Nacido en el Líbano y habitante de Francia, escritor libanés que escribe en francés, melquita de religión, hijo de católica y protestante, con una abuela egipcia casada con un maronita (que era librepensador, liberal y tal vez masón), árabe pero cristiano, Maalouf está autorizado para plantearse una reflexión sobre la identidad al margen de las filosofías identitarias al uso.
La identidad, para él, es algo individual y no colectivo, evolutivo y no fijo. No es lo que hace parecidos a los individuos sino, al contrario, lo que los hace distintos, sin dejar de ser individuos humanos.
A partir de allí, en su libro Identidades asesinas (Les Identités meurtrières, 1999) se pregunta por el auge que, en sentido contrario, tienen los movimientos religiosos en el mundo actual, siendo que la religión ha sido, por excelencia, la manera de fijar identidades gregarias, excluyentes de todo lo heterogéneo: identidades «asesinas» como el traductor prefiere trasladar del francés meurtriéres.
Las respuestas generales son dos: la globalización y la mundialización, que ponen en peligro las peculiaridades; y la decadencia y caída de las ideologías totalizadoras como el nazismo y el comunismo, que eran religiones encubiertas.
Maalouf no es contrario a las religiones, pero ve un obstáculo en las iglesias para que los individuos se acepten como tales, es decir distintos distintos, mestizos, inestablemente iguales a sí mismos y divergentes de sí mismos.
La movilidad del mundo actual nos ha convertido a todos en minoritarios y migrantes, en extranjeros tanto para el país de recepción como para el mismo país de origen. Si admitiéramos esta doble condición, la tolerancia estaría servida. Pero, en muchos casos, normalmente dramáticos y sangrientos, ocurre lo contrario: la minoría migratoria es tratada como el enemigo a destruir o, al menos, a neutralizar. Con lenguaje sencillo y harta sensatez, Maalouf clama por una suerte de fórmula convivencial: menos identidad y más sociedad.
Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.