Pensando únicamente en títulos de películas y de series, los hay nutridos y muy famosos a la hora de reflejar el complicado entramado sentimental y emocional que componemos a nuestro alrededor.
Lo más frívolo y patético de lo que es capaz nuestro carácter y la faceta más dolorosa que sabemos reconocer pero no tanto recomponer. Desde la revisión por nuevas audiencias de la ya clásica Sexo en Nueva York hasta la actual mordacidad sibilina de Fleabag. Del insoportable paroxismo iluminado por neones de Euphoria a la agridulce reflexión existencial de La peor persona del mundo. La lista se hace sola.
En la vida de cada uno igualmente sucede con los errores y nuestro tino estará en considerarlos tal y saber obtener de ellos lo que mejor nos convenga. Son como bocetos que en un primer vistazo encontramos idóneos por alguna particularidad y después emborronamos creyendo buscar un sentido y forma más adecuados para repetirlos con el atractivo renovado pero el mismo defecto subyacente.
Recuerdos, lecciones de vida y humor
Mal entendido, este libro podría considerarse de una arrogancia extrema por atreverse a utilizar una palabra tan sonora y permitirse el lujo de dar consejos a la susodicha que no los ha pedido y menos el lector que va a encontrarse con a saber qué lecciones morales. Pero Ricardo Díaz Peris evita desde la primera página todo tipo de confrontación intelectual, no obstante, sin apartarse de lo sustancioso.
Ética para Julia no es el tractatus de nada ni su intención la de buscar una correcta aplicación entre o sobre las inestables tendencias actuales. Trufado de ocurrentes, acertadas y divertidas ilustraciones, esto es, sencillamente, un libro de memorias.
Seguramente habiendo quedado bastantes más en el tintero, las ocho historias seleccionadas sirven para narrarle a su hermana pequeña diferentes anécdotas mediante las que él aprendió, muchas veces entrando la letra con sangre —metafóricamente hablando, por supuesto— y en otras saliendo otros elementos, qué sentido hay que darle a las relaciones y cómo podemos ahondar en nuestra percepción y construcción de lo ético y lo moral en torno a las mismas.
Un tema, como puede imaginarse, que no llega a completarse porque requiere de una trayectoria vital más completa, más cercana a edades provectas desde las que sería más lícito el balance.
En Ética para Julia, sin embargo, no se renuncia a sacarle los colores a ese aspecto grave e intelectual que la mayoría de las veces luce el abordaje de semejante tema. Desde las experiencias, Díaz Peris escoge el lado más descarado y cachondo porque no podría ser más pertinente.
«Mi visión cínica del romanticismo se ha forjado con la experiencia»
El humor se olvida rápido cuando un autor se propone dar su visión acerca de las grandes disquisiciones que como especie generamos. Díaz Peris, afortunadamente, lo tiene a buen recaudo, incluso procura contentar a los ávidos de citas y cameos culturetas finalizando cada capítulo con una epigramática que condensa en bocas de terceros las enseñanzas que rubrican lo que él vivió. Dice en uno de los capítulos finales:
«Mi visión cínica del romanticismo se ha forjado con la experiencia. Quizá también con la ayuda de algún libro de Helen Fisher, unos pocos discos de blues y una sobredosis de películas seleccionadas en Sundance. Pero como, a la postre, sé tanto del amor como pueda saber un Pocoyó (asumiendo que el personaje no esté liado con el elefante rosa o el pato amarillo con forma de consolador), te diré que esta declaración de amor lleva implícita una confesión: la esencial hipocresía de mis textos e ilustraciones más sarcásticas.
¡Huye, Julia, huye! Este mundo no tiene lógica, solo ética. Multitud de éticas, una por cada zurullo. A la fuerza, uno aprende que no vive solo. En mi caso, solo este hombre y algunas dosis de Diazepam han conseguido liberar mi maltratada conciencia de vez en cuando.
En sí, el amor no incluye ninguna asignatura práctica. Tampoco se puede aprender mucho de la experiencia de un tercero. A veces, ni siquiera es aconsejable aprender de uno mismo. El amor no encajará en ningún molde; se reproducirá o desaparecerá con la intensidad única que exige el propio sentimiento, para convertirse en un cúmulo de sensaciones e imágenes, y permanecer en nuestra memoria hasta el día en que nos fulmine la descarga de una tostadora eléctrica».
Destaco también lo siguiente:
«Durante estos años he aprendido que, a menudo y por desgracia, deseamos con más pasión a los objetivos más difíciles. Qué quieres que te diga, se me disparan las hormonas cuando alguien me atrae por sus contradicciones o por la manera en que me susurra al oído: ‘No busco nada serio’. Los sitúo en un pedestal (en ocasiones sujetado por su pareja) en el que, ya inalcanzables, desatan locamente mi imaginación. Lo peor es que, entre un inocente enamoramiento y un amor idealizado, existe un puente que solo puede cruzarse muuuy despacio. Y no siempre se llega al otro lado consumando ese amor».
No podemos saber qué error o acierto nos van a suponer mayor congoja u orgullo cuando los contemos, a medias o abriéndonos en canal. Acabaremos haciéndolo. Al final, todo se termina y pocos son los restos, quién sabe los recuerdos, que perdurarán.
Sinopsis
Relato millennial con ecos de Sexo en NY, Girls o Fleabag, Ética para Julia se aleja del adoctrinamiento de los tratados al uso y se apoya solo en la desarmante sinceridad de su planteamiento. Ayudándose de referencias de la filosofía y la cultura popular, el autor combina el humor gráfico y la narrativa confesional para, desde la perspectiva de sus veinticinco años, ilustrar a su hermana de catorce sobre los riesgos y las alegrías del amor físico y espiritual, normalizando la comunicación sexual entre adultos y menores en la era de Tinder, Grindr y Parchís Online.
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