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‘Mapa del tesoro I (Fragmentos para mi hijo)’, de J. Miguel Espinosa Infante

A pesar de la infinidad de artefactos digitales que acumulan nuestros recuerdos, la desmemoria se ha impuesto a partir de la primera década del siglo XXI. En la era de la distracción, los clásicos del cine y de la literatura, que en otro tiempo abducían a millones de personas, parecen hoy objetos que solo caben en un museo de la nostalgia.

Cada vez es más difícil incorporar a los niños y adolescentes al júbilo que supone leer Los tres mosqueteros, La isla del tesoro o el Cantar de los Nibelungos. No cito estas tres obras al azar, sino porque se incorporan en una miscelánea de gran calibre (más de 600 apretadas páginas) que J. Miguel Espinosa Infante le dedica a su hijo.

Interpelando directamente a este último, Espinosa también se dirige al resto de los lectores, acumulando vivencias personales que se intercalan en un luminoso camino repleto de títulos, lecciones de vida, curiosidades y recomendaciones.

Acaso para explicarse por qué llegó a leer todas estas obras y saber el resultado emocional que le han proporcionado a lo largo de los años, el autor va de un punto a otro de esta constelación cultural, donde la obra más brillante y remota compite con títulos una y mil veces citados.

Mapa del tesoro no aspira a ser un canon, pero tiene algo de enciclopedia. Poco más o menos, funciona como un indicador cultural. Una invitación cargada de cordialidad, con algo de perspectiva histórica, consejos para ser mejor persona y mucha pasión personal.

La sensación que promueven estas páginas es que, cuando uno siente un impulso febril por descubrir nuevos conocimientos y por vivir nuevas aventuras, la vida se enriquece con un valiosísimo material de repuesto: una mitología que, al final, es lo que realmente nos distingue de los demás.

Diverso y ameno, Mapa del tesoro construye la imagen de una biografía que orbita alrededor de la cultura y que acepta la biblioteca como un refugio privilegiado.

Sinopsis

Carta al hijo con vocación enciclopédica, aquí se trata de un padre que, al niño que ve crecer a su lado, le habla incansablemente de La isla del tesoro, de la importancia del lenguaje, de la Ilíada, de las leyendas artúricas, de ética, de Las mil y una noches, de esos maestros que se recuerdan toda la vida, de los Reyes Magos, del pánico a la educación que se tuerce, del wéstern, del aburrimiento, de los vikingos, del Arca de Noé, de los padres aguafiestas, de los tres mosqueteros (que en realidad eran cuatro).

Ese padre enseña a su hijo una forma de disfrutar del cine que incluye Las Tortugas Ninja y Ciudadano Kane. Le descubre Un mundo feliz al mismo tiempo que le previene contra el peligro de las drogas. Le desaconseja los libros de autoayuda y le recomienda a Lovecraft. Y le habla del Kraken, de los cuentos de hadas, de la descortesía, del reino del Preste Juan, de Robin Hood, de fútbol y de ajedrez, de los jardines colgantes de Babilonia, de la amistad, de Leónidas de Esparta, del Cantar de los Nibelungos, de los Conquistadores.

Aquí se trata de un dietario paterno repleto de historias y reflexiones con las que, aunque sea a retazos, un padre quiere entregar a su hijo una suerte de mapa que acaso le conduzca al tesoro de una vida más anchurosa.

Miguel Espinosa Infante nació en 1966. En su adolescencia obtuvo un premio literario provincial (Ciudad Real) con el relato titulado «Y Teseo limpió su espada sin saber con qué lo hacía», cuyo texto ha extraviado. Tampoco conserva los cuentos de terror que compuso durante una juventud de fervor lovecraftiano y que regaló a un amigo.

En 1989 logró, con la lectura de dos relatos («El clamor» y «El teorema de Pitágoras»), la Medalla de Narrativa Nueva Gente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Es también autor, como oficial de notaría y licenciado en Derecho, de varias publicaciones jurídicas.

Los fragmentos de Mapa del tesoro, de los que el lector tiene en sus manos el primer volumen, integran una obra más extensa con la que el autor quiere visitar para su hijo la historia y la política, el arte y la música, la ciencia y la religión, y redescubrirle a don Quijote y a Shakespeare.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.