La naturaleza es un libro de múltiples significados. Para comprenderlo, podemos acudir a las ciencias, a la tecnología y a otras aproximaciones cuantitativas y mecanicistas, o simplemente, podemos apreciar su realidad esencial por medio de la filosofía.
Hay estudiosos que incluso dan un paso más allá. Pienso, por ejemplo, en el polémico biólogo y bioquímico Rupert Sheldrake. “El determinismo rígido sobre el que se basaba la ciencia es una ilusión –afirma Sheldrake, entrevistado por Odile Rodríguez de la Fuente‒. En la naturaleza no hay nada rígidamente determinado, a excepción, quizás, de unos cuantos sistemas simples y máquinas artificiales. La mayor parte de los procesos naturales, como la meteorología, la ruptura de las olas en el mar, la actividad del sistema nervioso, son indeterminados. Para cada sistema existen varias posibilidades en cada momento”.
Esa certeza de que en la naturaleza existe siempre cierto indeterminismo, y de que, por otra parte, responde a un sistema de campos mórficos (ya ven que, quizá por intuición poética, doy crédito a la hipótesis de Sheldrake) se hace más clara (o eso me gusta pensar) cuando uno estudia y admira los ecosistemas marinos.
El mar es un cosmos reacio a los inventarios, y su riqueza ecológica parece organizarse de acuerdo a planes que son un misterio para cualquier lego en biología marina. De ahí que esta bella obra de Rachel Carson sea un buen modo de pasear por la costa para luego adentrarse en la marea, descubriendo la biodiversidad que se encierra entre la arena y las aguas.
Publicado por vez primera en 1941, el libro de Carson se mueve elegantemente entre la ciencia y la divulgación popular. En sus páginas, el lector aprende a apreciar el mar como si fuera un Todo con una memoria intrínseca. Un Todo que, además, canaliza experiencias superiores (De ahí mi referencia a Sheldrake).
Para que el lector comparta sus referencias científicas y sus evocaciones más íntimas, Carson emplea un lenguaje inspirado, muy poético. En cierto modo, la obra define el mar como un territorio en el que los procesos de disolución y de trascendencia son constantes. El depredador de hoy se convierte en la presa de mañana, y ese drama nos invita a reflexionar sobre un ciclo imperecedero y misterioso.
Más allá del eco de ese simbolismo, la obra también es un excelente manual para quienes sienten pasión por la biología marina. El encanto, la amenidad y el rigor de sus capítulos son otro mérito de Carson, una de las personalidades más admirables e influyentes en el campo del ambientalismo.
Sinopsis
Rachel Carson es una de las mejores escritoras de nature writing del siglo XX y una científica cuya capacidad para ver e imaginar la vida finalmente cambió nuestra relación con el mundo natural. Gracias a ella comenzaron a consolidarse los movimientos ecologistas, se instauró el Día de la Tierra, se fundó la Agencia Estadounidense para la Protección Ambiental y se realizó una nueva legislación para regular el uso del DDT. Pocas obras han influido tanto en el devenir del activismo medioambiental y el compromiso con el planeta como el conjunto de libros firmado por esta autora.
De todos ellos, Bajo el viento oceánico, inédito hasta ahora en castellano, fue siempre su preferido y el de muchos de sus lectores, tal vez porque en él fue capaz de mostrar como en ningún otro su amor por el misterio y la maravilla de la naturaleza: un volumen en el que se describe, de un modo tan poético como preciso, tan impropio de la ciencia al uso y tan profundamente enriquecedor, la vida de los peces, las aves y los mamíferos que comparten un mismo hábitat donde se unen el mar, la tierra y el aire. Una mirada íntima y una magistral narración que consigue, tal como propuso la propia Carson, «hacer del mar y de los seres que lo habitan una realidad vívida para sus lectores, igual que lo ha sido para mí durante la última década».
Rachel Carson nació en 1907 y pasó los primeros años de su infancia explorando los alrededores de la granja familiar de Springdale, Pensilvania. Desde muy joven fue una apasionada de la lectura y la escritura, y publicó su primer relato a los once años en la St. Nicholas Magazine. Comenzó sus estudios universitarios en el Pennsylvania College for Women (la actual Universidad de Chatham), pues aunque fue admitida en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins no pudo asistir porque carecía del dinero para pagar la matrícula. Tras licenciarse magna cum laude en Biología en 1929, finalmente pudo iniciar su doctorado en Zoología y Genética en la Johns Hopkins, si bien, una vez más, las dificultades económicas la obligaron a abandonarlo para aceptar una plaza como profesora y contribuir con su sueldo a la economía familiar. Después comenzó a trabajar para la Administración de Pesca y Vida Salvaje, y sus observaciones sobre las consecuencias devastadoras del uso de pesticidas en la fauna la llevaron a escribir su libro más influyente, Primavera silenciosa, que contribuyó de forma fundamental a la consolidación del movimiento ecologista. A lo largo de los años, gracias a ella también comenzó a celebrarse el Día de la Tierra, se desarrolló la Agencia Estadounidense para la Protección Ambiental y se reguló el uso del DDT. Por todo ello, fue galardonada a título póstumo con la Medalla Presidencial de la Libertad por Jimmy Carter. Entre sus obras principales destacan, junto a Bajo el viento oceánico, El mar que nos rodea, que le valió el National Book Award, The Edge of the Sea y El sentido del asombro. Murió en 1965 a causa de un cáncer de mama.
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