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Galicia literaria

Algo de un pasado indatable pero auténtico: el castro supuestamente celta de Coaña. Ha llovido y escampa. La luz comedida que sigue a la tormenta sienta bien a estos desniveles de hierba recién crecida, que lloriquea bajo los zapatos como terciopelo empapado.

El castro ha sido, tal vez, población fortaleza. Quedan unos muros curiosamente curvos, un recinto elevado de uso incierto, acaso un atalaya o un altar, piedras talladas con ángulos igualmente curvos. La pizarra desbastada en lajas muy finas se apila en seco, aunque unos siglos de entierro le han impregnado de polvo y musgo, ahora todo húmedo y reluciente de lluvia.

¿Sabremos alguna vez, a ciencia cierta, qué ha sido este castro, tan evidente y misterioso? Nuestros ojos modernos se inquietan ante una cultura que no se ha fijado en signos escritos, que ha desdeñado fechas y demás precisiones. Es claro que por aquí pasaron los romanos y, tal vez, han borrado ciertas huellas. Pero, de todos modos, estos restos son una expresión enigmática, gesticulan algo que no podemos descifrar, mientras los arqueólogos siguen excavando y apretando unas hipótesis que se parecen cada vez más a una leyenda.

La historia humana, de última, es algo parecido a esta ruina: está allí, huye hacia lo legendario y no cesa de ocultar sus zonas sagradas. Nos detenemos a beber una copa en un bar de Grado.

El lugar es pequeño y el tiempo desapacible apiña a los vecinos entre la barra, el televisor y el pinbol. La gente habla a los gritos. Altura sonora del sur de Europa: vociferaciones napolitanas, griegas, marroquíes, españolas. Se habla como en una plazuela, donde el espacio es generoso y abierto.

Se habla a los gritos como si el otro estuviera lejos o no escuchara, como si anduviera de paso y hubiese que atraparlo con el grito. Comunicación sin intimidad, siempre sometida al control ajeno: la provincia. o una percepción del otro que pasa por imponerse a él, cazarlo con una red de sonido estentóreo.

Por la televisión nos enteramos de que alguien ha borrado parte de las pinturas rupestres de Lorca. Unos signos menos, un olvido más. Los ¿celtas? han dejado unos trozos de muro difíciles de entender, y algún mequetrefe ha cancelado una simbología respetada por el tiempo.

¿No hay en ambas actitudes, el deseo humano de descargarse de la historia, que es lo más “humano” que existe?

Cruzamos el río Eo, la frontera entre Galicia y Asturias. Desde el restaurante, en Ribadeo, se ve la desembocadura del río en el Cantábrico y el pueblo de Figueras, asturiano. Se nubla y llueve. Hay como un reflector oblicuo de agua gris que barre el paisaje. Figueras que fue, hasta hace un momento, una maqueta perfilada, se borra casi completamente y empieza a flotar, borrón de niebla, sobre un cojín húmedo y gris.

Pienso en las ciudades invisibles y las islas intermitentes de las leyendas medievales. Puesto que estamos en Galicia, me viene a la memoria La saga/fuga de JB, la novela de Gonzalo Torrente Ballester. Es la historia de una ciudad que sólo perciben sus habitantes (y el narrador que lo sabe, vaya truco, si no): cuando llegan los forasteros, la ciudad levita y se sustrae a la vista de los otros. Imposible más gráfica visión de la vida provincial. El universo que los demás no ven y que sólo es patente para el lugareño.

Curiosa presencia de la música como modelo constructivo en los libros de TorrenteLa saga/fuga de JB tiene un esquema de rondó: una copla y una estrofa, que se reiteran para acentuar el fondo circular de una narración cíclica, reiterativa, volvedora. Los gozos y las sombras, como novela biográfica y de formación, responde al esquema de una sinfonía, según suele observarse en la novela del siglo diecinueve. Fragmentos de Apocalipsis apela a la desenvoltura abierta de la rapsodia. No sé avanzar más, pero creo que valdría la pena hacerlo.

Lo mismo, en cuanto a la afición personal de Torrente por la música. He visto fotos suyas tomadas junto a un aparato de sonido y le he oído cantar algunos tangos, aprendidos en su juventud gallega y en tertulias con sus parientes argentinos.

Torrente suele evocar a orquestas y cantores de tangos remotos y esquinados: los cíngaros de BoldiCarlos Spaventa. A lo mejor, escribe cantando y contando, según ocurre en los tangos.

Se me ocurre un símil obvio y será mejor dejarlo en obviedad: la fantasmagoría del español norteño, sobre todo el gallego, relacionada con la dudosa calidad perceptiva de estos paisajes que suelen retacearse y aún desaparecer entre cortinas de lluvia, reclinatorios de niebla, laberintos de humedad y follaje.

Brujas, trasgos y aparecidos se suscitan con mayor facilidad aquí, si comparamos el medio con un clima despejado, fácil a la claridad y la evidencia. Tópicos de la psicología social y de la influencia climática sobre las mentalidades.

Volvámoslos del revés: el clima influye en la gente, pero en tanto es el clima dominante de un imaginario compartido. Si México es mesetario y piramidal, en tanto la Argentina es pampeana y distendida, es porque se ha diseñado antes una mentalización del paisaje donde eso ha de ser así, y no al contrario.

La realidad gallega es pudorosa y esquiva porque los escritores gallegos así la han imaginado. Su clima es un invento de Ramón del Valle-InclánÁlvaro Cunqueiro y Gonzalo Torrente Ballester.

Imagen superior: Pixabay.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Vuelta, y aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")