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Consejos psicológicos para resistir la tentación de Internet

«Los veintidós bebés de animales más monos», decía el titular. «¡No te imaginas cuál es el número 11!»

A pesar de que me encontraba en la fecha límite de una tarea ‒por no mencionar mi escepticismo: ¿realmente serán tan monos?‒, hice clic en el artículo. Soy un ser humano, después de todo. Sin embargo, este fallo en mi autocontrol me robó, como mínimo, media hora de mi tiempo de trabajo. Lo mismo me ha sucedido con otros titulares cazaclics, y también con las imágenes extrañas que aparecen en mi cuenta de Twitter o con las argumentaciones que se encadenan en Facebook.

En apariencia, el modo insidioso en que nos distrae Internet se ha vuelto ineludible. Lo tenemos reclamando esa atención desde nuestros bolsillos, o al acecho tras los documentos de trabajo, simplemente a un clic de distancia. Los estudios demuestran que cada día pasamos, por término medio, cinco horas y media en el entorno digital, y miramos nuestros teléfonos 221 veces.

Mientras tanto, los desarrolladores de sitios web y aplicaciones para el móvil explotan las tendencias del comportamiento humano, diseñando sus productos y sus sitios de manera que atraigan nuestra mirada y la retengan. En un artículo escrito en AeonMichael Schulson señala lo siguiente: «Los desarrolladores han apostado su futuro en métodos que generen hábitos en los usuarios, con el fin de obtener la mayor atención posible».

Dada la omnipresencia de Internet y sus diversas trampas, ¿es posible frenar nuestro creciente consumo digital, que a menudo se produce a expensas del trabajo, la familia o las relaciones?

La investigación psicológica sobre la persuasión y el autocontrol sugiere algunas posibles estrategias.

Trucos para obtener clics

Es importante darse cuenta de algunos de los trucos que los desarrolladores y quienes escriben para Internet utilizan para reclamar nuestra atención.

Ese extraño número 22 en el títular que citaba al principio es el ejemplo de una técnica para estimular nuestra curiosidad. Las listas son, por lo general, números redondos (piense en listados como los Top 10 de David Letterman o los 500 de Fortune). Los números inusuales llaman nuestra atención porque rompen este patrón. En un estudio clásico, el psicólogo social Anthony Pratkanis y sus colegas descubrieron que los transeúntes tenían casi un 60 por ciento más de probabilidades de dar dinero a los mendigos que solicitaban 0,37 dólares en comparación con aquellos que pedían 25 centavos.

Los participantes en dicho estudio hicieron más preguntas a los pedigüeños que solicitaron cantidades extrañas, en comparación con aquellos que sólo pedían esos 25 centavos. Lo mismo me sucedió cuando vi el mencionado titular. En este caso, el escepticismo que me hizo cuestionarme «¿realmente serán tan monos?» fue contraproducente, y de hecho, favoreció la posibilidad de que cliquease en el enlace.

Una llamada de atención (como pedir 0,37 dólares o citar la foto nº 11) nos induce a interrumpir todo lo que estamos haciendo para concentrarnos en ese rompecabezas. Las preguntas demandan respuestas. Esta predisposición ha sido denominada por los psicólogos como el efecto de la pregunta retórica, o la tendencia de las preguntas retóricas a incitarnos a profundizar en un determinado tema.

Estos trucos explotan las funciones integradas de nuestras mentes que, en otro sentido, nos prestan un buen servicio. Es claramente ventajoso que estímulos inesperados capten nuestra atención y nos lleven a buscar una explicación. Eso puede evitar que nos atropelle un automóvil o alertarnos sobre cambios repentinos y sospechosos en el saldo de nuestra cuenta bancaria.

Por lo tanto, no tendría sentido desactivar este sistema de vigilancia o enseñarnos a ignorarlo cuando suena una alarma.

Atándonos al mástil

El contenido en la red no solo está diseñado para captar nuestra atención. En parte, está diseñado específicamente para hacer que regresemos a por más. Más notificaciones cuando alguien responde a algo que hemos publicado, o más clasificaciones de poder basadas en votos positivos. Estas señales disparan el sistema de recompensa en nuestros cerebros porque se han asociado con el potente refuerzo de la aprobación social.

No es sorprendente que el uso de Internet a menudo se enmarque en el lenguaje de la adicción. Los psicólogos incluso han identificado el uso problemático de internet como una preocupación creciente.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Al igual que sucede con la estrategia de Odiseo para resistir la tentación de las sirenas, quizás el mejor truco sea comprometernos con un curso de acción diferente por adelantado. Con fuerza, si es necesario.

Odiseo hizo que sus hombres lo ataran al mástil de su nave hasta que estuvieron fuera del alcance de las sirenas. Este es un ejemplo de «precompromiso», una estrategia de autocontrol que implica imponer, por adelantado, una condición sobre algún aspecto de tu comportamiento. Por ejemplo, un estudio del MIT mostró que los correctores de pruebas profesionales cometieron menos errores y entregaron antes su trabajo cuando decidieron espaciar sus fechas límite (por ejemplo, completar una tarea por semana durante un mes), en comparación con cuando tenían la misma cantidad de tiempo para hacer su trabajo, pero solo disponían de una fecha límite al final de ese mes.

El equivalente moderno de lo que hizo Odiseo es usar la tecnología para, de una forma figurada, atarnos al mástil. Programas como Cold Turkey o el apropiadamente llamado SelfControl te permiten, durante un período de tiempo preestablecido, bloquear el acceso a ciertos sitios web, o evitan que inicies sesión en su cuenta de correo electrónico.

La investigación respalda la lógica de estos programas: la idea de que a menudo sabemos lo que es mejor para nuestro yo futuro. Al menos, cuando se trata de completar el trabajo y mantenerse libre de distracciones.

Proclamando tu compromiso

Si realmente debes ganar una carrera, la mejor manera no es otra que acelerar hasta la velocidad máxima, quitar el volante y el freno de tu coche, y tirarlos por la ventana, todo ello a la vista de tu oponente.

De una manera menos dramática, los compromisos previos pueden ser mucho más efectivos cuando se anuncian en público. Los investigadores han descubierto que las personas que se comprometen públicamente con un curso de acción deseado, como reciclarse profesionalmente o ser más sociables, tienen más probabilidades de cumplir sus metas que aquellos que mantienen sus intenciones en privado.

Somos criaturas profundamente sociales, con un esencial sentimiento de pertenencia, y declarar en público un plan pone en riesgo nuestra reputación. Por medio de la presión social para estar a la altura de las expectativas y las sanciones internas que nos autoimpusimos, el compromiso público puede ser un poderoso ataque en dos frentes contra el fracaso de nuestro autocontrol.

Cada vez más, los científicos que estudian el autocontrol están empezando a ver herramientas como el precompromiso y el software que bloquea sitios web no como elementos que eluden el sistema, sino como piezas integrales en ese rompecabezas del autocontrol.

Por ejemplo, un estudio reciente rastreó la vida cotidiana de un gran número de personas, momento a momento, haciéndoles preguntas sobre sus metas, tentaciones y habilidades para resistirlas.

Al contrario de lo que uno podría esperar, las personas que generalmente eran buenas para el autocontrol (medidas con un cuestionario fiable) no eran las mejores a la hora de resistir las tentaciones cuando éstas se presentaban. De hecho, en general fueron bastante malas en esa circunstancia.

La clave es que el autocontrol y resistir las tentaciones no son la misma cosa. Odiseo tenía una de esas virtudes, pero no la otra.

En cambio, un óptimo autocontrol se caracteriza por la capacidad para evitar las tentaciones desde un primer momento. A menudo pensamos en el autocontrol como la capacidad de abrirnos paso a través de la tentación, pero estudios como este indican que el autocontrol también puede ser algo tan simple como establecer un plan para evitar esas trampas con antelación.

Así pues, la próxima vez que necesite hacer algo, considere la posibilidad de comprometerse para evitar el uso de Internet por completo. Al igual que Odiseo, ha de comprender que si uno se enfrenta a esa tentación directamente, es posible que la batalla esté perdida de antemano.

Autor: Elliot Berkman

Profesor asociado de Psicología en la Universidad de Oregón.

¿Cómo perseguimos los objetivos a largo plazo? ¿Cuáles son los factores cognitivos, motivacionales y neuronales que contribuyen a nuestro éxito o fracaso? Un objetivo central de la investigación en el Laboratorio de Neurociencia Social y Afectiva del Dr. Berkman es comprender cómo estos sistemas trabajan juntos para ayudarnos a luchar por nuestros objetivos. Para conseguirlo, su trabajo combina las distintas fortalezas de varios métodos de investigación, incluida la imagen por resonancia magnética funcional (fMRI), los métodos de estudio transversal y longitudinal, y los experimentos de laboratorio. Entre los ejemplos de su investigación figural los estudios fMRI de procesos básicos relevantes para objetivos como la autorregulación y el control inhibitorio, estudios experimentales sobre cómo la motivación de acercamiento y evitación se relaciona con las emociones y el rendimiento, y estudios sobre metas del mundo real como dejar de fumar y hacer dieta.

Copyright del artículo © Elliot Berkman. Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation y se publica en Cualia con permiso de su equipo editorial. Lea aquí el artículo original. Reservados todos los derechos.