En 1826, John Symmes había enunciado su Teoría de las Esferas Concéntricas, según la cual la Tierra era hueca, habitable en su interior y accesible desde ambos polos. Docenas de autores aceptaron la teoría y se encargaron de trasladarla a sus relatos. Ya vimos uno de ellos, Symzonia. La narración de Arthur Gordon Pym también contiene elementos de ese tipo de historias. Pero sin duda el más famoso fue Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne.
Verne había publicado en 1863 el primero de sus «Viajes Extraordinarios»: Cinco semanas en globo. La ciencia-ficción moderna no existía aún, aunque ya hemos visto algunos precedentes. A menudo se considera a Verne como uno de los grandes pioneros del género, aunque ello es cierto a medias y está sujeto a polémica.
En primer lugar, la mayoría de sus «Viajes extraordinarios» son de poco o ningún interés para la ciencia-ficción, siendo en esencia historias de aventuras situadas en escenarios exóticos y pintorescos. Por otra parte, en las obras donde jugó con la especulación científica, Verne no se trasladó al futuro (con algunas contadas excepciones, como París en el siglo XX) sino que situaba la acción en una época más o menos contemporánea al momento de su publicación. Esa ausencia de visiones del mañana hace de él un equivalente a lo que fue en tiempos más recientes Michael Crichton, un autor que en sus libros empujaba la tecnología (ya fuera la genética, la informática o la medicina) un paso más allá de su estadio actual como excusa para sus historias.
Viaje al centro de la Tierra es sin duda una de las novelas más imaginativas ‒y a la vez menos científicas‒ imaginadas por Julio Verne. Desde luego, las premisas de las que parte el autor son inverosímiles a la luz de nuestros conocimientos actuales sobre el interior del planeta y la tectónica de placas.
El profesor Lidenbrock, un científico neurótico y apasionado, descubre un antiguo manuscrito redactado por un alquimista y explorador muerto hace mucho tiempo. Con ayuda de su sobrino Axel lo descifra para dar con el relato de un viaje al centro de la Tierra que comienza en un volcán de Islandia. Tío y sobrino, ambos dotados geólogos y mineralogistas, se trasladan a esa isla, contratan a un impasible y eficaz guía local, Hans, y comienzan su descenso.
En el viaje a las profundidades habrán de enfrentarse a desconcertantes laberintos, la oscuridad y el silencio continuos, la sed, el miedo y el descubrimiento de un mundo oculto bañado por una misteriosa luminosidad seguido por una navegación por un inmenso mar interior poblado por bestias antediluvianas. Así, la aventura deviene no sólo un viaje en el espacio, sino en el tiempo. La acción culmina en un desenlace tan inverosímil como dramático.
En realidad, si este libro a menudo se encuadra dentro del género de CF no es por la utilización de avanzada tecnología o la visión de un futuro más o menos próximo, sino por el planteamiento argumental de lo que se convertiría en todo un subgénero, el del Mundo Perdido, explotado hasta la saciedad en las décadas por venir y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
También podría considerarse un relato de género fantástico en el que los detalles lógicos y científicos quedan apartados en favor de la aventura, los grandes escenarios y la lucha del hombre contra la Naturaleza.
La historia está contada en primera persona por Axel, con quien nos identificamos a lo largo de lo que para él es un viaje iniciático. Es, también, el personaje más interesante de los tres. Al fin y al cabo, su tío, el profesor Lidenbrock, es una especie de fuerza de la naturaleza cuyo entusiasmo y determinación jamás flaquean, un individuo irritable, nervioso y hasta desagradable al que no importa más que su autoimpuesta misión. Hans es el hombre lógico, práctico, incluso frío, la inteligencia natural que soluciona los problemas que van saliendo al paso.
Ambos tienen unas personalidades demasiado extrañas como para que el lector pueda entender sus pensamientos y motivaciones. Axel, en cambio, duda y sufre, está a punto de morir de sed, tiene miedo y alterna estados de ánimo de escepticismo absoluto con otros de entusiasmo delirante según los acontecimientos se van desenvolviendo. Al final, el joven poco maduro que partió para realizar el viaje vuelve convertido en un hombre sensato y cargado de fama.
Verne sabía contar una historia y ésta se desarrolla con buen ritmo aun cuando a veces los protagonistas se extienden más de la cuenta en sus discusiones sobre minerales y rocas. El libro comienza con un ritmo pausado desde la rutina de los personajes en la agradable ciudad alemana en la que residen hasta el descubrimiento del mundo subterráneo. A partir de ese momento, la historia se acelera y los acontecimientos van sucediéndose con rapidez hasta el final.
Como era típico en Verne, sus descripciones extraordinariamente minuciosas y habiendo estado en los parajes islandeses concretos que describe en la novela ‒los alrededores del volcán Snaeffells‒, puedo afirmar que cualquiera creería que viajó hasta allí y vio el paisaje con sus propios ojos, aun cuando en realidad jamás pisó Islandia.
Ciertamente, el género fantástico y de ciencia ficción, desarrollados ampliamente en el siglo XX, nos han proporcionado visiones más espectaculares y originales que las del escritor francés. Es por eso que muchas de sus novelas ya no se pueden leer como novelas de anticipación en las que se nos presenta una visión original y sorprendente del futuro sino más bien como relatos históricos, narraciones que nos abren una ventana no hacia el mañana, sino a las ambiciones, sueños y esperanzas del ayer.
A menudo se considera a Verne como un autor juvenil al que el lector adulto ya ha superado. Pero es necesario tener en cuenta que, en demasiadas ocasiones, lo que hemos podido ver editado aquí de su obra son meras adaptaciones recortadas.
Merece la pena, pues, hacerse con una buena edición, una traducción íntegra de la obra original y, a ser posible, con las ilustraciones que acompañaron a la primera edición.
Imagen superior: portada de Roger Dean para la reedición del álbum «Journey to the Centre of the Earth» (A&M Records, 1974), segundo disco en solitario de Rick Wakeman, grabado en directo en el Royal Festival Hall de Londres © 2014 Music Fusion.
Imagen de la cabecera: lámina realizada por Laurent Durieux © 2014 Nautilus Art Prints.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado en Cualia por cortesía de su autor. Previamente editado en Un universo de ciencia ficción. Reservados todos los derechos.