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«Cyrano y D’Artagnan» (1962), de Abel Gance

Cyrano et D’Artagnan supuso la despedida del cine de ese maestro que es Abel Gance. Como su título indica, nos hallamos ante una aventura de capa y espada protagonizada por dos iconos de la cultura literaria francesa.

Protagonizada José Ferrer (de nuevo, Cyrano), Jean-Pierre CasselSylva Koscina, la cinta se ambienta en 1642. Cyrano debe evitar una guerra civil, y con ese fin lleva un mensaje a la reina Ana de Austria. De camino a París, conoce al joven espadachín D’Artagnan, que también se encamina a la capital en busca de fortuna.

Tomando como base las obras de Dumas, la obra de teatro de Edmond Rostand y la novela Marion Delorme, de Victor HugoGance intentó sumarse a la modernidad, pero el resultado fue víctima de la incompresión de la crítica y el desdén de los espectadores.

Vista hoy, la producción es lujosa, pero hay una frialdad de cartón piedra que desluce el conjunto. Con todo, más de un momento sublime nos recuerda lo mejor de Gance.

En todo caso, tras ver la película, es inevitable recordar una serie de folletines, protagonizada por Cyrano y D’Artagnan. Su autor fue Paul Auguste Jean Nicolas Féval (1860-1933), hijo de Paul Féval, el responsable de títulos clásicos de la novela de aventuras como Le Bossu (El jorobado, 1857). Las cuatro peripecias en las que, gracias a Feval hijo, se reunieron ambos personajes son D’Artagnan contre Cyrano (1925), D’Artagnan et Cyrano réconciliés (1928), Le fils de d’Artagnan (1914) y La vieillesse d’Athos (1930).

Comentarios y referencias

«Cyrano y D’Artagnan –escribe Abel Gance– es un buen título comercial, pero puede confundir al espectador que esperará ver a la vez Cyrano de Bergerac y Los tres mosqueteros y verá una ‘gaceta heroi-cómica’, no tanto una película de capa y espada sino una película de capa y amor».

«Lo que causa mi desgracia no es mi forma de pensar, es la de los demás –escribe Nelly Kaplan–. Esta frase de Donatien Alphonse François, divino marqués de Sade, podría aplicarse a las muy complicadas relaciones que siempre tuvieron las vidas entrecruzadas de Gance y del cine. Pues la historia del cine es la historia de Abel Gance. Ningún otro realizador francés ha jalonado su carrera con tantos inventos técnicos y artísticos, ha abierto tantos horizontes en una profesión que, todavía hoy, se apoya a menudo sin saberlo sobre las armas que él ha forjado.

Unas cincuenta películas dirigidas, varias obras de teatro y un extraño libro, Prisme, editado en 1930, del que hoy se han confirmado sus intuiciones científicas más desaforadas, miles de proyectos… El cine sin duda ha recompensado esta ‘forma de pensar’ molesta para todos, esta ‘voluntad de genio’, siempre a la busca de un hallazgo, de una técnica: desde hace diez años (su última película, Cyrano y D’Artagnan fue estrenada en 1964 atrozmente mutilada por los productores) Gance está en paro. No diría yo que en sus lamentos sobre este asunto no haya un cierto éxtasis del sufrimiento (no se visita impunemente a los místicos). Pero esa es otra historia, como diría su amigo y admirador Rudyard Kipling.

El cine ha recibido de Gance riquezas, delirios llevados a una incandescencia tal (‘la belleza será convulsa o no será’) que a su vez le debe la posibilidad de por fin romper ese largo silencio roto únicamente por los tristes remiendos de sus antiguas películas, y realizar ese Cristobal Colón o esos Grandes Iniciados que se anquilosan en sus archivos desde hace ya demasiado tiempo» (Nelly Kaplan, «Abel Gance», en Dossiers du cinéma, Cinéastes III; Casterman 1974).

Película programada en la Filmoteca Española. Copyright de la traducción de los comentarios y referencias (editados en el programa de mano del Cine Doré) © Filmoteca Española. Reservados todos los derechos.

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