La poesía de Yeats: vivificante y mágica, para muchos lectores de mi generación, y toda una promesa, para otros tantos. Precisamente por ello este libro, 89 poemas, me entusiasma, me parece un auténtico tesoro, y echaré mano de él cada vez que lo necesite. No solo porque la figura de Yeats tenga algo de totémico ‒luego volveré sobre este punto‒, sino porque el trabajo de José Francisco Ruiz Casanova como editor y traductor es, sencillamente, excepcional.
Hace varias décadas, William Butler Yeats (1865-1939) colmó nuestro gusto por lo céltico ‒el mío, al menos, pero supongo que también el de muchos de ustedes‒. De ahí que leyéramos con tanto interés las versiones en español de obras como La rosa secreta (Alejandro García Reyes), El crepúsculo celta (Javier Marías), Rosa alquímica (José Ramón Valdés Soto) o Una visión (Francisco Torres Oliver). Con esa pasión que caracteriza a los coleccionistas, también disfrutamos de su teatro completo, traducido por Armando Lázaro Ros y publicado por Aguilar (la edición de 1957 incluye, asimismo, diez poesías y un buen puñado de ensayos).
Ya puestos, y como la mitomanía no descansa, imagínense cómo le emocionó a uno ver en televisión la película El soñador rebelde (Young Cassidy, 1965), de Jack Cardiff y John Ford, y descubrir a Michael Redgrave interpretando con aire aristocrático a nuestro poeta.
Antes de contar con esta soberbia antología poética que ahora edita Cátedra, los admiradores de Yeats recurríamos a traducciones previas, como la de Enrique Caracciolo Trejo (Alianza Editorial, 1990). Pero el trabajo de Ruiz Casanova rellena las casillas que faltaban. No solo nos ofrece el mejor Yeats en español e inglés. También escribe un estudio impagable del personaje, con todos los apuntes, referencias y notas necesarios para trazar, como es debido, su contexto vital y literario. ¿Cabe pedir más?
Yeats tenía y tiene un gran impacto en el lector. Enraizado en su país natal ‒irlandés hasta la médula‒, conocedor de un legado que se ha ido heredando de generación en generación, supo expresarlo con la pasión de un romántico.
Como un cantor de baladas, analizó el paso del tiempo y los vaivenes del alma solitaria. Aunque quizá le gustara más el mundo del ayer, logró seducir con palabras claras al lector moderno. Sin duda, sabía que el contacto con la tierra es bueno para el corazón, y por eso muchos poemas nos invitan a levantar la visa al pasear, fijándonos en la majestuosa belleza del entorno. Otras veces hay en ellos un nosequé esotérico, propio de unos años en los que la teosofía estuvo de moda.
En este sentido, leer a Yeats nos aproxima a esa zona de embarque, en un litoral solitario, donde lo real y lo espiritual, lo mítico y lo histórico, se armonizan de forma espontánea.
Sinopsis
En la vida de William Butler Yeats (1865-1939) tres personas fueron determinantes: su padre, el pintor John Butler Yeats; su amor nunca correspondido, Maud Gonne; y su confidente, mecenas y amiga, Lady Gregory. Al primero debe su ser como poeta, sus primeras lecturas y el ambiente intelectual de su formación; a la segunda, su relación con la causa nacionalista irlandesa y su posterior desengaño; a Lady Gregory, el paisaje de Coole para su poesía.
En sus años finales, escribió: «Traté de hacer que el lenguaje de la poesía coincidiera con el lenguaje apasionado y normal. Quería escribir en el lenguaje que fuese más natural cuando hablamos en soliloquio, como hago yo todo el día, sobre los hechos de nuestras propias vidas o de cualquier vida en la que podamos reflejarnos en algún momento».
La obra de algunos poetas torrenciales como W.B. Yeats, en ocasiones por inabarcable, en otras por desigual, gana (o sus versos invitan mejor a la lectura) cuando se presenta una muestra representativa de la totalidad. Esta antología ha querido tomar como medida la que en su día tomara Seamus Heaney para su propia selección de la poesía de Yeats, aun cuando solo en el número coincidan ambos libros: 89 poemas.
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