Es tópico hablar del descubrimiento y conquista de América, a veces suavizados por el encuentro de civilizaciones. Mucho menos se habla de la sinergia en sentido opuesto, es decir del descubrimiento de Europa por los americanos. Es el gran resultado del proceso de globalización, de historia planetaria que empieza, justamente, con las expediciones de Cristóbal Colón, Vasco da Gama y Hernando de Magallanes. Es el motivo del libro El descubrimiento de Europa. Indígenas y mestizos en el Viejo Mundo de Esteban Mira Caballos (Crítica, Barcelona, 2023, 478 páginas). Es un texto de una documentación minuciosísima, con un caudaloso examen de fuentes y la consiguiente abundancia bibliográfica que recorre siglos de historia. Y, dado que de la historia se trata, incluye una narración, poblada de personajes, lugares y anécdotas que permiten una lectura fluida y equilibrada.
La investigación se centra en la actuación española y de su carácter más peculiar, que es la forja de un mestizaje. América tenía indígenas y recibió aportes de europeos, africanos y chinos, en tanto los roces entre potencias muestran a franceses, ingleses, alemanes, portugueses e italianos. A diferencia de otras conquistas, en las que el colonizador guardó distancia higiénica y eugenésica con los nativos, España mezcló sangres acudiendo a las buenas y malas maneras, a la evangelización, la esclavitud, la servidumbre, la construcción de un espacio geopolítico con una red de ciudades y de rutas terrestres y marítimas, estudios de la naturaleza y las culturas de las llamadas entonces Indias Occidentales.
Lo subrayado por Mira es el flujo de los aborígenes y los mestizos de ultramar hacia Europa donde, como es el caso español, numerosas gentes actuales provienen de aquellos viajes y tornaviajes. El aporte fue variado. Las dirigencias indígenas en parte se aliaron o se sublevaron ante el conquistador, uniendo en familias formales o menos formales sus descendencias. Nombres decisivos de este ensamblaje se situarán, con el tiempo, entre los dirigentes de la independencia como son los casos de José de San Martín, Bernardo O’Higgins y Benito Juárez. Hubo, entonces, hijos legítimos, legitimados, conversos y bastardos, militares bajo bandera española, artesanos, comerciantes, terratenientes, clérigos, artistas y ejemplos minuciosos que no caben en estas líneas.
El proceso fue complejo y dio lugar a un trasvase de culturas que permite hablar de un discurso mestizo donde aparecen las letras del Inca Garcilaso junto a la polémica sobre la desigualdad o igualdad entre los señores y los dominados que protagonizaron Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, ya en el primer siglo de dicho proceso histórico. Las leyes benéficas, su cumplimiento y su violación produjeron mares de tinta, construcción cultural, batallas y abusos. España se hizo cargo de la empresa y también de su crítica. Se impuso la lengua imperial, la religión oficial al tiempo que se formalizaron estudios sobre lenguas autóctonas que carecían de escritura. Los así llamados indios fueron vistos en tierras europeas con fascinación y terror, dando lugar a un ensanchamiento de la antropología junto al estudio geográfico, botánico y zoológico. Sin todo esto y aquello no comeríamos patatas ni tomates, ni beberíamos chocolate, no fumaríamos tabaco ni bailaríamos guapangos, chamarritas, joropos ni milongas.
Hacían falta estudios como el comentado para advertir la fluencia –que es asimismo influencia– de los americanos entre los europeos. Luego podríamos discutir sobre la denominación de América Latina, que no fue un invento francés sino de un centroamericano llamado Torres Caicedo. Un favor derivado y de primera importancia es señalar que todas las culturas humanas son necesariamente mestizar como condición para llegar a ser universales. De paso, para no olvidar que si algo grande hicieron los españoles en la historia fue estructurar un continente y diseminar una lengua que es una de las dos o tres más habladas del mundo. Se trata de un ejercicio higiénico para superar nuestros comadreos de campanario y tomar aliento para viajar por los anchos, difíciles y fecundos caminos de la memoria histórica.
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