Hace tanto tiempo que California está esperando el Gran Terremoto (The Big One), que esta supuestamente inevitable catástrofe sísmica ya se ha convertido en un elemento pop.
Vimos a un montón de estrellas del momento y varias caducas figuras del Hollywood clásico sufrirlo en la descacharrante Terremoto (Mark Robson, 1974), una imposible (y exitosa) combinación de drama, tragedia, comedia pueril, magníficas maquetas, efectos especiales zarrapastrosos y sonido Sensurround. También volvimos a ser testigos de esa catástrofe cuando Lex Luthor, en una sagaz operación inmobiliaria, decidía provocarla en Superman (Richard Donner, 1978).
En definitiva, hemos visto tantas veces cómo se desarrolla The Big One que, si un día llega a suceder (los dioses no lo quieran), no nos llamará demasiado la atención.
Ahora, en San Andrés, se nos muestran los avatares de una muy atractiva familia, y un puñado de personajes más, intentando sobrevivir a este enorme meneo, en lo que supone un intento de resucitar el género de catástrofes. Un género de moda en los 70, los 90 y muy recurrente en los telefilmes de los últimos diez años, que nos han ofrecido una enorme cantidad de baratos siniestros, desde heladas apocalípticas hasta tornados nucleares o repletos de escualos.
El guión de San Andrés no es precisamente un prodigio intelectual, pero al menos nos libra de esa multitud de personajes y subtramas de relleno que abundaba en el cine catastrófico de los 70. El film se limita a seguir a tres grupos de personajes:
1) Un piloto de helicóptero de rescate que utiliza su situación privilegiada para ir, acompañado de su (casi) ex mujer. Aquí podría haber un interesante dilema ético (el hombre está traumatizado por la muerte de su otra hija y ni se plantea otra opción que la de rescatar a la que sigue viva, cueste lo que cueste). Pero los responsables de la película prescinden del esfuerzo y lo muestran como un héroe sin fisuras. El piloto está interpretado por Dwayne “The Rock” Johnson, el cachas-transformado-en-actor más dotado para la interpretación de todos los que ha habido, si descontamos a Burt Lancaster.
Su esposa es la siempre atractiva Carla Gugino, quien ya ha trabajado en más ocasiones con The Rock y lleva décadas especializada en papeles de “mamá sexy”.
2) La hija del matrimonio, que intenta sobrevivir en San Francisco con la ayuda de un par de chavales británicos que pasaban por ahí. La muchacha está encarnada por la curvilínea Alexandra Daddario, cuyos naturales encantos aportan el verdadero espectáculo a la película, haciendo palidecer a unos efectos digitales realmente buenos, pero muy parecidos a los de la película 2012 (Roland Emmerich, 2009), film que multiplicaba por 70 la destrucción que se muestra en San Andrés.
3) Un grupo de sismógrafos encabezados por Paul Giamatti. Esta trama nunca llega a cuajar del todo.
Un poco de patriotismo por aquí, algunas defunciones de personajes que se lo merecen (un par de ricos mezquinos, como de costumbre) por allá, muchísimo ruido, gotas de humor y protagonistas muy básicos pero que caen simpáticos, componen este film dirigido con corrección (sin más) por Brad Peyton, siguiendo las guías básicas para la creación de una “película de verano”.
No esperen otra cosa que un par de horas de entretenimiento mientras relajan el cerebro y gozan del aire acondicionado del cine.
Por cierto, no sé si se han fijado, pero TODOS los años, alguna película de Hollywood destruye el Golden Gate de San Francisco. ¿Se trata de algún tipo de obligación contractual que no alcanzo a entender?
Sinopsis
Cuando la famosa Falla de San Andrés provoca un terremoto de magnitud 9 en California, un piloto de helicóptero de búsqueda y rescate (Dwayne Johnson) y su ex-esposa (Carla Gugino) viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para salvar a su única hija.
Pero su tortuoso viaje hacia el norte no es más que el principio de esta aventura, pues cuando creen que ha pasado lo peor, en realidad todo acaba de empezar.
El thriller de acción San Andrés reúne a Dwayne Johnson con el director Brad Peyton y al productor Beau Flynn tras su colaboración en el éxito mundial en taquilla Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa.
Entre los protagonistas también destacan Alexandra Daddario, Ioan Gruffudd, Archie Panjabi, Hugo Johnstone-Burt y el nominado a los Oscar Paul Giamatti (Cinderella Man).
En San Andrés podremos ver el terremoto de mayor magnitud de la historia. Cerca de Nevada, un enjambre sísmico de una falla que todavía no había sido descubierta cruza la frontera y activa la famosa Falla de San Andrés, en California, lo que provoca una gigantesca sacudida en Los Ángeles. Pero eso no es todo. El terremoto recorre toda la falla tectónica dando lugar a un efecto dominó de caos y destrucción que llega hasta San Francisco.
Dwayne Johnson interpreta a Ray, el protagonista principal de la historia, un piloto de helicóptero del servicio de búsqueda y rescate del Departamento de bomberos de Los Ángeles que emprende una misión personal cuando se produce el desastre, pues se promete a sí mismo que pondrá a su ex-esposa y a su hija a salvo en medio de un caos cada vez mayor. «El guión me cautivó, me emocionó y consiguió que se me hiciera un nudo en la garganta durante toda la historia», comenta el actor. «No hay un aviso cuando se desata un terremoto. Las placas tectónicas móviles pueden provocar réplicas e incluso más terremotos, y lo único que puedes hacer es intentar sobrevivir, minuto a minuto, y eso es lo que convierte a San Andrés en una experiencia trepidante continua».
Y continúa: «La dimensión y la magnitud de esta película lo son todo. El público se imaginará la sensación que provoca el mayor terremoto de la historia, pero para Ray lo realmente importante es sobrevivir. Su principal objetivo es mantener a su familia unida… en todos los aspectos».
La combinación de esta gigantesca desgracia con las intensas conexiones personales fue lo que motivó tanto a Johnson como al director Brad Peyton para formar parte de un proyecto que se encontraba en las últimas fases de desarrollo de la mano de su productor, Beau Flynn.
Flynn fue quien dio con la idea para la trama de San Andrés, pues es un entusiasta de las películas de desastres y estaba deseando actualizar el género con las posibilidades que hoy en día aportan el 3D y las tecnologías más vanguardistas a la hora de crear imágenes fotorrealistas. El productor añade: «La razón por la que me siento tan identificado con esta película es que tres semanas después de que me mudara a Los Ángeles, se desencadenó el terremoto de Northridge. Nunca antes había sentido ni siquiera un temblor, así que experimentar un terremoto de tal magnitud fue algo muy poderoso y aterrador que te hace sentir muy pequeño y simple. La Falla de San Andrés es algo que siempre me ha fascinado, teniendo en cuenta que crecí en Miami, a uno 4800 kilómetros de distancia. Es algo en lo que la gente está pensando constantemente, de forma consciente o inconsciente; forma parte del espíritu de la zona».
Los cineastas han tenido que subir mucho el listón cinematográfico para conseguir hipnotizar al público con San Andrés. Las distintas y profundas situaciones le aportan una creciente sensación dramática y de acción al largo, lo que se ha conseguido integrando un elemento de libertad creativa en una amenaza real. Pero, a pesar de que no todo lo que veremos en la gran pantalla está basado en hechos reales, la película sigue contando con elementos verídicos.
Combinando los diferentes elementos creativos, desde los platós a las distintas ubicaciones o los dobles de escenas de riesgo y los efectos especiales, Peyton ha orientado el proceso de dirección para que cada pieza del mosaico resultara lo más realista posible en el aspecto visual. Aunque se han utilizado muchos efectos especiales en San Andrés, muchas de las escenas de acción se han tenido que grabar prescindiendo de los mismos, algo que no suele suceder en una película de esta magnitud.
Peyton recuerda: «Creo que solo pudimos pisar tierra firme en tres ocasiones durante todo el rodaje. Hemos grabado escenas en el agua, en un mecanismo de suspensión en un barco o incluso en un helicóptero. Durante una semana, me ocupé de rodar escenas en un barco en un plató de croma; después me encargué de las escenas que se rodaban en un helicóptero durante otra semana; y por último en un avión. Fue bastante intenso. Creo que tanto cambio de herramientas ha resultado bueno para la película porque nos obligaba a estar en movimiento constante».
En cuanto a la complejidad de diseño de cada imagen, el director opina: «Aunque se trate de una toma de efectos especiales en la que la cámara ofrezca una perspectiva por encima del hombro del personaje, al final siempre le pido a mi editor que incluya todos los elementos de croma que estaban presentes en el barco, y así me aseguro de cuál es la velocidad correcta a la que tiene que transcurrir la secuencia cuando hago un repaso del orden de los acontecimientos. Necesito contar con referencias claras, porque en una sola escena hay que insertar cuatro imágenes distintas, una del proceso de previsualización, otra generada por ordenador, otra grabada en cámara y una última de efectos especiales; y para todo esto se necesita solamente un nivel básico. Hay que encontrar la forma de que todos estos elementos encajen en una película como esta, pues hay algunas tomas que cuentan con 15 elementos, literalmente. Existen muchas variables».
El productor de efectos especiales, Randall Starr, colabora por tercera vez con Peyton, e indica que: «Prácticamente todas las escenas cuentan con un elemento característico. Puede tratarse de algo tan pequeño como insertar una grieta en una pared, o que en una secuencia haya polvo cayendo para crear más tensión, o incluso edificios, puentes y olas generadas por ordenador, así que hemos abarcado una amplia gama de elementos».
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