En La verdadera historia de las sociedades secretas me referí a esa admiración, frecuente en ciertas sociedades secretas, pero también en otros ámbitos sociales, hacia un pasado ordenado y jerárquico, de caballeros con armaduras y caudillos decididos y justicieros, un mundo en el que el bien y el mal estaban perfectamente definidos y no ofrecían dudas.
Lo llamé nostalgia del brillo, por ser algo así como la imagen invertida de la tradicional nostalgia del fango (nostalgie de la boue):
Del mismo modo que existe la llamada nostalgia del fango (nostalgie de la boue), una admiración romántica y acrítica por los pueblos, culturas o clases sociales consideradas bajas, primitivas o discriminadas, también existe lo contrario, algo que podríamos llamar nostalgia del brillo, o nostalgia de la jerarquía, que consiste en admirar las épocas, las culturas o los momentos en los que “cada cosa estaba en su lugar”. De este tipo son las apelaciones a la caballería mística, relacionadas con los templarios o los caballeros de la mesa redonda. (La verdadera historia de las sociedades secretas, 385)
George Steiner, en su libro En el castillo de Barbazul, habla de otro tipo de nostalgia, la que sobrevino tras la época de la Revolución Francesa y Napoleón. Se podría llamar nostalgia de la épica, y quizá incluya a la nostalgia del brillo y la del fango.
Sin embargo, “épica” tal vez no sea la palabra adecuada y el propio Steiner, como descubrí unas páginas más allá, definía aquel sentimiento precisamente con la palabra nostalgia: “nostalgia del desastre”.
No está mal, pero sospecho que hay un término que englobaría todas estas nostalgias, algo cercano a “novelesco” o “drama”. Tal vez, sí, nostalgia del drama.
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