Ya estoy en mi camita de Lima, leyendo Un abuelo rojo y otro abuelo facha de Juan Soto Ivars: me aturde su valentía para decir las cosas que nadie en mi generación creo que se haya atrevido a decir, por miedo a la exclusión cultural (yo siempre las reservé para mi ficción).
Me identifico muchísimo con Juan, aunque yo sólo tuve un abuelo, que era rojo y también un poco facha, como casi todo el país al final: nos unen más cosas de las que nos separan, o lo que nos separa es lo que nos mantiene unidos –triste, ¿no?–… Él tenía excusa para ser así: las épocas de tiros no te permiten muchas sutilezas. En mi generación y en las que vienen sí encuentro imperdonables ese radicalismo y brutalidad de formas. A fin de cuentas, pertenecemos al grupo humano más privilegiado que existe: el que nunca jamás ha vivido una guerra.
Por eso yo no me fío de las personas que cacarean sus Ray-Ban ideológicas como si exhibirlas les garantizase la absolución moral, les diera patente de corso para insultar a quien les rote o les eximiera de ser cuestionados éticamente de por vida. Puedo tolerar a un radical de cualquier bando y tengo amigos en todos, pero lo que ya no tolero es a los maleducados. No en unos tiempos que han sido benévolos comparados con los que sufrieron nuestros padres y nuestros abuelos.
Sospecho que Juan va a recibir por su obra, simultáneamente, las célebres expresiones cañís tan celebradas y tradicionales de «rojo de mierda» y «puto facha»…
Lo cual en nuestra cultura es síntoma de acierto completo.
Sinopsis
Podría parecer una osadía que alguien con 30 años escriba un manifiesto autobiográfico, pero no lo es si ese alguien es ya un gran escritor, tiene las orejas grandes, los ojos bien abiertos, un abuelo rojo y otro facha y es de Águilas (Murcia).
“A menudo, cuando hablamos de nuestra Guerra Civil olvidamos que nos oyen los niños traumatizados de los dos bandos, gente común y corriente que sufrió sin tener ninguna responsabilidad por lo que estaban haciendo los adultos.”
Juan Soto Ivars, uno de los escritores más osados e interesantes del panorama literario actual, pasó su infancia de niño raro entre dos versiones del pasado familiar y por tanto del país en el que con esos antecedentes le ha tocado vivir.
En Un abuelo rojo y otro facha Juan Soto, con una prosa ácida y afilada, construye un análisis desprejuiciado de los últimos años de ese país con forma de piel de toro “que se parece más al pictograma que ponen en los zapatos de cuero”.
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