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Un nuevo enfoque de la agricultura

Les voy a contar la historia de una mujer. Transcurre en un país lejano al nuestro, Japón, pero de ella cabe extraer lecciones que, sin duda, son válidas entre nosotros. Como ahora verán, el relato combina tradición y modernidad.

El nombre de la protagonista es Yukiko Kato. Pueden verla a la izquierda de la foto que antecede a estas líneas. Su apariencia tranquila y menuda oculta un carácter fuerte y una extraordinaria inteligencia. Les hablo de una mujer que se licenció en la Universidad de Tokio, la más exigente del país, después de estudiar Ingeniería Robótica. En 1999 fue contratada en la NASA, y diez años después fundó su propia empresa. Con enorme esfuerzo, logró reunir la financiación necesaria para ponerla en marcha: dos millones de yenes (quince mil euros). Su idea consistía en alquilar maquinaria agrícola a través de internet.

Yukiko cometió un tremendo error de cálculo. Por aquellas fechas, casi ningún agricultor empleaba internet para estos menesteres. Al final del primer año, sus beneficios alcanzaron una cifra muy significativa: cero yenes.

Como habrán imaginado, nuestra historia no acaba aquí. Al fin y al cabo, Yukiko Kato es una soñadora, empeñada en mejorar el mundo que le rodea.

Dispuesta a replantear su proyecto, se dedicó a visitar a numerosos agricultores, y hablando con ellos, comprobó algo que damos por hecho, pero que tiene importantes consecuencias en la cadena productiva: el cultivador vende su cosecha, que es enviada al mercado central, desde donde, a través de distribuidores, llega a las tiendas. No es solo que los márgenes de beneficio encarezcan de forma desmedida el producto, es que además, el agricultor no tiene contacto con el comprador final.

Decidida a simplificar el proceso, Yukiko comprendió que es necesario crear círculos de confianza, en los que desaparezcan los intermediarios. Con ese fin, ideó un sistema informático que pone en contacto a productores y compradores, y que permite a estos últimos conocer al agricultor, estar al tanto de la evolución de la cosecha y tener detalles sobre su calidad y sobre su precio.

No hay sorpresas. Imaginemos que un pequeño restaurante quiere comprar a un productor tomates de una variedad local. Gracias a Yukiko, el hostelero y el hortelano están en contacto, y lo que es más singular, como el agricultor tiene en su huerta una cámara que monitoriza la temperatura y la humedad, el restaurador puede ver en la pantalla de su ordenador cómo van prosperando las tomateras y cómo se colorean esos frutos que, en un tiempo determinado, acabarán en su cocina.

La empresa de Yukiko Kato, M2 Lab, tiene una filosofía muy interesante: por un lado, hace que confluyan la demanda y la oferta, y por otro, crea una interacción que favorece especialmente a las explotaciones biológicas o dedicadas a las variedades más peculiares.

En ocasiones, Yukiko organiza reuniones entre productores y compradores. Imagínense: el dueño de un restaurante de cocina vegetariana puede dialogar con un agricultor, y sugerirle las variedades de hortaliza más convenientes para él. El círculo de confianza se fortalece, y con ello sale ganando la ciudadanía, que puede acceder a productos más sanos, al margen de la producción masiva e industrializada.

El proyecto de Yukiko tiene consecuencias en el empleo, la salud y la educación. Por otro lado, los pequeños agricultores tienen así una oportunidad magnífica para distribuir variedades particulares –desde el nabo negro hasta la cebolla de Shinohara–, cultivadas con las máximas garantías.

Actualmente, las dos hijas de Yukiko Kato están tremendamente orgullosas de los logros de su madre. No es para menos. Esta ingeniera japonesa comprendió que, entre los engranajes del gran sistema de producción, puede implantarse un nuevo método basado en la confianza, la ecología y el respeto a esas subespecies agrarias que a veces caen en el olvido.

Copyright del artículo © Mario Vega Pérez. Reservados todos los derechos.

Mario Vega

Tras licenciarse en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Mario Vega emprendió una búsqueda expresiva que le ha consolidado como un activo creador multidisciplinar. Esa variedad de inquietudes se plasma en esculturas, fotografías, grabados, documentales, videoarte e instalaciones multimedia. Como educador, cuenta con una experiencia de más de veinte años en diferentes proyectos institucionales, empresariales, de asociacionismo y voluntariado, relacionados con el estudio científico y la conservación de la biodiversidad.