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«Vida en otro planeta» (1979), de Will Eisner

Glosar la importancia de Will Eisner dentro del mundo del cómic es algo que supera con creces un espacio dedicado a la ciencia-ficción como este. Su The Spirit de la posguerra –nada que ver con el bodrio cinematográfico que sufrimos en 2008– es una auténtica enciclopedia de las posibilidades narrativas del medio además de un magnífico estudio sobre la condición humana.

Tras abandonar a ese héroe enmascarado en 1952 y pasar una larga temporada dedicado a otras actividades relacionadas con el arte gráfico, en 1978 Eisner retorna al cómic con Contrato con Dios, una magnífica novela gráfica en la que mezclaba los recursos narrativos de la literatura y el cómic para contar varias historias cortas de temática costumbrista.

Su segundo escalón en esa reincorporación al cómic a través de formatos y conceptos adultos sería Life in Another Planet, serializado originalmente en ocho episodios de dieciséis páginas bajo el título Signal from Space en la revista Spirit Magazine entre 1978 y 1979. El álbum coloreado apareció en 1983.

Dos astrónomos captan una señal de origen incuestionablemente inteligente procedente del planeta Barnard. Inmediatamente, tal descubrimiento desata una serie de conspiraciones políticas y empresariales que tratarán de monopolizar el suceso y sacar el máximo provecho del mismo sacando a relucir lo peor de la naturaleza humana.

Eisner escoge un acontecimiento planetario, un hecho que marca un antes y un después en la crónica de la Humanidad, y lo disecciona a través de pequeñas historias que tratan de ilustrar las diferentes reacciones que podrían surgir: el empresario sin escrúpulos, el fanático pseudomístico que se rodea de ilusos tan desgraciados como él, los científicos que pretenden llegar hasta el final de sus experimentos sin importar el coste moral, el estrambótico dictador africano que con tal de no pagar la deuda externa se proclama colonia de los extraterrestres, los políticos corruptos e incompetentes,…

Desde el principio queda claro que lo que le interesa a Eisner es la reacción humana a la llegada de la señal. Hasta cierto punto, el autor consigue su propósito. Entre sus propuestas más sólidas se cuentan el surgimiento de cultos y sectas relacionados con los alienígenas, las intrigas gubernamentales y la locura de algunos dictadores africanos.

El problema es que la historia se diluye, pierde el foco y la intensidad debido al amplio espectro que quiere abarcar, cayendo a menudo en el absurdo especialmente en lo que se refiere a la ciencia, campo este en el que Eisner demuestra una severa ignorancia: la lucha de los servicios de espionaje americanos y soviéticos por los dos astrónomos descubridores de la señal no tiene sentido desde el momento en que ellos ya no cuentan con información secreta que no pueda ser inmediatamente captada por cualquier radiotelescopio; no se aclara ni cómo los científicos consiguen crear un ser-planta, sino por qué creen tan ciegamente que esa forma de vida medrará en el planeta Barnard; se toman los años-luz como medida de tiempo y no de distancia (lo que lleva a los personajes a asumir erróneamente que es un viaje asumible para nuestra tecnología y biología)…

Sencillamente, hay demasiadas historias abiertas como para que en las 128 páginas de la novela gráfica, un lenguaje como el del cómic pueda profundizar adecuadamente en todas ellas. La cuestión inicial se pierde, la señal extraterrestre y sus consecuencias globales se dejan a un lado en favor de las intrigas de un puñado de personajes que apenas llegan a trascender la categoría de tópicos.

A esto hay que añadir la presentación de caracteres supuestamente importantes que son rápidamente abandonados sin tan apenas haber tenido desarrollo alguno, como el asesinado presidente norteamericano o su sustituto, un trasunto de Richard Nixon; o el político Howard Grayson.

El personaje principal, Jim Bludd está poco perfilado y no resulta verosímil (¿un astrofísico espía de la CIA, que además hace el papel de agente de campo en delicadas misiones sin haber recibido adiestramiento?). La intervención de la mafia y su asesino a sueldo no hace más que embrollar la historia sin aportar nada respecto al hilo argumental principal. El papel que la espía comunista Nadine y su misterioso club de sabios juegan en todo el asunto no llega a estar bien aclarado; el alcoholizado Marco, que pone en marcha la secta Gente Estelar, es rápidamente olvidado. La supuesta nueva forma de vida híbrida creada por los científicos no se nos muestra. La relación de Bludd y la CIA con la empresa multinacional que trata de manipular todo el asunto no se explica; el subargumento propio de la Guerra Fría en el que servicios secretos rusos y americanos se enfrentan en las alcantarillas de la política se difumina hasta apenas quedar nada….

Es una historia con un buen comienzo, pero que a medida que avanza y aumentan continuamente los personajes implicados en la trama, empieza a derivar alejándose de la ciencia-ficción propiamente dicha para convertirse en un thriller político impregnado de sátira pesimista. El problema es que a Eisner nunca le interesó la ciencia-ficción y eso se nota demasiado para una obra que quería ser calificada de tal. El resultado del intento es una irregular mezcla de géneros en el que encontramos espionaje, política, romance, denuncia social… pero poca ciencia-ficción.

No todo es negativo. La parte gráfica es ciertamente destacable, con un Eisner que demuestra su dominio del lenguaje narrativo. Prescinde en buena medida de la clásica división en viñetas bien acotadas, realiza composiciones arriesgadas en las que narra simultáneamente dos acciones paralelas, combina a la perfección la sobriedad gráfica con la máxima expresividad y demuestra que es capaz de transmitir con su dibujo cualquier emoción humana.

Me encanta el trabajo de Eisner. Creo que es uno de los más grandes artistas de la historia del cómic. Y por eso es desagradable –y no bien acogido en el mundillo– tener que escribir una crítica negativa de una de sus obras. Desgraciadamente, esta incursión suya en la ciencia-ficción es un trabajo fallido dentro de una bibliografía por lo demás brillante. Él mismo debió de verlo así, puesto que en sus siguientes trabajos se circunscribiría al campo en el que mejor se desenvuelve: el de las pequeñas historias costumbristas y cotidianas con tintes autobiográficos o fantasías urbanas con el acento en la construcción de personajes.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus entradas aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".

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