Guillermo Niño de Guzmán lo ha leído todo y tal vez esa hazaña sin igual lo paraliza como escritor. Tal vez por esa sencilla razón nos dejó quince años huérfanos de su pluma en formato libro y, por eso mismo, usa su análisis a otros colegas —y de algún modo, a esos colegas— como muletas para poder lanzarla a volar de nuevo. Se apoya en ellos para permitirse escribir sin torturarse tanto sobre la valía de su aportación.
Y gracias a esa resolución y vertebrándolo ¿conscientemente? de ese leitmotiv —escribir o no poder escribir, ambas opciones como condena—, nos obsequia con un recorrido exuberante por su Historia personalizada de la Literatura, estableciendo con nuestros ojos un diálogo preñado de autocuestionamiento desde ambos lados, sobre todo si quien lee también escribe.
Su ensayo —un tanto editorial que se apunta Planeta Perú— es un fragante cajón de sastre y a la vez un cofre del tesoro con ingente variedad de gemas: notas de naturaleza privada que ha decidido hacer públicas y en las que no sólo reseña, también aporta cuentos propios, así como traducciones de ajenos; reflexiones extraordinarias sobre la creación artística, tomando como pretexto el jazz o cualquier disciplina que le sirva de acicate y escabel; hallazgos arqueológicos como una comparativa entre dos crónicas boxísticas de un combate legendario, redactadas por John Huston y Julio Cortázar, ahí es nada; y hasta ideas para cortometrajes.
Me pasmo al comprender que no he leído ni el 90% de los nombres que él considera indiscutibles en el panorama universal… Constatar que a la mayoría no los he leído adrede, precisamente para no quedar paralizado como escritor, no me resarce del complejo de pitufo.
En cierta desmesurada medida, Hasta perder el aliento se basa en la mitificación de la escritura y una criba con vocación totalizadora de los nombres consagrados. Esa aspiración me pone a la defensiva, pues para escribir —para escribir con un ritmo acorde a mi compulsión— debo desmitificar un poco el medio, quitarle celofanes y mearme en el Olimpo. El miedo al medio (o la excesiva reverencia) paraliza al más capacitado. Y yo sólo vine a divertirme.
Por eso para alguien como yo, que apenas sabe nada, leer a un autor que sabe tanto como Niño de Guzmán resulta un privilegio y una cura de humildad. Por no hablar de sus listas de preferencias cinematográficas y literarias, especialmente la de grandes cultores del cuento, elaboradas tras años de estudio y dioptrías. Aplicarse a la lectura de todo su listado de cuentistas indispensables podría constituir una misión de vida. Una excelente misión de vida.
Creo que Hasta perder el aliento debería leerlo todo el mundo y que debería publicarse también en mi país, porque su peruanísimo autor conoce la literatura española como nadie, y esas páginas dan fe.
Solo espero que este ensayo coseche el éxito merecido y que impulse a su artífice a volver a regalarnos su prosa en ficción. Que pierda el miedo, que pierda el respeto.
Que nos pierda con un solo de teclado como los de sus jazzistas predilectos.
Entretanto, quedamos a la espera babeante de la parejita de este Cuaderno de Letraherido sin par.
Sinopsis
Dos son los temas centrales de este cuaderno de letraherido: la escritura y la lectura. Un escritor es, antes que nada, un lector. Desde esa perspectiva puedo afirmar que leer es un vicio solitario e impune —como decía Valery Larbaud— que he disfrutado desde que tengo uso de razón y que me ha deparado placeres singulares. Estas notas son un fiel testimonio de mis aventuras como lector, una actividad que no solo me ha descubierto territorios insospechados, sino que ha contribuido a enriquecer mi modesta existencia. Porque, después de todo, cuando uno lee, asume, aunque sea de manera vicaria, una variedad de roles y comportamientos que le son ajenos en su devenir cotidiano, restringido por las limitaciones inherentes a la condición humana. De ahí que leer represente la posibilidad increíble de vivir muchas más vidas que las que nos han sido concedidas.
En cuanto a la escritura, aquí se revelan mis certezas, dudas y frustraciones relativas al oficio que le da sentido a mi existencia. Por lo mismo, también figuran las tribulaciones que otros escritores han experimentado en su proceso creativo, así como incidencias relacionadas con artistas de distinto signo, cuyas obras han alimentado mis sueños y pasiones a lo largo del tiempo.
Guillermo Niño de Guzmán nació en Lima, en 1955. Estudió Literatura en la Universidad Católica, de donde se graduó con una tesis sobre Ernest Hemingway. Luego se dedicó al periodismo, el trabajo editorial, la traducción literaria, así como a escribir guiones de cine y televisión, además de conducir programas radiales de jazz. Su primer libro de cuentos, Caballos de medianoche (1984), fue prologado por Mario Vargas Llosa. A este volumen le siguieron Una mujer no hace un verano (1995) y Algo que nunca serás (2007). Ha incursionado en la vertiente juvenil con la novela histórica La conquista de los sueños (2007) y el relato fantástico La caza de la mujer jaguar (2011). Sus artículos literarios fueron reunidos en La búsqueda del placer (1996) y Relámpagos sobre el agua (1999). Obtuvo el primer premio en el certamen El Cuento de las 1000 Palabras de la revista Caretas (1985) y el Premio José María Arguedas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (1988). Asimismo, fue finalista en dos ocasiones del Premio Internacional de Relatos Mario Vargas Llosa – NH (2005 y 2006). Ha sido becario de los Gobiernos francés y español, y ha residido en París, Madrid y Barcelona.
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