¿Un gesto de temeridad? ¿Un ritual catártico? ¿Un número circense ejecutado sobre el más pavoroso de los abismos? Todas estas pretensiones son legítimas cuando nos imaginamos lo que pasó por la mente de Philippe Petit el 7 de agosto de 1974, cuando paseó por la cuerda floja entre las dos torres gemelas del World Trade Center.
«Si uno muere… Qué muerte tan hermosa. Perecer ejerciendo lo que es tu pasión». Así se justificaba Petit en el documental Man on Wire (2008), de James Marsh, inspirado en las memorias del funambulista, To Reach the Clouds.
Inevitablemente, son muchas las coincidencias entre Man on Wire y el biopic que dirige Robert Zemeckis. Al fin y al cabo, ambas producciones tienen que centrarse en las dos peculiaridades de la hazaña de Petit: su grandilocuencia casi suicida y su minuciosa organización, digna del robo a un banco de alta seguridad.
Algo que me llamó poderosamente del documental de Marsh es que los cómplices de Petit, aunque alejados de él en la actualidad, apenas podían reprimir las lágrimas al recordar ese paseo por las nubes que ahora relata Zemeckis. Esa emoción ‒esa intensidad más allá de lo imaginable‒ viene a ser la principal virtud de esta historia real. De ahí que plasmarla en imágenes no sea una tarea menor.
Escrita minuciosamente por el director junto a Christopher Browne, El desafío combina dos géneros. Su primer tramo es un romance pintoresco, que discurre felizmente, con sonidos de acordeón y otros estereotipos netamente franceses.
París, el circo, la bohemia, los cafés del Barrio Latino… Zemeckis combina esas postales con agradable virtuosismo, consciente de que el plato fuerte aún está por llegar.
El segundo y tercer acto transcurren, evidentemente, en Nueva York y salvo algún momento lírico, la acción se acomoda a las reglas del thriller ‒al fin y al cabo, se trata de dar un gran golpe‒, sólo que esta vez, el humor contribuye a suavizar cualquier arista.
Al igual que sucedía en el film de Marsh, es el propio Petit quien nos relata su historia en primera persona. En este caso, el funambulista está interpretado por un soberbio Joseph Gordon-Levitt, que da un auténtico recital en todos los sentidos. No sólo ejecuta con apabullante naturalidad toda suerte de números circenses, sino que interpreta buena parte de su papel hablando en un francés más que convincente.
Realzan su trabajo impecables secundarios como Ben Kingsley, Charlotte Le Bon, James Badge Dale y Clément Sibomy, todos ellos al servicio de la hercúlea tarea de Gordon-Levitt.
¿Cabe la sorpresa en una película cuyo desenlace conocemos de antemano? Desde luego que sí. Sobre todo si uno acude a ver El desafío en el formato para el que fue pensada esta cinta: el IMAX 3D. De hecho, la parte final del largometraje consigue que el vértigo se convierta en un rasgo de estilo, con todo el desasosiego que esto conlleva.
A lo largo de ese trecho del film, el temor y el suspense son constantes, en particular si el espectador tiene cierta ‒o mucha‒ aprensión a las alturas.
Absorbente, divertida y magníficamente realizada, El desafío confirma que el veterano Zemeckis es uno de esos escasos realizadores que, cuando se toman en serio un proyecto, nunca defraudan a sus admiradores.
Sinopsis
Doce personas han pisado la Luna, pero únicamente un hombre ha recorrido, o recorrerá jamás, el inmenso vacío que separaba las dos torres del World Trade Center.
Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt), guiado por su mentor en la vida real, Papa Rudy (Ben Kingsley), y con la ayuda de una insólita banda de reclutas de distintos países, tendrán que superar obstáculos insalvables, traiciones, disensiones e innumerables situaciones comprometidas para concebir y ejecutar su disparatado plan. Robert Zemeckis, el veterano director de joyas del cine como Forrest Gump, Náufrago, Regreso al futuro, Polar Express y El vuelo (Flight), vuelve a valerse de la tecnología más avanzada puesta al servicio de una emotiva historia que gira en torno a los personajes. El desafío (The Walk), que cuenta con innovadoras técnicas fotorrealistas y la magia del IMAX 3D, es un verdadera experiencia para disfrutar en la gran pantalla, una oportunidad para los espectadores de sentir de manera visceral la sensación de encontrarse entre las nubes.
El 7 de agosto de 1974, el día antes de que Richard Nixon anunciara su dimisión, Philippe Petit, un funámbulo francés, sorprendió a la ciudad de Nueva York con un paseo sobre un cable colocado entre las torres del casi terminado y parcialmente ocupado World Trade Center. Transeúntes sin un segundo que perder frenaron en seco y alzaron la vista. Vieron lo imposible: un hombre bailando en lo alto, aparentemente en el aire.
Ahora, cuarenta años después, Zemeckis –uno de los realizadores más hábiles a la hora de integrar tecnología al servicio de una historia emotiva– pondrá a los espectadores en la piel de Petit. El desafío (The Walk), un épico espectáculo cinematográfico para la gran pantalla, ofrece a los aficionados al cine la oportunidad de ir donde un único hombre ha logrado o logrará jamás llegar: a 110 pisos de altura en el aire, sobre un cable, paseando entre las torres del World Trade Center.
«Cuando descubrí esta historia, pensé: ‘Dios mío, esta es una película que A) debería hacerse fuera como fuera, y B) debería sin lugar a dudas presentarse en 3D’», explica Zemeckis. «Cuando ves a un funámbulo, siempre tienes que hacerlo mirando hacia arriba. Nunca tienes la perspectiva de lo que se siente en la cuerda floja. Nuestra película sigue la historia de Petit y, al final, te pone sobre el cable, caminando con Philippe, y, al presentarla en 3D, va a resultar espectacular y muy emotiva».
Espectacular, emotiva y emocionante, con una intensa trama llena de percances y contratiempos, mientras Petit y su variopinto equipo tratan de lograr lo imposible. «Me encanta la idea de un tipo, un artista, que consigue llevar a cabo esa travesura», comenta Zemeckis. «La travesura es ilegal, es peligrosa, pero no hace daño a nadie. Parecía algo sacado de otra época. La verdad es que ya no se ven cosas así. Era casi como una fábula».
La película no muestra únicamente quién era antes y cómo llegó a encontrarse en ese cable (su juventud, el hombre que se convirtió en su figura paterna, etc.), sino también, por primera vez, imágenes en movimiento del propio paseo en sí, no solo desde el punto de vista de los observadores, sino también del de Petit. «Las únicas pruebas documentales del paseo son unas cuantas fotografías», explica Joseph Gordon-Levitt, que encarna a Petit en el filme de Zemeckis. «Las fotos son increíbles, pero no es lo mismo que ver y sentir cómo sucede. Para mí, hacer una película en la que puedes realmente meterte en el personaje de Philippe cuando vive ese momento, con todas las esperanzas, miedos e imperfecciones que condujeron hasta él, es algo excepcional. Tener ocasión de presenciar eso en una película y estar allí arriba con el personaje, ver lo que vio, es una experiencia totalmente distinta».
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