Película con innumerables dificultades de producción desde su concepción inicial en 2005, y que incluyen problemas con la ley por parte de su protagonista, Wesley Snipes ‒problemas que acabaron con los huesos de Snipes en la cárcel‒, Gallowwalkers apenas puede considerarse como una cinta acabada.
Curiosamente, su caso es similar al de otro proyecto maldito, Atolladero (Óscar Aibar, 1995), que también era un western fantástico en clave de cómic.
Aunque inicialmente Gallowwalkers iba a ser un vehículo de lucimiento de Chow Yun-fat, en el que interpretaría a un cazarrecompensas zombi, está claro que el producto final se acercaba más al concepto «Blade en el Oeste», en un entorno extravagante, un oeste alternativo con ecos de fantasía heroica, tintes orientales y cierta influencia de obras como El Topo (Alejandro Jodorowski, 1970).
Lo que podría haber sido una divertida producción similar a tantos cómics de la época de revistas como Heavy Metal o 1984, se queda a medio fuelle por la evidente falta de escenas por rodar, completadas a duras penas por la voz en off de un narrador.
Personajes que desaparecen, ausencia de un verdadero clímax y secuencias evidentemente inconclusas dan la impresión de estar ante una obra sin sentido, aunque en realidad uno intuye que Gallowwalkers podría haber sido un film tremendamente entretenido y vistoso. Si lo hubieran terminado, claro está.
Sinopsis
Un misterioso pistolero, Aman, es el hijo de una monja que rompe su pacto con Dios para asegurar su supervivencia. Este acto provoca que una maldición caiga sobre Aman: todos los que mueren por su arma vuelven a la vida. Pronto, es perseguido por una banda de no-muertos, dirigida por el vicioso Kansa.
Título original:
Gallowwalkers (Estados Unidos / Reino Unido, 2012)
Director: Andrew Goth
Reparto: Wesley Snipes, Kevin Howarth, Riley Smith
Guión: Andrew Goth, Joanne Reay
Duración: 90 min.
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