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Marshall McLuhan y el misterioso profeta de Erewhon

McLuhan fue definido en los años 60 del siglo pasado como el más académico de los hippies y el más hippie de los académicos. En sus libros, convertidos en bestsellers, a pesar de la dificultad de su lectura, popularizó conceptos que se hicieron famosos:

“Aldea global”: para referirse a un mundo sin fronteras comunicativas en el que el planeta entero se convierte en una aldea en la que un habitante de Japón conoce en un instante lo que hace un ciudadano polaco. Un verdadero anticipo de lo que luego sería llamado “globalización”.

“Galaxia Gutenberg”: para referirse a la época en la que la imprenta trasformó la naturaleza humana, y “Galaxia Marconi”, para señalar la nueva trasformación llegada con la electrónica.

Pero la idea más célebre de McLuhan fue “El medio es el mensaje”, que se ha interpretado de muchas maneras, aunque la más popular es la que sostiene que lo importante no es lo que se dice, sino a través de qué medio se dice.

McLuhan también dio a menudo muestras de un gran sentido del humor, como cuando publicó con Quentin Fiore El medio es el masaje, o cuando dijo aquello de: “Mire hacia atrás sin darse la vuelta: usted está en un espacio sonoro.”

McLuhan no desarrolló en sus libros un sistema cerrado de pensamiento, sino que hablaba de multitud de asuntos, precisamente porque esa era la esencia de la nueva época que llegaba, una profecía que los ordenadores, que él apenas pudo conocer, harían absolutamente real.

Sin embargo, sí existen en sus escritos algunos asuntos que permiten definir hasta cierto punto su pensamiento, como su extraña y siempre discutida diferenciación entre medios calientes y medios fríos. O su afirmación de que todos los medios son extensiones del cuerpo humano:

Veamos algunos de los pasajes más interesantes de McLuhan acerca de los medios como extensiones del ser humano, como aquel en el que habla de paraguas y libretas: “¿Hasta qué punto no vivimos ya por medio de nuestros miembros exteriores? Nuestro aspecto físico varía con las estaciones, con la edad, y según nuestra fortuna vaya en incremento o venga a menos. Cuando llueve vamos provistos de un órgano vulgarmente llamado paraguas, ideado con el fin de proteger nuestros vestidos o nuestra piel contra los efectos nocivos de la lluvia. El hombre posee ya muchos miembros extracorporales, que tienen para él mucha más importancia que gran parte de su pelo o en todo caso que su barba. Lleva su memoria en un cuaderno de bolsillo. Se vuelve cada vez más complejo a medida que va envejeciendo. Se le ve entonces provisto de aparatos para ver, acaso con pelo y dientes artificiales.”

En otro momento dice:“Obsérvese a un hombre cavando con una azada: su antebrazo derecho se ha alargado artificialmente y su mano se ha transformado en articulación. El puño que remata el mango de la azada es como la protuberancia, la apófisis, que existe en el extremo del húmero; el mango mismo es el hueso añadido, y la pala oblonga de hierro, es la nueva forma de mano que permite a su poseedor remover la tierra como no habría podido hacerlo con su mano primitiva.”

Sin embargo, estos pasajes, cuya naturaleza mcluhiana es innegable, no aparecen en ninguna de las obras publicadas por Marshall McLuhan. ¿Cómo es posible? Intentaré desentrañar este misterio y compartir con el lector el asombro que yo mismo sentí a lo largo de esta investigación.

Antólogos de la Arqueo Red

Existe en la Red una extraña página llamada Antólogos de la Arqueo Red. Quizá habría que decir “existía”, porque ha desaparecido de la red. Sin embargo, todavía se puede encontrar si viajamos en la Máquina del Tiempo Digital, The Wayback Machine (alojada en Archive.org), que nos permite ver cómo eran páginas de Internet ya desaparecidas o en sus primeras versiones. No me cabe duda, por otra parte, de que existe o existirá una conexión entre The Wayback Machine, el Xanadú de Ted Nelson y las ediciones prínceps digitales, algo tras lo que no me extrañaría que estuvieran expertos en el arcano arte de la restauración digital como Lino García Morales.

Volviendo al misterio que nos ocupa. En aquellas páginas de los antólogos de la Arqueo Red se hacían al visitante algunas preguntas realmente curiosas, como “¿Cuándo y dónde escribió McLuhan: “El hombre ya posee muchos miembros extracorporales: lleva su memoria en un cuaderno de bolsillo”.

Las tres primeras respuestas que ofrecen los misteriosos antólogos de la Arqueo Red son: 1972 / 1872 / 2072.

McLuhan vivió entre 1910 y 1980, así que la única respuesta correcta parece ser 1972.

Sin embargo, poco después descubrimos que no lo es, porque se nos dice que aquello fue escrito en 1872 y se pregunta entonces: “¿En qué libro?”

En esta ocasión nos ofrecen cuatro posibles respuestas:

Computer Lib y Dream Machines eran dos libros en uno. Cuando terminabas de leer uno, le dabas la vuelta y leías el otro.

Computer Lib, la aplicación del movimiento de liberación femenino y del abolicionismo a las máquinas. Se trata de un libro doble que escribió Ted Nelson, el creador del hiperenlace, en 1972. Un libro que terminabas de leer, le dabas la vuelta e iniciabas la lectura de Dream Machines.

Días del futuro pasado, una novela gráfica de Chris Claremont y John Byrne. Quizá trascurra en 2072, pero no es seguro. En la novela se cuenta el exterminio de los mutantes en el futuro y cómo alguno de ellos logra viajar al pasado para intentar cambiar el destino que les espera.

Entendiendo los medios, que es, naturalmente, el libro publicado por McLuhan en 1964, pero allí no aparecen las frases citadas.

El último libro que se ofrece como respuesta resulta ser un nuevo misterio: El libro de las máquinas. No existe ningún libro con ese título en las bibliotecas analógicas o digitales, a pesar de que los antólogos de la Arqueoweb nos aseguran que El libro de las máquinas fue escrito hacia el año 1600. Así que parece que nos encontramos en un callejón sin salida, pero entonces llegamos a la siguiente pregunta de este extraño juego.

La última pregunta

La última pregunta es: “¿Qué autor posterior fue el primero en publicar varios fragmentos de El libro de las máquinas, rescatándolo del olvido?”.

En esta ocasión, nos ofrecen cuatro respuestas:

Lin Bao en el siglo 23

Samuel Butler en 1872

Cellarius en 1863

Ted Nelson en 1972.

Es evidente, tras una completa revisión de sus libros, que no fue Ted Nelson en 1972.

Como es evidente, no se puede saber saber en este momento si fue Lin Bao quien recuperó del olvido El libro del as máquinas, porque eso sucederá dentro de dos siglos. De Cellarius (un nuevo enigma) hablaré más adelante, así que nos debemos preguntar si se trata de Samuel Butler.

Otro profeta llamado Samuel

Samuel Butler es uno de los escritores más fascinantes que han existido. Propuso teorías en cualquier campo de la ciencia o las humanidades, siempre heterodoxas y siempre desde fuera de las academias. Una de ellas sostiene que la Odisea fue escrita por una mujer siciliana; otra, que la comparación de los cuatro evangelios en lo que se refiere a la resurrección de Jesucristo está llena de incongruencias. En su época causó escándalo, pero casi nadie le hizo caso. Ahora se sabe que muchas de sus ideas eran correctas o al menos plausibles. En el siglo XX, Robert Graves y otros mitólogos recuperaron la hipótesis de la autora de la Odisea y hoy en día pocos se atreven a negar que, efectivamente, los cuatro evangelios están tan llenos de contradicciones que es imposible saber qué le sucedió a Jesucristo, e incluso si hay que creer en lo que él mismo dice de sí mismo:

Juan 5:31-32: “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32 Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.”

Juan 8:14: “Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.”

¿Qué debemos pensar de alguien cuyo testimonio consiste en decir que no debemos creer en su propio testimonio? ¿Y que después nos ofrece otro testimonio en el que nos dice que sí debemos creer en su testimonio? Parece demasiado complicado entender a este otro profeta, sin duda muy influido por las paradojas griegas famosas en su época.

Pero Butler no se hizo famoso por sus estudios bíblicos o sus hipótesis homéricas, tampoco por su extraordinario libro El camino de la carne, sino por una novela utópica llamada Erewhon.

Erewhon es tal vez la más interesante utopía que se ha escrito. Ha influido en autores como Aldous Huxley (Un mundo feliz), George Orwell (1984) o Frank Herbert (Dune).

Los habitantes de Erewhon, según nos cuenta el narrador, un viajero que ha llegado a este extraño país atravesando las montañas, destruyeron las máquinas, al darse cuenta de que era cuestión de tiempo que evolucionaran hasta superar al ser humano y convertirlo en su esclavo. Como se ve, aquí está también una de las influencias de Matrix.

La decisión de destruir las máquinas supuso una guerra civil entre los erewhonianos, divididos entre los partidarios de las máquinas y sus detractores.

La guerra fue causada precisamente por las terribles profecías que se anunciaban en El libro de las máquinas: “La desdicha consiste en que el hombre haya permanecido ciego tanto tiempo ya. La confianza que le inspiraba el empleo del vapor le ha inducido pérfidamente a crecer y multiplicarse. La abolición repentina del vapor como fuerza motriz no tendrá por efecto el reducirnos al estado en el cual nos hallábamos cuando fue descubierto; sobrevendrán una bancarrota general y un período de anarquía como nunca se han conocido. Será como si nuestra población se hubiera triplicado de repente sin tener más medios para alimentarse que los de que actualmente disponemos. El aire que respiramos apenas es más necesario para nuestra vida animal de lo que para nuestra civilización lo es el empleo de cualquier máquina con la cual contábamos al ver aumentar el número de nuestros habitantes. Son las máquinas las que influyen sobre el hombre y le hacen hombre, tanto como él ha hecho las máquinas e influido sobre ellas. Pero hemos de escoger entre arrostrar muchos sufrimientos ahora, o vernos gradualmente suplantados por nuestras propias creaciones, hasta que nos hallemos con relación a ellas en tan humillante situación como los animales del campo se encuentran con relación a nosotros.”

Como se ve, hemos encontrado por fin el Libro de las Máquinas, citado en el interior de de Erewhon, lo que parece resolver la pregunta acerca de quién recuperó el Libro de las máquinas, pues Butler, en efecto, cita varios extensos pasajes de ese libro en su novela. La cuestión sin embargo, no está todavía resuelta, pero antes de explicar por qué, conviene detenerse en otros pasajes de ese libro misterioso, que al parecer fue escrito en Erewhon.

Además del temor a las máquinas, en los capítulos del libro que reproduce Samuel Buttler en Erewhon, podemos leer muchos otros pasajes acerca de los medios como extensiones del ser humano (como los citados al inicio de este artículo) que parecen revelarnos… ¡que McLuhan era el autor del Libro de las Máquinas!

Sin embargo, la guerra contra las máquinas tuvo lugar trescientos años antes de la publicación de Erewhon, es decir, hacia 1600, así que, ¿cómo pudo escribir McLuhan ese libro?

Podríamos pensar que El libro de las máquinas es una obra imaginada por Samuel Butler, pero eso tampoco hace posible que esos pasajes los escribiera McLuhan, quien no había nacido ni siquiera cuando Butler murió.

El enigma resulta difícil de resolver, porque tan sólo podemos afirmar que Erewhon fue escrito en 1872 y que allí se incluyen varios pasajes de El libro de las máquinas, pasajes que a cualquier lector le revelarán la mano macluhiana.

Podríamos buscar una solución sencilla y acusar a McLuhan de plagio, lo que no es muy verosímil, si recordamos la insistencia de McLuhan en reconocer que lo mejor de sus ideas procedía de otros, en especial de Harold Innis. ¿Por qué no menciona entonces a Butler, o al autor de El libro de las máquinas, entre sus precursores?

Recordemos, sin embargo, que había una cuarta posibilidad en el extraño juego de los antólogos de la Arqueo Red, que El libro de las máquinas hubiera sido citado por primera vez, no por Samuel Butler en 1872, sino por un tal Cellarius en 1863, en un escrito llamado “Darwin entre las máquinas”.

¿Se trata de una invención o de un dato cierto? ¿Quién es Cellarius? ¿Escribió alguien en 1863 Darwin entre las máquinas? Tal vez algún lector sepa la respuesta, o tal vez esté en Recuerdos de la era analógica.

Nota en 2012

En el tiempo transcurrido desde que inicié esta investigación, puedo afirmar que he resuelto el misterio, o al menos uno de sus aspectos más inquietantes, relacionados con Celarius. En atención a mis lectores más inquisitivos, les dejaré que intenten averiguarlo por sí mismos, antes de revelarles la respuesta. Pueden lograrlo utilizando la asombrosa herramienta creativa que (casi) lo contiene todo y que sólo los ignorantes desprecian: la Arqueo Red, es decir, Internet.

Copyright © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.