Susan Hill puede presumir de que su novelita La Mujer de Negro ha sido afortunada en la calidad de sus adaptaciones, tanto en las teatrales como en las audiovisuales, teniendo en cuenta las bondades de la versión televisiva de 1989 y de la cinematográfica de 2012, cuya secuela ha contado con la participación de la mismísima autora, encargada de escribir la historia sobre la que se desarrolla el guión.
La mujer de negro (2012) ha sido una de las mejores películas de terror recientes, un inesperado soplo de aire sanamente mohoso y gótico, una delicia victoriana dotada de una soberbia ambientación y atmósfera. Muy bien dirigida, con un reparto impecable y capaz de dar miedo de verdad, a la película quizá se la podía acusar de tener un puñado de “sustos de más”, concesiones al público más joven o torpe, incapaz de seguir un relato de estas características si no hay reclamos sensoriales básicos.
Pero el estupendo manejo del suspense por parte del director James Watkins redimía estos pequeños pecadillos y, admitámoslo, un par de esos sobresaltos eran realmente buenos.
Como era de esperar, la secuela, a cargo del televisivo Tom Harper, cede más terreno al estilo cinematográfico imperante y aumenta el nivel de sustos baratos, reduciendo el suspense (herramienta que hoy es confundida por muchos con “aburrimiento”). Afortunadamente, lo hace sin llegar al fatigante nivel de las películas de James Wan y compañía.
Si en la primera película las mejores escenas dependían de la soledad de un personaje dentro de una terrorífica casa, ahora tenemos varias personas metidas en ese agujero, con lo cual se reduce la sensación de aislamiento, siguiendo más una estructura de slasher al uso y disipando la intensidad del terror.
Dichas personas son, en su mayoría, niños refugiándose de los bombardeos alemanes sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial (seguramente, alguien ha visto El espinazo del diablo).
Han pasado 40 años desde la anterior película, y el delicioso mausoleo victoriano que era Eel Marsh House ahora es poco más que una ruina. El escenario, más que siniestro, es desolador, cobrando algo más de protagonismo la brumosa marisma que los rincones con olor a naftalina y viejo de la casa, que ya ha perdido mucha de esa ponzoñosa esencia.
Por fortuna, la ambientación, aunque algo distinta, sigue teniendo importancia y la película exhibe ese toque británico distintivo que siempre es de agradecer. Las interpretaciones son correctas y la historia es una clásica historia fantasmal donde los traumas psicológicos de los personajes, sus fantasmas, se mezclan con espectros paranormales.
La repetición de momentos estelares de la primera película y cierta falta de intensidad hacen que esta segunda parte sea, en fin, una evidente segunda parte al uso. Un pasatiempo no especialmente indigno, pero bastante por debajo de su predecesor.
Sinopsis
Un grupo de ocho escolares, acompañados por la directora Jean Hogg (Helen McCrory) y la joven profesora Eve Parkins (Phoebe Fox), se ven evacuados de Londres durante la Segunda Guerra Mundial y trasladados a la casi desierta aldea de Crythin Gifford. Allí conocen a Harry Burnstow (Jeremy Irvine), un piloto de la RAF que tiene el mismo destino que ellos, la ruinosa casa Eel Marsh, situada en una isla conectada a tierra firme únicamente por la carretera de las Nueve Vidas, una calzada que desaparece con las mareas.
En busca de refugio de los horrores de la guerra, su presencia no tarda sin embargo en despertar una fuerza malévola que surge de la oscuridad y lleva décadas rondando esta imponente y aislada edificación: La mujer de negro.
La mujer de negro ya era un libro superventas y una obra de teatro que había batido récords cuando se convirtió en una película de gran éxito de taquilla en 2012 al llegar a la gran pantalla de la mano de Talisman y Hammer. Simon Oakes, consejero delegado y presidente de Hammer, declara: «Para Hammer, La mujer de negro supuso una emocionante posibilidad, porque nos interesaba explorar distintos tipos de terror y vimos en ella una excelente oportunidad de combinar en la gran pantalla la historia gótica de fantasmas de Susan Hill con una sensibilidad moderna».
La mujer de negro era un clásico relato de fantasmas, ambientado a finales del siglo XIX y protagonizado por Daniel Radcliffe, que trataba sobre un abogado llamado Arthur Kipps y sus aterradoras experiencias en la mansión encantada de Eel Marsh. La historia se adaptó a la perfección a la gran pantalla y consiguió recaudar unos impresionantes 127 millones de dólares en todo el mundo. Sólo en el Reino Unido, ya consiguió acumular 21,5 millones de libras esterlinas, lo que la convirtió en la cinta británica de terror de mayor éxito comercial de la historia.
Oakes agrega: «Estábamos encantados con el éxito del filme, pero siempre habíamos visto La mujer de negro como más que una sola película y, ya antes de su estreno, le había planteado a Susan la posibilidad de continuar la historia». Dos meses después, Susan le presentó una idea que retoma el relato más de 40 años después, durante la Segunda Guerra Mundial.
Richard Jackson, productor, prosigue: «La inspiración de Susan para nuestra nueva historia surgió al ver los aeródromos abandonados de Anglia Oriental, y aunar los elementos de la guerra con su visión de la mujer de negro. A todos nos encantó ese atrevido paso narrativo, que conservaba únicamente los elementos centrales del mito, el fantasma y el marco, y avanzaba en el tiempo. Elegimos a Jon Croker como guionista, para que adaptara la nueva historia, porque respondió muy positivamente al concepto».
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