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Crítica Bitelchús Bitelchús

Crítica: ‘Bitelchús Bitelchús’ (Tim Burton, 2024)

«Keaton está delicioso, lúcido y desatado, con su cáustica voz grave, y plácidamente instalado en ese papel de adorable histrión del que, entre el asco y la risa floja, te enamoras»

Resulta de lo más estimulante iniciar el curso al ritmo de aquella sintonía frenética y socarrona que ya nos regalara Danny Elfman en el Bitelchús de 1988, y que en esta secuela abre los créditos para confirmar que el filme va a seguir los pasos seguros trazados por su predecesora.

Y qué mejor actitud para adentrarnos en el tenebroso septiembre, que columpiarnos en esta circense fantasía de humor negro mecidos por la mano experimentada de Tim Burton, y chupetear una historia de terror de caramelo con vocación halloweenera, un pastel de calabaza algo adelantado a su fecha, pero sabroso y bien horneado.

“Pasad si os atrevéis: los vivos, los muertos, sois bienvenidos”, nos invita Lydia Deetz (Winona Ryder), quien en ocasiones ve muertos, y que -quizá por ese sexto sentido-, presenta un late night show a lo Cuarto Milenio. Pero esta noche se siente agotada cuando en pleno programa se le aparece la figura de cierto fantoche del pasado, añadido al trauma de tener que verse las caras con finados a todas horas, cuando tienen cara, que no es siempre.

La desgracia llega el día en el que el padre de Lydia se suma accidentalmente al clan de los difuntos -no sin cierta comicidad-, y nuestra dulce gótica debe organizar el funeral junto con su madrastra Delia (Catherine O’Hara), una pintoresca pero entrañable artista que vive en una performance continua, su “rebelde con causa” hija Astrid (Jenna Ortega), y un tal Rory (Justin Theroux), un fantasmón de carne y hueso que ejerce de manager y melindroso pretendiente de la vidente.

Los problemas no han hecho sino empezar cuando la familia regresa a la casa de Winter River, y la maqueta del pueblo instalada en la buhardilla entra de nuevo en acción. Alguien no tardará en pronunciar tres veces el nombre del innombrable Bitelchús (Michael Keaton), abriendo la caja de Pandora del submundo de los muertos, y desatando la bufonesca actuación del sinvergüenza del traje a rayas.

Humor burtoniano

Por si no fuera suficiente, a la bolsa de chuches se añade la gominola picante de Delores (Monica Bellucci), bruja atrabiliaria a lo “Morticia”, succionadora de almas, cuyos fragmentos une grapa a grapa la propia dama, para recomponer un cuerpo que es un delito hallarse troceado (que no nos duelan prendas en reconocerlo, el humor burtoniano hila fino en este detalle). Que como reza el dicho: “Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos”, pues es un placer, siempre preferible, contemplar los naturales dones de la Bellucci fuera de las cajas que albergan los miembros descuartizados de su personaje.

Por su parte, Keaton está delicioso, lúcido y desatado, con su cáustica voz grave, y plácidamente instalado en ese papel de adorable histrión del que, entre el asco y la risa floja, te enamoras.

Muy disfrutón se ve también a William Defoe en su rol de falso comisario en el país de los difuntos, con media sesera al aire, interpretando a un antiguo actor que hacía papeles de policía hasta que un día, a buen seguro, algo debió salir mal en un rodaje, tornando la función en defunción.

Decorados expresionistas de perspectivas con más fugas que una jornada de puertas abiertas en Alcatraz; maquillaje, látex, marionetas y trucos palpables, componen el espectro visual de esta estilosa cinta, de marcada intención artesanal en lo plástico, y de una narrativa entre episódica y fluida que nos resulta familiar a quienes nos criamos con el cine juvenil de los ochenta.

Una simpática gamberrada de colores de neón sobre lienzo negro

Digna secuela, esta última película del niño siniestro es una simpática gamberrada de colores de neón sobre lienzo negro, entre novios cadáveres, bardos del mundo subterráneo, y un carnaval de jocosa locura. Pero recuerden, no pronuncien cierto nombre tres veces si no quieren verse enredados en los manejos pringosos del tipejo de la maqueta, ya saben a quién me refiero, ese del que quizá no haya una tercera entrega que inevitablemente debería llamarse “Bitelchús, Bitelchús, Bitel…” Bueno, mejor no lo invoco, que ya sabemos cómo acaba la historia.

Sinopsis

¡Vuelve Bitelchús!. Tras una inesperada tragedia familiar, tres generaciones de la familia Deetz regresan a Winter River. La vida de Lydia, todavía atormentada por Bitelchús, da un vuelco cuando su rebelde hija adolescente, Astrid, descubre la misteriosa maqueta de la ciudad en el desván y el portal al Más Allá se abre accidentalmente. Con los problemas que se avecinan en ambos reinos, es sólo cuestión de tiempo que alguien diga el nombre de Bitelchús tres veces y el travieso demonio regrese para desatar su propio caos.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Warner Bros., Plan B Entertainment, Tim Burton Productions, Tommy Harper Productions. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).