He aquí una de las joyas de mi biblioteca: «el Cirac». Se trata del estudio pionero que, sobre magia y brujería en la Castilla de la Edad Moderna, publicó, en 1942, Sebastián Cirac Estopañán. Este jesuita, maño de Caspe, conoció a Escrivá de Balaguer en los momentos fundacionales del Opus Dei. Estudió y se doctoró en Teología en la Gregoriana de Roma. Se licenció en Filosofía y Letras en Zaragoza, doctorándose en Madrid con la tesis sobre brujería que luego sería su libro más conocido. Pasó cuatro años en la cuna del nazismo, Munich, donde se doctoró en Bizantinística y aprovechó para escribir su primera obra, publicada en 1937, Hier spricht Spanien. Wahrheit und Klarheit über das heutige Spanien (Aquí se habla de España. Verdad y claridad sobre la España de hoy), una clara apología franquista. De vuelta a España, fue profesor en el seminario de Toledo y, acabada la Segunda Guerra Mundial, estudió Filología en Oxford y Cambridge.
Estamos ante un texto básico, punto de partida de todos los estudiosos que decidan aproximarse a esta temática. Yo lo he consultado hasta la saciedad en el pasado, siempre en bibliotecas, porque no es un texto fácil de conseguir. Hace unos años, por casualidad, me encontré con un ejemplar de segunda mano. Demasiado caro para mi economía pero… no pude resistir la tentación y decidí darme el capricho. Imaginaba un libro similar a los consultados, con un papel de pésima calidad y una portada de cartón destrozada por el paso del tiempo. Cuál fue mi sorpresa cuando, al desembalar el paquete, me encontré con un libro encuadernado en piel, con sendos grabados: el escudo de armas de Portugal y el escudo de armas de la España franquista. Desconozco a quien perteneció el ejemplar. Y, aunque sólo quería «el Cirac» para mis habituales consultas, he de reconocer que estoy encantada de tener un libro tan curioso en mi biblioteca. Y no sólo por su contenido: también por su continente.
Podría hablar durante horas de todas las novedades aportadas por Cirac, pero me quedo con el segundo capítulo, el que tituló “Laboratorio de las hechiceras”, donde da cuenta, por primera vez, de María Sánchez de la Rosa, una de mis ídolas. Cirac fue el descubridor de su proceso inquisitorial, conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. De su laboratorio dejó escrito: “sobre todos, el laboratorio más interesante y mejor pertrechado de cuántos hay relación en los procesos inquisitoriales de Castilla la Nueva fue el que tenía en su casa, en Madrid, la notable hechicera María Sánchez de la Rosa. En la audiencia de 24 de mayo de 1699, el boticario Juan de Armuiña reconoció un gran número de pucheros, jarras vidriadas, ollitas y papeles con polvos, ungüentos, ingredientes y otros objetos de que se valía la procesada en el ejercicio de su arte».
Evidentemente, el jesuita seguía manteniendo, como sus ancestros, esa visión patriarcal sobre esta labor mulierum. No quería ni imaginar que se encontraba ante uno de los laboratorios femeninos más fastuosos que han dejado las crónicas. Un verdadero laboratorio de Celestina. Una muestra palpable de la experimentación y el conocimiento de los secretos de la naturaleza que tenían las mujeres de la Edad Moderna. Y hablar de «secretos de la naturaleza» en los siglos XVI y XVII es hablar de CIENCIA. Ni más ni menos.
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