En la revista Investigación y Ciencia (nº 290, 2000, págs. 24-31), el ingeniero Robert Silman analizaba los problemas estructurales de la Casa de la Cascada, diseñada por Frank Lloyd Wright (1867-1959) en septiembre de 1935, y construida entre 1936 y 1939 para Edgar Kaufmann, dueño de unos grandes almacenes en Pittsburgh. La casa se encuentra en Bear Run, Pensilvania.
«Según los críticos especializados ‒escribe Silman‒ esta construcción fue el logro máximo de Wright, y en 1991 el Colegio Norteamericano de Arquitectos la eligió como la mejor obra jamás realizada por un estadounidense. Pese a todo, esta maravillosa estructura tenía su talón de Aquiles. El diseño de Wright no previó suficiente apoyo para la parte suspendida sobre el agua. De ahí que las famosas terrazas aéreas empezaran a ceder durante el mismo proceso de construcción, apareciendo anchas grietas en el hormigón. Y lo que es peor, la inclinación se fue acentuando a lo largo de sesenta años, hasta que en 1995 la Junta de Conservación de Pensilvania, propietaria de la mansión, resolvió encargar a nuestra empresa, Robert Silman Associates de Nueva York, un análisis de los problemas estructurales de la Casa de la Cascada».
Los problemas que tuvo que solventar Robert Silman estaban relacionados con el hecho de que el hormigón del primer piso, al retirar el encofrado de madera, tuvo un desplazamiento hacia abajo de 44,5 milímetros. El problema se agravó con el segundo piso.
El boceto original se había confeccionado a toda prisa, en dos horas, mientras Kaufmann, harto de retrasos en el encargo, se dirigía en automóvil al taller de Wright en Taliesin, Wisconsin. Wright se negó a realizar modificaciones y la casa arrastró problemas desde su construcción.
A partir de 1995, el edificio pertenece, por donación del hijo de Kaufmann, al Estado de Pensilvania, que ha efectuado numerosas obras de restauración que siempre terminan resultando insuficientes.
Imagen superior: gran sala de trabajo en la Sede de la Johnson Wax. Racine, Wisconsin (Carol M. Highsmith, Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C.).
Otro edificio emblemático de Wright, la sede de la Johnson Wax en Racine, Wisconsin, concluida en 1939, tuvo también problemas. Concretamente, en las columnas de la gran sala de oficinas. Hubo que probar su capacidad de resistencia, las juntas de las claraboyas tuvieron que ser sustituidas, y encima, las sillas diseñadas por Wright para los empleados, que tenían tres patas, se mostraron francamente inestables.
Imagen superior: entrada de la Sede de la Johnson Wax (Jack E. Boucher, CC).
El último proyecto del arquitecto, el Museo Solomon R. Guggenheim, terminado en 1959, también generó mucha controversia, y de hecho, la polémica aún continúa. Esta se debe al hecho de que la inclinación de las rampas no es adecuada para la exposición de pinturas. Además, las grietas en el hormigón requieren constantes reparaciones.
Imagen superior: el Museo Guggenheim en construcción (Gottscho-Schleisner, 1957. Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C.)
Todos estos detalles, los clientes, las peripecias de la construcción y cómo se terminan utilizando los edificios, adquieren gran importancia. La historiografía moderna, nacida en la década de 1980, vuelve a analizar los hechos históricos sin apriorismos; es decir, sin intentar integrarlos en modelos previos.
Por ejemplo, se está cuestionando una visión rígida del Movimiento Moderno en arquitectura. La idiosincrasia de cada arquitecto cuenta, y ya no se pasa de puntillas sobre algunos aspectos que objetaban una presentación estilística perfecta. Como en toda actividad humana, también en la arquitectura hay luces y sombras.
Imagen de la cabecera: Casa de la Cascada (Daderot, CC)
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