Nada es imposible. Solo, tal vez, improbable. En un sentido simbólico, esa es la impresión que causa el trayecto que nos propone este excelente y amenísimo libro.
Como es bien sabido, la fascinación por lo extraordinario trasciende épocas y culturas. En Las siete maravillas del mundo antiguo (Ático de los Libros), la historiadora Bettany Hughes nos invita a explorar el legado de esas edificaciones que, lejos de ser simples reliquias, encarnan el afán humano por desafiar lo efímero y elevarse hacia la eternidad.
Con un estilo que oscila entre el rigor histórico y una amenidad de un guion audiovisual (algo que transmite perfectamente la traducción de Claudia Casanova), la autora se sumerge en la historia de estos siete prodigios: la Gran Pirámide de Guiza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el mausoleo de Halicarnaso, el coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.
«Las siete maravillas del mundo antiguo ‒aclara Hughes‒ fueron una manera tan audaz como asombrosa de demostrar nuestro poder sobre el planeta; encarnaciones de la hermosa, triste y axiomática verdad de nuestra especie: que nos sentimos obligados a hacer el mundo a nuestra imagen y semejanza y a modificarlo a nuestro antojo. También fueron brillantes aventuras intelectuales, empresas que sentaban precedentes a los alcances de la imaginación humana».
El legado de la imaginación
El encanto que envuelve a las maravillas antiguas reside en la amalgama de mitología y realidad. Desde tiempos inmemoriales, estas construcciones han sido símbolos de la aspiración humana de trascender la mera existencia. Lo que en apariencia podría parecer una simple lista de monumentos es, en realidad, un compendio de relatos y leyendas que revelan la complejidad de unas épocas en las que cada edificación era, en sí misma, una declaración de fe, poder y creatividad.
Hughes, académica de Oxford y presentadora de documentales en la BBC y Netflix, conoce bien este universo, donde cada plano y cada estructura vienen a ser un testimonio del ingenio y la audacia de sus creadores.
Como si fuera una novelista reconstruyendo una saga épica, la narración de la autora se despliega en una travesía que nos lleva desde los radiantes paisajes del desierto egipcio hasta los remotos rincones de Mesopotamia, desvelando las múltiples capas de significado que envuelven a estos descomunales monumentos.
Cuando los datos ceden paso a la leyenda
Muchas de las historias que nos cuenta Hughes son dramas humanos llenos de emociones poderosas. Al fin y al cabo, hablamos de obras de arte diseñadas de forma tan extrema, tan desmesurada, que su victoria solo podía tener un significado: la posteridad.
En este sentido, hay ejemplos más fáciles de defender que otros. No es lo mismo una maravilla que ha llegado a nuestros días, y que los turistas pueden fotografiar pacíficamente, que otra contaminada por la leyenda y acaso por la invención.
En este sentido, uno de los episodios más fascinantes de este recorrido es el enigma que rodea a los Jardines Colgantes de Babilonia. Tradicionalmente concebidos como una obra maestra de la jardinería y la ingeniería, su existencia se debate entre el mito y la evidencia arqueológica.
¿Fueron verdaderamente jardines elevados en el aire, o la magnificencia residía solo en la ciudad amurallada de Babilonia? Algunos expertos sugieren que estos jardines pudieron haber florecido en Nínive, en el reinado del asirio Senaquerib, fundiendo así la realidad con una metáfora poética sobre la búsqueda de un Edén perdido.
Esta incertidumbre no disminuye su atractivo; al contrario, convierte al Jardín Colgante en un símbolo de la incesante fascinación que Occidente siente por Oriente, una región donde lo legendario a menudo se confunde con la historia misma.
La Gran Pirámide: un portal al Más Allá
La solidez de la Gran Pirámide de Guiza contrasta con el aire de misterio que envuelve a las otras seis maravillas. Erigida alrededor del 2560 a.C. por el faraón Keops, esta estructura monumental no solo ha sobrevivido al paso de los milenios, sino que también sigue alimentando el asombro por las creencias que impulsaron su construcción. Concebida como un portal con un significado religioso, la pirámide fue diseñada para facilitar el viaje del soberano hacia la otra vida.
«La Gran Pirámide -nos dice Hughes– fue también la tumba de un hombre que se consideraba un Dios, y así lo veía su pueblo. El rey Keops parece haber sido el primer líder egipcio que se definió explícitamente como una encarnación de lo divino: el hijo de Keops se llamaba a sí mismo hijo del dios sol Ra».
El descubrimiento, en 2011, de los restos de una embarcación junto a la estructura añade una nueva dimensión a este ritual funerario dentro de la complejidad de las creencias egipcias. Casi es el ejemplo perfecto de su cosmovisión: la figura del faraón, dispuesto a desafiar las leyes de la naturaleza, identifica el espíritu de un edificio que desafía la lógica de nuestros días.
Un recorrido que trasciende el tiempo
El Templo de Artemisa en Éfeso, fundado en torno al 550 a.C., se erige como otro emblema de la dualidad entre lo tangible y lo sobrenatural. Hoy quedan pocos vestigios de este majestuoso recinto, dispersos en museos de diversas latitudes, mientras que la ciudad que lo acogió se ha transformado sin remedio. No obstante, lo que ha perdurado es la esencia de un sitio que fue, en su momento, un punto neurálgico de la cultura griega.
De manera similar, anécdotas tan insólitas como la mención de un autor romano que relataba cómo las anguilas del Mausoleo de Halicarnaso lucían collares de oro, revelan -como vengo repitiendo- la intersección entre lo mítico y lo real. Estas narraciones, a pesar de su tono extravagante, permiten ver cómo la realidad se teñía constantemente con el color del simbolismo.
La amenidad como base del relato
Desde hace décadas, gracias al cine y la literatura, la fascinación por las maravillas antiguas se extiende más allá de las fronteras del saber académico. La autora de este libro es consciente de ello. A través de nuevos proyectos audiovisuales -como la docuserie producida por Keshet International (KI) y SandStone Global, basada en esta obra- Hughes también nos invita a seguir recorriendo las huellas de aquellos creadores, guerreros y mandatarios que hicieron posibles estas y otras maravillas.
Como tendrán ocasión de comprobar los lectores, lo que la historiadora nos propone es una visita guiada a los rincones más llamativos de nuestro pasado. Asimismo, Las siete maravillas del mundo antiguo invita a replantear la forma en que entendemos todo este legado del ingenio humano, con esa capacidad de transformar la historia en un espacio de asombro continuo.
Gracias a una mirada que transita sin esfuerzo entre lo sagrado y lo profano, entre lo mítico y lo verificable, Bettany Hughes nos desafía a ver en cada resto arqueológico y en cada relato una persistente búsqueda de la trascendencia y del conocimiento.
«Al igual que el número de siete es indivisible (cada séptimo es igual a los demás y ninguno de sus factores es mayor que otro) -recuerda Hughes-, cada una de las siete maravillas nos dice algo igualmente importante sobre el viaje humano. La última maravilla, el faro, guardián del conocimiento, nos recuerda que la sabiduría es nuestra salvación definitiva».
Imagen de la cabecera: ‘El coloso de Rodas’, péplum de 1961.
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