La Historia está hecha con los fracasos y con las victorias. En este cruento episodio de la Guerra de Secesión que enfrentó a los estados de Norteamérica en la segunda mitad del siglo XIX, la victoria moral se apoya en una derrota militar facilmente previsible, y se plasma en la materia especial de la que están hechos los héroes, como Davy Crockett en El Álamo, como Custer en Little Big Horn, como le ocurriría también, en una similar encerrona militar, al recientemente resucitado teniente coronel McKnight en Mogadiscio. Los héroes del Regimiento número 54 de Massachusets entraron en la Historia arrastrados por la ira contra la esclavitud: preferían morir en el combate que vivir privados de libertad y de derechos.
Este fue el primero y uno de los pocos regimientos compuestos únicamente por hombres de raza negra durante los años de la contienda civil, en la que 186.107 soldados negros combatieron, y más de 30.000 dejaron su vida por la causa de la libertad.
Encontraron en las filas de los federales cobijo y acogida, aunque no siempre con pulcro respeto a su condición de seres humanos, como se muestra en Tiempos de Gloria (Glory). Su batallón es siempre el último en recibir los abastecimientos de uniformes y armas, y cuando entra en liza sólo es utilizado para saquear las grandes mansiones de los señores aristócratas del Sur. Les obligaban a hacer el trabajo sucio y criminal. Incluso existe la fundada sospecha por parte de los historiadores de que su suicida misión contra Fort Wagner, en Carolina del Sur, no fuera más que una utilización como señuelo y presa fácil para allanar el camino de un posterior asalto con mayores garantías de éxito. En una palabra, que los altos mandos del ejército de la Unión les lanzaron a una muerte segura. El apocalipsis, el holocausto, el exterminio.
Los hechos que describe con pulso narrativo certero y con interpretaciones de gran nivel Tiempos de Gloria se inician en el otoño de 1862, cuando el gobernador de Boston encarga, por indicación del presidente Lincoln, a un grupo de oficiales blancos encabezados por el coronel Robert Golden Shaw la formación y adiestramiento de una unidad compuesta por esclavos huidos del sur y hombres negros completamente libres. Shaw está ya curtido, ha resultado herido en la batalla sangrienta de Antietam, en la que el ejército unionista logró paralizar la ofensiva conferedada e iniciar la segunda y determinante fase de la guerra.
Los soldados reciben la instrucción en el campo de Readville, y parten hacia el Sur para participar en un episodio que, pese al baño de sangre, les haría célebres y les permitiría tener un monumento que hoy conmemora su heroicidad: la toma del fuerte Wagner, custodiado por una pequeña guarnición confederada. Los hechos son reales y el guión de Kevin Jarre se apoya en el libro Robert G. Shaw and his brave black Regiment de Peter Burchard, así como en las cartas que el coronel escribió a su madre desde el frente, utilizadas como inteligente voz en off y siempre con idéntico comienzo: “Querida madre…”.
El cine americano ha recreado con relativa frecuencia los acontecimientos de la Guerra de Secesión, aunque no siempre con justicia histórica, porque como saben la mentira es la grandeza del cine. Griffith inventó la escritura de la cámara en El Nacimiento de una Nación, la saga de dos familias considerada como el paradigma del racismo en la pantalla, tan rechazable o tan admirable, a gusto del espectador, como los mensajes comunistas del cine de Eisenstein. Pero por encima de todo, arte cinematográfico de primera magnitud.
La figura del presidente asesinado por John Wilkes Booth se dibuja, con el fondo de la contienda, en la magnífica y hoy casi olvidada Abraham Lincoln, también de Griffith. John Ford entró en el tema en su episodio de la Guerra de Secesión de La Conquista del Oeste y en Misión de Audaces, a la que esta película de Edward Zwick debe mucho. La Roja Insignia del Valor, de Huston, y sobre todo Lo que el viento se llevó, del productor David O. Selznick, se inspiraron en los sucesos del período 1861-1864. En ellas están los momentos más recordados: la batalla de Manassas, la toma de la capital sudista Richmond, y la capitulación del general Robert Lee ante Ulises Simpson Grant en Appomatox, previa a la entrega de las armas por el ejército confederado.
En general, Hollywood ha explotado con prudencia el filón de su propia guerra.
El director Edward Zwick, hasta hoy con mayor éxito como productor que por su trabajo tras la cámara, ha debido ver, analizar y escrutar durante muchas horas a Griffith y a Ford.
Su película tiene momentos de elevado dramatismo, y no son precisamente las secuencias de acción: cerca ya de la lucha final, los soldados celebran por la noche en el campamento un cántico espiritual negro en el que afloran sus miedos y sus ansias de libertad. En esos momentos íntimos, Tiempos de Gloria logra superarse.
La película muestra los tradicionales bailes de oficiales tan queridos por Ford, el aprendizaje de los futuros infantes con un sargento inflexible, que no por casualidad se llama Mulcahy, el mismo nombre que tenía el sargento fordiano al que personificaba Victor McLaglen en Fort Apache, el relato de otra encerrona mortal guiada por un oficial terco y enloquecido, el inolvidable teniente coronel Owen Thursday con los rasgos de Henry Fonda.
Denzel Washington logró por Tiempos de Gloria su primer Oscar con el personaje de Trip, de carácter indomable y fiero en el combate. El director de fotografía Freddie Francis, aclamado por sus trabajos en Suspense, El Hombre Elefante o Una Historia Verdadera, elevó también la estatuilla.
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