A mediados de los sesenta, cierta izquierda nacional argentina reivindicó la figura de Evita Duarte, la segunda mujer de Juan Perón: su jacobinismo, su rebeldía ante las convenciones, su tarea de beneficencia, su feminismo. Esta relectura de Evita coincidió, hacia 1970, con la moda camp que volvió su mirada enternecida a la moda de 1940.
Evita pasó a militar junto a Rita Hayworth, Gene Tierney y Dorothy Lamour. Híjole, me estoy olvidando de María Félix. Los reflujos políticos del peronismo archivaron esta imagen ambivalente de Evita.
En una época más reciente, es detectable otra ola de evitismo: libros como las biografías de Fermín Chávez y Alicia Dujovne Ortiz, novelas como las de Tomás Eloy Martínez (Santa Evita) y Abel Posse (La pasión según Eva), estudios como los de Marysa Navarro, memorias como las de Lilian Lagomarsino de Guardo (Ahora hablo yo), rescatan una Evita histórica y/o mitológica, en tanto Madonna la incorporó en un filme de Alan Parker (con el español Antonio Banderas) y Esther Goris, en otro de Juan Carlos Desanzo, en el cual Víctor Laplace personificaba a Perón.
Es complejo desbrozar este retomo de Evita. Sólo se me ocurre subrayar el carácter histriónico histriónico de Eva Duarte, una actriz de radioteatro y de cine, sin mayores talentos, que logró, sin embargo, convencer haciendo su doble papel de gran dama con ínfulas cortesanas, y de agitadora jacobina, feroz enemiga de esa oligarquía cuyas maneras intentaba copiar.
Dos Evitas se enfrentaban en ella, y la muerte precoz, unida a una breve carrera (1946-1952), mayormente marcada por la enfermedad, favoreció su imagen sacrificial, de elegida por una instancia más que histórica.
La importancia social del teatro en el imaginario social argentino es fuerte. A menudo, los cómicos de la revista y la televisión como Pepe Arias, Tato Bores o Enrique Pinti, han sido ideólogos de formato menor y gran poder persuasivo, más que los políticos de profesión.
El tango aporta su imagen de la sociedad como un baile de disfraz. El país del como-si, del hagamos-de-cuenta-que siempre estuvo a la espera de ese otro país, auténtico y, por ello, utópico. La doble faz de Evita–Eva Duarte–Perón, es su alegoría más famosa y perdurable.
Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Vuelta, y aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.