La primera vez que me encontré con un documento excepcional, dentro de mis habituales búsquedas archivísticas, pensé que era la suerte de la novata. Las veces sucesivas fui haciéndome a la idea de que algo parecido al magnetismo parecía atraer viejos papeles a mis manos.
Con el tiempo he ido perfeccionando ese sexto sentido y ya suelo sorprenderme poco cuando, entre un cerro de papeles, salta la liebre. Sin embargo, siempre cabe la sorpresa inesperada. Y hoy ha ocurrido.
No ha sido en un archivo ni en una biblioteca. Ha sido en una librería de lance madrileña. Un lugar que, hasta hace unas horas, ni siquiera conocía. Íbamos callejeando por una zona de Madrid que apenas frecuentamos cuando, por el rabillo del ojo, he visto viejos libros amontonados. Me he bajado del coche. En el escaparate lucían viejas ediciones de Revista de Occidente y Caro Raggio. Y he empezado a sentir el cosquilleo en los dedos…
La librería, en sí, es una auténtica joya. Los libros allí acumulados casi me hacen perder el sentido: antiguas ediciones de comienzos del siglo XX, mis favoritas en los últimos tiempos. Empiezo a hablar con el librero. Baja a la cueva y sube con un puñado de viejos libros esotéricos en francés. Sé que va a ocurrir algo trascendental. Y ocurre: una edición original del V tomo del Amphithéatre des Sciences Mortes, de Joséphin Péladan, co-fundador de la Orden Cabalística de la Rosa Cruz (1888), de la que se separa en 1891 para fundar la Orden Rosacruz Católica y Estética del Templo y del Grial.
Un ejemplar perteneciente a la biblioteca personal de uno de los prohombres de la Historia de España a comienzos del siglo XX. Un hilo más del que tirar en esta historia desconocida del grial que llevo trabajando dos años…
“Ad Rosam per Crucem; Ad Crucem per Rosam; in ea in eis gemmatus, resurgam non nobis, non nobis, Domine sed nominis tui gloriae solae”
“Hacia la rosa por la cruz, hacia la cruz por la rosa. En ella (rosa), en ellas (rosa, cruz) resucitaré como una piedra preciosa. Nada para nosotros, Señor, nada para nosotros, sino para la gloria de tu nombre”.
¿Quién dijo que no había rosacruces en España?
(Mejor no os cuento el sablazo que le he dado a mi economía…)
Imagen superior: Joséphin Péladan (1858-1918).
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