
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